La etapa de Daniel Craig como James Bond comenzó de una manera insuperable, redefiniendo al personaje desde sus orígenes, adaptando la primera novela que Ian Fleming dedicó a 007: Casino Royale. La película de Martin Campbell nos ofrecía a un héroe absolutamente imperfecto, que intentaba ocultar sus sentimientos en todo momento, pero que sangraba, se enamoraba y al que se le podía engañar, como a cualquier ser humano. Además el Bond de Craig se caracterizaba por su físico imponente, lo que hacía más verosímiles unas escenas de acción que, por otra parte, se alejaban del tono exagerado que había caracterizado a la serie, sin renunciar a su espectacularidad. En la extraña Quatum of solace, se seguía retratando a un personaje asesino, rabioso y brutal, pero se trata de una producción lastrada por la huelga de guionistas de aquel momento, por lo que la historia que cuenta apenas tiene interés. Skyfall es un Bond de autor. Para su realización se contrató a Sam Mendes (el director de la cinta que nos ocupa) y eso se nota en la exquisita dirección y fotografía. En su primera mitad, Skyfall es una estupenda recreación del universo de James Bond desde una perspectiva adulta, aunque la historia decaiga en su tramo final debido a un guión lleno de agujeros argumentales. A pesar de eso, la valoración del conjunto era muy positiva, lo que hacía albergar grandes esperanzas para esta nueva entrega.
El magistral prólogo de Spectre, parecía confirmar todas las espectativas positivas. El haberlo ambientado en Ciudad de México, durante la celebración del día de los muertos es todo un acierto, porque el personaje parece moverse como pez en el agua en un entorno así. Además, del ya famoso plano-secuencia, la música de Thomas Newman acompaña a los movimientos de Bond casi como si de una danza de la muerte se tratara. Todo termina a bordo de un helicóptero, un espectáculo inolvidable que no tiene reflejo alguno en el resto de la cinta. Y es que ya la canción y los títulos de crédito son enormemente decepcionantes, nada que ver con Skyfall. Y a partir de ahí el espectador se va a encontrar con un Bond-Craig desganado y lacónico. Un ser superior que no necesita apenas esforzarse para realizar las mayores hazañas, que siempre va un par de pasos por delante de amigos y enemigos y que se basta y se sobra a sí mismo para completar la misión. Si en Casino Royale cada esbirro era una dura prueba que dejaba a Bond sudoroso y sangrando profusamente, aquí es capaz de recibir una monumental paliza del personaje interpretado por Dave Bautista, deshacerse de él y continuar como si tal cosa.
Respecto al resto de personajes, el interpretado por Monica Bellucci, tan publicitado como una auténtica innovación en el mundo de 007, no da más que para una aparición circunstancial, de pocos minutos y absolutamente superflua y Léa Seydoux, con un papel mucho más relevante en la trama, nos ofrece una actuación tan plana como poco creíble, rematada con una química inexistente con Daniel Craig. Nada que ver con ese inolvidable romance con Vesper Lynd (Eva Green), que nos regaló Casino Royale y que aquí se intenta evocar sin acierto. Pero el caso más sangrante es el de Christoph Waltz, presentado como el enemigo definitivo de James Bond, e incluso emparentado con él, que se muestra como un villano de opereta, que cae en todos los tópicos de las peores películas de espionaje. La misma organización Spectre, tan siniestra (quizá inspirada en las teorías conspiranoicas sobre el Club Bildenberg), no es un obstáculo demasiado serio para un Bond que, meramente armado con su pistola y unas dosis de suerte inauditas, acabe con ella en un par de escenas.
No todo es desdeñable en Spectre. A pesar de que la profundidad del personaje principal ha bajado alarmantemente muchos enteros, hasta el punto de que en algunos momentos parece que vamos a ver aparecer a Roger Moore por allí, hay que reconocer que existen algunos momentos memorables, aparte del ya nombrado en México: la reunión en Roma a la que Bond asiste entre sombras o la pelea brutal en el tren, que evoca a la que se produce en la clásica Desde Rusia con amor. Desde mi punto de vista, la película de Mendes es un paso atrás en lo que se había ido construyendo desde que Daniel Craig se hizo cargo del personaje. Ahora no sé si lo que más conviene a la serie es un nuevo comienzo con un nuevo protagonista o rectificar este error volviendo a la esencia, que nunca debió dejar de desarrollarse de Casino Royale.