Revista Cultura y Ocio

Spotify está matando al amor por la música: aficionados

Publicado el 05 octubre 2022 por Moebius

Spotify está matando al amor por la música: aficionados

ilustración de Simon Abranowicz robada de Wired
(https://www.wired.com/story/streaming-too-big/)

Ted Gioia, nuestro historiador de la música favorito, difundió en su Twitter hace unos días esta nota de The Guardian del pasado 27 de septiembre. Nos parece relevante y por eso la hemos puesto en castilla, para que la lea la comunidad cabezona que es, como se reseña en el texto, una fuente humana de aproximación a la música, es decir, no mediada por algoritmo ni bot alguno, y que además es donde nos recomendamos música que sabemos que vamos a disfrutar (y que probablemente no esté disponible en los servicios de streaming que se usan hoy y que están destruyendo el gusto por la música).

La peridosta de The Guardian, Liz Pelly publicó esta interesante nota (https://www.theguardian.com/music/2022/sep/27/theres-endless-choice-but-youre-not-listening-fans-quitting-spotify-to-save-their-love-of-music) Titulada "Opciones infinitas pero no estás escuchando. los aficionados abandonan Spotify para salvar su amor por la música", en la que reproduce testimonios de ex suscriptores de servicios de streaming que explican por qué han optado por el mp3, el CD y otros formatos personales de música. Aquí en el blog cabeza lo sabemos, por eso blogueamos, pero vamos a ayudar a los incautos a reconocer que el sentido de oír música no está en la listas de reproducción que cura un robot en función de las políticas de ganancia de industrias que nada tienen que ver con el arte (y que se enriquecen a costa de empobrecer músicos).

A continuación, el artículo de Liz Pelly traducido al español por su servilleta Callenep:

Meg Lethem estaba en su trabajo, en una panadería de Boston, cuando tuvo una epifanía. Lista para seleccionar el soundtrack del día, abrió Spotify y buscó y buscó algo que poner. Nada parecía ser perfecto. Buscó un poco más entre innumerables listas de reproducción. Un incómodo pero familiar círculo vicioso la llevó a darse cuenta de que no estaba a gusto con la forma en que la música estaba siendo utilizada en su vida. “Ese es el problema”, dice, “usar la música en lugar de dejar que sea una experiencia en sí misma… ¿Qué música voy a usar para definir el carácter del día? ¿Qué voy a usar para disfrutar mi caminata? De repente no me gustaba lo que eso significaba”.

Al parecer lo que el entorno streaming había creado no era solo una escucha pasiva, sino una aproximación utilitarista a la música. “Decidí que no quería usar la música como herramienta para crear una experiencia en lugar de entenderla como una experiencia en sí misma”, reflexiona. Así que cortó su servicio de Spotify, luego también el de Apple Music, para centrarse en volver su escucha más “hogareña” y menos una experiencia de fondo.

Este tipo de posiciones se ha vuelto más común durante los últimos años, entre melómanos dedicados que se debaten ante la antiética economía de las compañías de streaming y que sienten los efectos que modelos de negocios obsesionados con la “fidelización” y la creación de hábitos tienen sobre sus propios hábitos de escucha y descubrimiento. En el proceso, buscan alternativas.

“Con el streaming, las cosas estaban empezando a volverse desechables”, dice Finlay Shakespeare, un músico e ingeniero de sonido de Bristol que borró recientemente sus cuentas de streaming y compró un iPod usado en eBay por 40 libras. Dice que con el streaming, “Si no me enganchaba con un disco o un artista a la primera, tendía a no volver de nuevo a él”. Pero se dio cuenta de que el gusto por muchos de sus discos favoritos de siempre había ido creciendo con el tiempo. “El streaming estaba contribuyendo efectivamente en el descarte de nueva música”. Ahora, incluso con descargas digitales, está más dispuesto a darle a la música más tiempo y atención.

Jared Samuel Elioseff, un multiinstrumentista que graba como Invisible Familiars y tiene un estudio en Cambridge, Nueva York, también siente que el entorno de streaming estaba obstaculizando su curiosidad musical: “Llevo dos años sin Spotify. Mis experiencias musicales definitivamente se sienten más dedicadas y centradas. Y no es tan conveniente; debo asumir a mi pesar que escucho menos música. Pero en Spotify no estaba en realidad escuchando, checaba los primeros quince segundos y le daba ‘saltar’. Ahora me tengo que esforzar y eso me gusta. Puedo usar internet como herramienta de búsqueda, pero ya no lo uso para escuchar; ahora debo realmente investigar.

