A principios de 2002, el Boston Globe empezó a publicar una serie de artículos que destapaban un extenso historial de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes católicos. Dichos abusos, cuyos casos más antiguos se remontaban a varias décadas atrás, habían sido conocidos por la archidiócesis de la ciudad. No obstante, la autoridad eclesiástica local había decidido no denunciar penalmente a los curas sino reubicarlos y negociar confidencialmente unas modestas indemnizaciones para las familias afectadas.
Esta forma indigna de proceder parecía haberse cronificado a lo largo del tiempo y su principal valedor había sido el mismísimo Cardenal Arzobispo de Boston, Bernard Law. Según la investigación periodística inicial, sólo en el área de Boston, hasta 87 curas habían perpetrado delitos de pederastia sin ser objeto de acción judicial. La publicación de una información tan contundente, corroborada por múltiples fuentes y centenares de víctimas, provocó una caída inmediata de la cúpula eclesiástica de Boston y la admisión de culpa por parte del Vaticano. La justicia entró a fondo en el caso incoando acciones de responsabilidad penal sobre los pederastas y finalmente condenando a los cinco cuyo historial delictivo era más prolífico y monstruoso. La publicación de la investigación tuvo eco interno y externo, generando un alud de denuncias sobre casos de pederastia en diócesis de todo el mundo.
El afloramiento de unos delitos tan aberrantes y el escrutinio público del caso fue una muestra de la mejor virtud del periodismo de investigación y, concretamente, hizo justicia al trabajo continuado de los profesionales que se esforzaron con ahínco para descubrir la verdad. El mérito es directamente atribuible a los miembros del equipo de investigación del Globe, la unidad Spotlight. Se trata de la sección de investigación más longeva de la prensa estadounidense y vio reconocido su trabajo con el Premio Pulitzer al servicio público en 2003.
Cualquier historia que clama en favor de la justicia y la dignidad merece recibir atención a través de todas las plataformas posibles. El cine es un medio artístico indispensable que puede prestar un gran servicio a la hora de difundir los valores intrínsecos de denuncia social. Esta fue la motivación principal que guió a Tom McCarthy y Josh Singer para escribir un libreto que explicara las interioridades de la investigación llevada a cabo por el equipo Spotlight. Ambos llegaban al proyecto con experiencia previa en la creación de guiones muy diversos: Up, El Ala Oeste (The West Wing), El Quinto Poder (The Fifth State), entre otros.
Tom McCarthy había combinado su carrera de guionista-director con la de actor. Asumió el reto de ponerse tras la cámara tomando como experiencia sus vivencias en la quinta temporada de The Wire, donde interpretaba a Scott Templeton, un reportero arribista del Baltimore Sun.El polémico guión no logró la complicidad de las grandes majors pero sí captó el interés de la potente red de productoras y distribuidoras independientes. En concreto, la película contó con un presupuesto de 20 millones de dólares que en buena parte aportaron Anonymous Content, First Look Media y Participant Media. La distribución corrió a cargo de Open Road Films. Por otra parte, el libreto de McCarthy y Singer resultaba tan prometedor, a nivel dramático, que no les costó conseguir un gran reparto que estuviera dispuesto a cobrar menos de lo habitual en beneficio de un proyecto tan interesante.
El punto de partida de la película se produce con la llegada de un nuevo editor a la redacción del Boston Globe. Se trata de Martin Baron (Liev Schreiber), un hombre parco en palabras que ha destacado en otras rotativas por su firme defensa del periodismo como poder de denuncia. A poco de su llegada, tiene conocimiento de un posible caso de abusos sexuales por parte de un cura católico y decide expandir lo que hasta ese momento sólo había ocupado una columna de opinión. Es así como, sin tener conocimiento de la idiosincrasia de la ciudad, invita a la unidad Spotlight, dirigida por Walter "Robby" Robertson (Michael Keaton), a que indague en el caso. La reticencia inicial es justificable dado que Boston, y Massachusetts en general, es una zona donde el catolicismo tiene un fuerte arraigo y la influencia de la institución se deja sentir en el tejido social. Abordar un caso como éste podía remover los cimientos de la ciudad y quizá por ello nunca se había llevado a cabo una investigación como ésta a pesar de tener indicios al respecto.
