PASARÁ MUCHO TIEMPO antes de que podamos digerir lo que está pasando en la Puerta del Sol y en otros puntos de España con los indignados. Politólogos, sociólogos, analistas, periodistas y sesudos contertulios vendrán con sus análisis de urgencia, viejos al día siguiente de ser expuestos, tratando de encontrar una explicación a lo de la "spanish revolution" y a al fenómeno de la Democracia Real Ya. Y el hecho cierto es que, ajenos a lo que se estaba cociendo, nos ha pillado con el pie cambiado. Hablan del ninguneo de los medios de comunicación hasta el pasado domingo y razón no les falta. Ya sé que muchos, posiblemente los mismos que auguraron la caída del Muro de Berlín o anticiparon las revueltas del mundo árabe, tratarán de decir ahora que fueron ellos los que vaticinaron, e incluso encabezaron, este movimiento ciudadano. Y no sólo eso, habrá bofetadas, como ya las está habiendo, por tratar de arrimar el ascua a su sardina sacando rédito de este estallido social.
Luego vendrán, ya están aquí, los agitadores de conspiraciones, los victimistas, los ventajistas, los veletas, los simplistas y, en fin, los reventadores. Una fauna variopinta que utilizará las acampadas a su antojo para ventilar cosas que nada tienen que ver con la raiz de esta eclosión. Primero se les descalificó con el "cariñoso" apelativo de antisistema, un eufemismo para trasladar la idea de que eran potenciales terroristas. Luego han querido ver la mano negra de Rubalcaba, del PSOE o del CNI, y los hay incluso que apuestan por una oscura maniobra para perjudicar las buenas perspectivas electorales del PP. Yo no lo sé, desde luego que no, pero tengo la impresión, tras haber estado en Sol todos los días desde la manifestación del domingo, que la explicación no debe ser tan rebuscada.
Hasta el pasado domingo la crisis nos había mostrado el despiadado rostro de sus consecuencias económicas en forma de expedientes de regulación de empleo, cierre de negocios, desempleo en definitiva. Y lo sorprendente es que todo ese malestar que se estaba incubando no hubiera aflorado. Han tenido que ser los hijos de la entonces opulenta sociedad, con una formación académica envidiable, pero sin salidas, los que nos hayan mostrado el camino del desencanto, la desazón tras constatar que, si apenas tienen presente, no dispondrán ya del futuro digno que sí tuvieron, más o menos, sus padres. Lo más fácil, lo más cómodo, lo mejor para los llamados "partidos tradicionales", desorientados y fuera de juego, es que los chicos se hubieran quedado en su casa, si es que la tienen. Pero da la casualidad de que han estallado de forma espontánea, dirigidos por la "izquierda radical", sostiene la derecha, y de que, como hasta ahora no les habíamos querido escuchar, se han organizado por su cuenta y riesgo.
Yo no sé lo que va a pasar con esta nueva "movida madrileña", nadie lo sabe. Lo único que tengo claro es que la campaña de las municipales y autonómicas se ha roto en su tramo final, y que nada será igual a partir de ahora. Desconozco si su influencia en las urnas será mucha o poca, tampoco sé si estos "enturbiadores de la convivencia" serán capaces de sobrevivir a su "éxito", pero sí tengo claro que ese grito de cabreo perdurará durante mucho tiempo en una sociedad dura de oído. Por mucho que moleste, incomode e irrite al PP y al PSOE.