“El streaming hace que la experiencia de escuchar sea mucho más pasiva”, continúa. “La palabra ‘streaming’ es una de esas que se van asimilando en el vocabulario de todo el mundo. Antes de que existieran los ‘streams’ [flujos] de música, ¿qué otra cosa hacía eso? Esta idea de que sólo tienes que abrir una llave y sale la música es algo que lleva a que lo des por sentado”.

La conversación acerca del impacto del mercado digital en la formación de la escucha se ha enfocado desde hace tiempo en el desmantelamiento del álbum. Para algunos, sin embargo, esto se ha sentido claramente ligado al streaming. Nick Krawczeniuk, melómano e ingeniero de sistemas que recientemente abandonó el streaming, siente que sus hábitos de escucha estaban siendo afectados por Spotify, particularmente por su lista de reproducción basada en “temas marcados como me gusta”: “De repente me encontré eligiendo más y más canciones únicas de un artista, mientras que antes me hubiese inclinado por guardar el álbum completo”.

Y Milesisbae, un rapero de 23 años de Richmond, Virginia que canceló todas sus suscripciones de streaming al conocer la reducidísima compensación que los músicos reciben, señala algo similar: “Escucharé una canción cien veces seguidas, pero no le daré oportunidad al resto del disco. Antes de usar servicios de streaming, hubiera escuchado el asunto completo”.

Miles dice que ve cada vez a más artistas vendiendo discos o descargas en los conciertos. De hecho, para alguien que ha cerrado sus cuentas de Spotify y Apple Music, dejar el streaming ha significado un gran proceso de reimaginación de su relación con los mp3. Para Shakespeare, las descargas son ahora su principal modo de consumo: ha remplazado el disco duro de su iPod con un puerto para microtarjeta SD con el fin de aumentar su capacidad de almacenamiento, y la ha llenado con compras en Bandcamp y CDs ripeados.

Krawczeniuk pudo dejar Spotify luego de ocho años, en parte inspirado por el hecho de que podría usar software de código abierto, un servidor casero y una VPN (red virtual privada) en su teléfono para construirse algo similar. Hoy usa un proyecto llamado Navidrome para crear una biblioteca en streaming autoalojada a la que puede acceder desde cualquier parte a través de diversos dispositivos. “Es una cajita sobre mi escritorio, conectada al módem”, explica. El servidor contiene toda su música, incluyendo compras en Bandcamp y CDs ripeados: “Es una biblioteca musical sencilla”. Se ve a sí mismo alejándose del Gran Streaming al tiempo que se conecta con un movimiento de mayor alcance centrado en proyectos de “tecnología pequeña” y servicios de código abierto que, además, no son intensivos en el uso de recursos y energía.

Casi todas las personas entrevistadas para este artículo señalaron la necesidad de un cambio sistémico en la industria musical, desde replantear cómo pagan las regalías los servicios de streaming, hasta la expansión del financiamiento público para artistas. Como sea, dejar el streaming conduce a una experiencia diaria con la música mucho más significativa.

Jeff Tobias, músico y compositor, se desconectó finalmente de Spotify a principios de 2022, cuando la empresa ocupaba las primeras planas por su acuerdo con el podcaster Joe Rogan. Su versión de una escucha fuera del streaming no es nada complicada: discos, cassettes, Bandcamp, Mixcloud. Si se trata de descubrir algo nuevo, las recomendaciones vienen de los amigos, del editorial de Bandcamp y de cosas que se encuentra en su trabajo, la tienda de discos del barrio. “Es casi una relación preinternet con la música”, dice, “de algún modo me pregunto cómo sonará un álbum, hasta que me pongo a buscarlo de verdad”.

“Me gusta la música porque es una práctica artística comunitaria”, añade, “y cualquier cosa que pueda hacer que me permita escuchar música de modo que me conecte, ya sea con los artistas o con mis amigos, con eso es que quiero involucrarme. Spotify y el streaming en general simplemente no tienen conexión alguna con esa relación”.