Sin embargo, esas reticencias iniciales expresadas por Robertson y por el editor adjunto, Ben Bradlee Jr. (John Slattery), se van matizando cuando los reporteros de Spotlight empiezan recoger datos que elevan la escala del caso en cuanto a la afectación y a la naturaleza abyecta del mismo. Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) y Matt Carroll (Brian d'Arcy James) se encargan de hilvanar una investigación que sube un peldaño con cada entrevista y declaración. Resultan particularmente destacables las conversaciones que mantiene Rezendes con Mitch Garabedian (Stanley Tucci), el abogado defensor de varias víctimas de abusos. Garabedian lleva años enfrentándose a la ocultación y al rechazo de la jerarquía religiosa pero sigue manteniendo las causas activas a la espera de que haya una oportunidad para ofrecer justicia a sus clientes. Rezendes ve abierto el escenario gracias al trabajo realizado por Garabedian mientras que, por contra, Robbie y Sacha se encuentran con el bloqueo que representan Eric MacLeish (Billy Crudup) y Jim Sullivan (Jamey Sheridan), dos abogados que, desde lados opuestos en el litigio, han contribuido a perpetuar la operativa estandar de la iglesia en estos casos de pederastia: acuerdos privados con indemnizaciones limitadas.
La verdad se enfrenta una vez más a la ocultación y también a la inacción e indecencia por parte de la archidiócesis que dirige el Cardenal Law (Len Cariou). Hay un momento en que algunos de los protagonistas se preguntan si una investigación así puede prosperar en una ciudad tan fervientemente católica. La jerarquía eclesiástica ejerce un gran poder a nivel social y puede representar un riesgo editorial para el propio periódico. La decisión radical de Martin Baron es antribuida por algunos al hecho de ser nuevo en Boston y además tener ascendencia judía. Pero, de nuevo, el periodismo de investigación, entendido como la búsqueda de la verdad desde una perspectiva valiente, exhaustiva y prolongada en el tiempo, se reivindica cuando el propio Baron afirma que los suscriptores católicos del Globe querrán, ante todo, "conocer la verdad" del asunto. En ocasiones, las aseveraciones aparentemente simples son las más relevantes a la hora de tomar decisiones importantes.
La película denuncia ampliamente la indecencia de los actos perpetrados por los curas pederastas. A cada paso de la investigación, remarca las constantes que se dan en estos casos: actuación sobre colectivos vulnerables, menores que proceden de familias desestructuradas con bajos ingresos y nivel cultural, etcétera. En los barrios donde hay mayor marginalidad, el pederasta perpetra más eficazmente sus actos puesto que se aprovecha de la vulnerabilidad de los niños más necesitados. En el caso de los sacerdotes, dicha manipulación se ve aún más refrendada por el halo de autoridad y respeto que generan en la comunidad. Una utilización vil y mezquina de las prerrogativas con las que han sido investidos.
No obstante, la denuncia de estos delitos tan despreciables no debe desviarnos del mensaje principal del film: la defensa del periodismo de investigación veraz, riguroso y contrastado como auténtica arma de justicia social. En una época en la que algunos medios nos inundan con informaciones poco trabajadas que son elevadas a la categoría de sentencias inamovibles, no viene mal que tengamos una película que reivindica lo contrario. Todos los pasos que realiza el equipo Spotlight vienen presididos por la contrastación y la rigurosidad constante. No se empieza a escribir el primer artículo hasta que se dispone de informes legales auditados y confirmaciones dobles o triples, ofrecidas por testimonios de diversa procedencia. Incluso Robby Robertson llega a comprometer una amistad sólida para obtener una confirmación decisiva sin la cual no se podría elaborar el primer alegato. Spotlight es una crónica realista de las vicisitudes a las que deben enfrentarse los profesionales que trabajan en grandes cabeceras editoriales. Al mismo tiempo, es una proclama en favor del trabajo grupal y ensalza las virtudes del mejor periodismo, aquél que inequívocamente es un garante en la construcción de sociedades más justas y decentes.
Tom McCarthy conversa con Rachel McAdams ante la mirada de Michael Keaton.
Tom McCarthy se enfrenta al reto con una dirección prodigiosa en el detalle. La cámara se muestra siempre atenta y dispuesta para percibir los matices de cada interpretación. Además, el ritmo narrativo se ajusta a una sensibilidad capaz de trasladar emocionalidad al público, sin reserva alguna. En este sentido, es heredera de los grandes clásicos del género como la magistral Todos los Hombres del Presidente (All the President's Men, 1976) aunque, en este caso, la calidez gana terreno a la frialdad política. Al tratar un tema de fuerte contenido social, la película se transforma en un vehículo de denuncia riguroso que también incorpora elementos muy conmovedores. La fórmula triunfa desde la sencillez en la puesta en escena ya que lo importante es crear el marco adecuado para que el excepcional elenco de intérpretes pueda dar lo mejor de sí, cosa que se consigue sobradamente.
Spotlight tiene el mérito de ser una película que nunca cae en el sensacionalismo ni en el efectismo. Hablamos de emociones reales que se trasladan a la pantalla de forma nítida y veraz, tal y como ocurre con la publicación del primer artículo que denuncia los hechos. Prensa y cine se unen para crear un film de referencia cuyo mensaje principal va más allá de la denuncia a una institución religiosa. Se trata de hallar la verdad, de la manera más rigurosa posible.