El Sr. Madina, aspirante a liderar el partido más votado de la izquierda española (por lo menos hasta hace poco), es un ejemplo de talante democrático y ponderación política. Lideró las juventudes socialistas en las provincias vascongadas y acusó al Sr. Jiménez Losantos de mentir; de pertenecer a un “mundo no democrático”; de ser de “la misma familia política” que los que asesinaron a Lorca; de “disparar balas de intolerancia”; de llevar en el corazón “carteles falangistas”; de escribir frases insultantes, “frases amargas de un hombre amargado, frases tristes de un hombre triste que contamina un país triste”; de no reconocer que “ha llegado el tiempo de libertades, libre pensamiento, derecho a reflexionar, derecho a la duda, a la vida y no a ser insultado por ello”.
En términos similares habló del ministro Acebes, demostrando en una entrevista más respeto por la terrorista que intentó matarle que por el ministro popular.
El progresismo militante se caracterizó desde siempre por repartir carnets de democracia y de corrección política, lo que les permite fustigar a D. Federico (que no es santo de mi devoción) mientras se postran a los pies del Sr. Gabilondo que practica el sectarismo como un modo de ejercer su profesión, pero desde el lado que se considera adecuado en opinión de los poseedores de la verdadera filosofía social y de gobierno. Una forma sibilina de conseguri el pensamiento único que perpetúe en el poder a una casta, que se termina por parecer al sistema democrático de listas cerradas que intenta establecer el Sr. Iglesias en “Podemos” como decíamos ayer. En definitiva, otra secta en la que pensar es también un atavismo.