Ser Sperman conlleva una gran responsabilidad.
Supongo que en cuanto Mellizo X y Mellizo Z lleguen a nuestro planeta habrá que renunciar a ciertas costumbres tan insanas que hay gente que las tilda de vicios. Saldremos menos por la noche y tendremos que emborracharnos a plena luz del día que, a juzgar por lo que veo en los neopadres de mi quinta, es lo que se estila.
—¡Oye Toni! ¡Parece que estás de resaca! ¡Te parecerá bonito!
Pero si son las seis de la tarde y te estás bajando una botella de ginebra, cabrón.
—Es que la tarde es la nueva madrugada, Toni. Que no te enteras. ¡Cuando seas padre comerás huevos!
“Cuando seas padres comerás huevos”.
Nunca he entendido esa frase. Es una frase fea. Imagínate a tu padre comiéndose un huevo. Ese no. El otro. Grotesco.
Pues muy bien tío, cuando sea padre comeré huevos y tomaré gintonics de tarde con mi hijos a quienes les diré que solo es agua con gas, agua con gas de la risa para ser exactos, pero mientras tanto dejadme con mi resaca. Dejadme observaros y aprender a ser padre.
Además de convertirme en bebedor diurno como el resto de mis amigos también tendré que renunciar a mi coche. Tengo que cambiarlo por uno más grande, a no ser que a los chavales no les importe ir en el maletero. Atrás quedaran los tiempos de acelerar en la autopista. Por el retrovisor se perderán las miles de mujeres (hembras para las feministas y biólogos), que azotadas por la onda expansiva de mi adelantamiento, solo tendrán tiempo para recolocarse el pelo, controlar sus faldas que se menean a lo Marilyn y mandarme un beso desesperado que jamás llegará a su destino. Echaré de menos mi Saxo.
Así que esta tarde Ovugirl y yo, disfrazados de simples mortales, hemos visitado unos cuantos concesionarios. Estamos en ello, haciendo números, viendo qué coche queremos y podemos comprar. Pedimos precios, financiaciones, hablamos con los vendedores, nos sentamos dentro para ver si son cómodos: el ritual completo. Son muchas decisiones en muy poco tiempo y yo llevo todo el día pensando y diciendo paridas (en eso consiste mi trabajo) así que estoy así como desganado. Entro en los concesionarios y recuerdo mis tiempos como vendedor de coches. Reconozco que han pasado muchos años, pero si ahora tengo poca idea de coches por aquel entonces no tenía ni puta idea, pero de verdad. Me acababa de sacar el carné de conducir y pensaba que Diesel era un acabado. Pero me puse las pilas y llegué a vender varios de esos coches. Me parece increíble que por nuestras calles existan humanos que conduzcan coches que les he vendido yo. Debía de ser un gran vendedor. O eso o ellos llevaban prisa.
La cosa es que después de seis meses moviendo los coches en la exposición, de cargar baterías, de hacer financiaciones desarrollé una alergia a todo este mundo de la automoción, pero poco puedo hacer. Tampoco es que los pise mucho. A lo que iba. Muchas decisiones…
Diesel o gasolina. Extras. Colores…
Colores. De verdad que a los tipos que se sientan a decidir el nombre de los colores de los coches había que estudiarlos con detenimiento.
Por ejemplo:
Renault
Rojo granate: A ver tío, decídete por favor. O Rojo o granate. Ya tengo yo dudas con todo esto del coche y Ovugirl es capaz de distinguir 14 tonos de rojo y 12 de granate para que tú , puto vago, me vengas a incrementar la dificultad de la elección. “Rojo/Granate”. No es un helado. No es Lima/Limón cabrón.
Blanco Glaciar: Es que ya no te dan ganas ni de entrar a probarlo. Glaciar. ¿Por qué no Blanco Glaciación o Blanco Pangea? Entra frío ya solo de decirlo.
Después hay nombres más normalitos como el Marrón Moka que vale que está bien. La moka es muy cuqui. O el Negro Brillante que no es muy creativo, pero define muy bien lo que ves; al fin y al cabo el coche es negro y es brillante, eso no se puede negar.
Mazda
Soul Red, Jet Black, Snowflake White Pearl. Parecen discos de Incubus, pero no: son colores. Que por el nombre deben ser la hostia es como cuando tú dices que eres Consultant Assitant y en realidad eres el conserje. Un coche Soul Red no es más que un Rojo/Granate que hizo un Erasmus.
Seat
En Seat tienen el Beige Glamour que es como tener sal sosa.
Y yo allí con mi Saxo Blanco/Amarillo perlado de Polvo. White Dust que le llamo yo. Total, que todo son dudas. Mi cabeza no daba para más. Me di cuenta de mi estado mental cuando el vendedor me pregunto por “el acabado” y me acordé de un amigo del colegio que se metió en la droga y no volvió a salir. En ese momento mi cabeza dijo basta. Basta de números, basta de cuotas, basta de airbags…las decisiones importantes hay que tomarlas relajados y con la cabeza bien despejada. Así que nos hemos puesto de plazo una semana. Siete días para reunirnos en cónclave y analizar los pros y los contras de nuestra elección.
Me vino bien haber vendido coches por que regateando no tengo rival.
—Van a ser 20.550.
—Vale.
—Perdón, 21.550
—¡Ah! Ya me parecía barato. Y las alfombrillas, ¿van de regalo?
—Sí, claro.
—Era broma hombre. ¡Si no las quiero!
Menos mal que Ovugirl entiende de números primos, quebrados e intereses….
En fin, la vida sigue.
—Y te voy a joder todos los meses durante los próximos años…
¡Salud hermanos!
Más sobre concesionarios y de cómo un ser como yo fue capaz de vender coches en este post:
Efecto Perla