Wendy Eisenberg, maestra y música que recientemente borró su cuenta de Napster Music (antes Rhapsody), lo pone así: “Algo que he notado desde que me salí es que la música suena mejor para mí porque me he puesto a trabajar para localizarla en un disco duro o descargarla del Bandcamp de un amigo o algo así. Y cada vez que la escucho, aunque sea sólo de camino al trabajo, puedo oír la irreverencia espiritual de mi elección. Así, no se siente como si estuvieras recibiendo la música desde un distante fabricante del gusto. Al contrario, parece que tengo una relación ritual con la música, como la percibo en tanto música practicante”.

“Dar el paso extra de cargarla en mi teléfono, el paso extra de dar vuelta a la cinta o de meter el CD en el auto, se siente como algo que yo hago, no como algo que recibo”, prosigue. “Y ese sentido de agencia me convierte en una escucha más dedicada e involucrada que en el tipo de escucha pasiva, escucha que no es escucha, a la que me tenía obligada el streaming”.

Lethem informa algo similar: ahora oye principalmente discos, descargas de Bandcamp y un poco de radio que pone en la cocina. “Las opciones son muy limitadas. Pero en realidad es liberador. [Con el streaming] hay accesibilidad infinita, pero en realidad no estás escuchando nada. Al menos eso empezó a parecerme a mí. Estoy experimentando tanta música, pero ¿realmente la estoy escuchando?”

Bandcamp

La tienda de música en línea Bandcamp es clave para los ingresos de muchos artistas pues toma una comisión mínima por las ventas en comparación con los servicios de streamig. Para melómanos y aficionados el blog Bandcamp Daily es un cofre del tesoro lleno de gemas y curiosidades independientes. Siempre puedes encontrar uno o dos nuevos favoritos al explorar los perfiles de los usuarios o mediante la función “Discover”.

El algoritmo humano

Para descubrir música nueva a veces basta con un mensaje en tu grupo de chat favorito: “¿Qué han estado escuchando últimamente?”. Incluso si a tus amigos les gusta exactamente lo mismo que a ti, siempre hay alguna variación y son esas pequeñas diferencias las que te mostrarán ese tema que un algoritmo jamás te daría.

La tienda de discos del barrio

Pocas formas de encontrar nueva música son mejores que simplemente visitar la tienda de discos del barrio, decirle al personal qué te gusta y pedir una recomendación. Y si eres tímido no te preocupes: muchas tiendas anuncian por escrito las selecciones de su personal para que puedas explorar.

Radio en línea

Es fácil sentirse paralizado por los repetitivos ciclos de los servicios de streaming. Estaciones de radio en línea como NTS, Worldwide FM, The Lot y Hope St Radio tienen programas realmente estupendos, orientados a nichos específicos y bien curados. Las más activas, como NTS tienen canales diversos y archivos grandes. Versiones más modernas, más del estilo “hazlo tú mismo”, pueden tener transmisiones parchadas, de baja fidelidad sin listas de temas. Como sea, son una buena manera de escuchar algo que nunca antes habías oído.

Entrevistas con artistas

Las mejores recomendaciones frecuentemente vienen de los propios músicos y aunque no puedas llamarles para preguntar, las entrevistas son la siguiente mejor estrategia. Un perfil de Björk, por ejemplo, puede llevarte a los salvajes tecnoexperimentadores Sideproject, mientras una conversación en un podcast entre Charli XCX y Rina Sawayama te acercará al descubrimiento de tu siguiente diva favorita.

El algoritmo de YouTube

Si el algoritmo de Spotify está diseñado y recortado hasta el cansancio, el de YouTube resulta de lo más suelto. Casi nunca sabes qué vendrá después cuando estás escuchando música en YouTube (el canal de streaming preferido de mucha gente, especialmente entre los miembros de la generación Z). A veces puede ser otra canción del mismo artista, otras veces algo totalmente inesperado, como la ejecución de 1994 de Fade Into You que apareció ubicua durante un año en los algoritmos de muchas personas. Como sea, es un viaje.

Hasta aquí el artículo de The Guardian, al que solo le faltó incorporar como una de las mejores fuentes de recomendación musical, este blog con cabeza.


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