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"Spleen de París; Pequeños poemas en prosa" - Charles Baudelaire

Por Marapsara

Hay ritmo más allá de la rima, y hay Baudelaire más allá de "Las flores del mal". "Spleen de París" es una colección de cincuenta textos breves en prosa lírica, que es el resultado de privar de la rima y de métrica al poeta. Baudelaire, aunque no fue el precursor, sí tuvo el éxito necesario para poner de moda este estilo e influir en la obra de otros autores como Rimbaud, Artaud o Cortázar.
XXXVII - Los favores de la Luna
La Luna, encarnación del capricho, se asomó a tu ventana mientras dormías en la cuna y se dijo: "Esta niña me gusta".
Y bajó blandamente su escalera de nubes y atravesó sin hacer ruido los cristales. Luego se posó sobre ti con la tierna suavidad de una madre y derramó sus colores sobre tu rostro. Tornáronse entonces verdes tus pupilas y cobraron tus mejillas su palor extremo. Fue contemplando a esta singular visitante como tus ojos se agrandaron misteriosamente, y tan dulcemente apretó tu garganta que desde entonces y para siempre guardas deseos de llorar.
Entretanto la Luna, exaltante de júbilo, inundaba la estancia entera con una especie de atmósfera fosforescente, de luminosa ponzoña, y toda esa luz viviente pensaba y decía: "Por siempre te hallarás bajo el influjo de mi beso. Será bella a mi manera. Amarás cuanto yo amo y cuanto me ama a mí: el agua, las nubes, el silencio y la noche; el inmenso y verde mar, el agua informe y multiforme, el lugar en donde no estés, el amante que no conocerás, las flores monstruosas, los perfumes que llevan al delirio, los gatos que se arroban sobre los pianos y que gimen como mujeres, con voz rauca y dulce".
"Y te amarán mis amantes, te cortejarán mis cortesanos. Reinarás sobre los hombres de ojos verdes cuyas gargantas también apreté en mis caricias nocturas, sobre aquellos que aman el mar, el mar inmenso, tumultuoso y verde, el agua informe y multiforme, el lugar en donde no están, la mujer que no conocen, las flores siniestras, semejantes a incensarios de alguna religión ignota, los perfumes que nublan la voluntad y los animales salvajes y voluptuosos, emblemas de su locura."
Y por eso, maldita adorable niña mimada, estoy aquí postrado a tus pies, buscando en tu persona toda el reflejo de la terrible Deidad, de la fatídica madrina, de la nodriza que envenena a todos los lunáticos.
XXXIII - Embriagaos
Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso, es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándolos hacia el suelo, debéis embriagaos sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la verde hierba de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es: y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán: "¡Es hora de embriagarse!" Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os plazca.

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