Hay un montón de música popular nefasta. Hoy se la consume con avidez pero, tarde o temprano, cuando todos crezcan y vean el legado que les han dejado a sus hijos, la falta de creatividad y la poesía, se van a dar cuenta de que les dejaron nada más y nada menos que una bolsa llena de basura. ¿Sabés lo que me imagino con mucha suspicacia? Que después va a haber arrepentidos de esas músicas porque para mí algunos son torturadores de oídos. ¿Se podría hablar de fascismo musical? ¿Y por qué no? Ese fascismo está en crear un modelo para la estupidez, como método previo para poder manejar a la gente. Provocar estupidez de las personas hasta finalmente anularlas y dominarlas. "El bajo hampa y la prostitución", como decía Michel Foucalt. Deja de ser divertido para convertirse en una mueca de la muerte. Es una risotada que anticipa el momento del horror.
La gente siempre necesitó que le digan las cosas claras y, en estos últimos años, hay mucho texto y mucho mensaje que pareciera provenir de un cerebro idiota, en todos los órdenes. Por eso es que tenemos que combatir a ese enemigo todo lo que podamos, porque no se puede sumar en base a ese gran cerebro idiota. Así es como después la gente sale a robar.Hoy más que nunca hay que marcar la diferencia, pero no por falsas ideas progresistas, sino a través de un poco de conocimiento, de lectura, de inventiva. Es necesario usar la imaginación contra el cerebro adormecedor y anulador de sentimientos. Y no me refiero solamente a la música. Hablo de esas caras de tarados que tenemos que soportar en la televisión. De esos delincuentes que tratan de crear en sí mismos el efecto de juez y verdugo y son una basura para nuestra cultura. [...] Los de la canción romántica y el pop subtropical, los "himneros" de la recaudación discográfica, son viciosos de lo fácil, porque ganan un montón de plata con dos tonos, un plagio y una letra horrible, y aprovechan la necesidad de la gente de escuchar algo fácil.
Fuente: L.A.S. Martropía (*) - Juan Carlos Diez, (2006) -(*) El libro fue publicado en 2006, y son charlas mantenidas durante 5 años o más entre el autor (el periodista Juan Carlos Diez) y el Flaco, esto nos lleva a principios del 2000, donde el autor formuló preguntas y seleccionó respuestas que dieron cuenta de los pensamientos íntimos del poeta del rock. Pasados 23 años, ya sin Spinetta y viendo la música que se escucha y las caras que se ven en los medios, los jueces y verdugos, parece que no estaba tan equivocado.