Srebrenica, años después de la masacre de 1995. Cámara al hombro, capta imágenes que se pueden sentir, oler, tocar. Fotografías que rezuman silencio e invitan a cerrar los ojos y bajar la cabeza recordando aquellos terribles días de julio de 1995. Judit acompaña las fotografías con una narración de sus sensaciones que no te va a dejar indiferente.
Esta es la segunda parte necesaria que completa su viaje por aquellas tierras de la antiguaYugoslavia que guardan tanto odio. Disfrutad y compartid esta vivencia con ella... Ya sabemos todos que cuando se viaja, aquello que encuentras en el camino puede remover la conciencia. ¿Será por eso que viajamos? El equipo de Inshala Travel
A modo de recordatorio, recuperamos el fin de la primera parte...
...Recorro despacio los aproximadamente 300 metros cuadrados donde están grabados los miles de nombres de los fallecidos en la masacre. Padres, hijos, hermanos, la inmensa mayoría hombres, aunque también hubo alguna mujer. Muchas sobrevivieron después de ser vejadas y violadas. Los apellidos se repiten, siete, ocho veces, uno tras otro, cayendo como losas sobre la conciencia. Algunas flores marchitas reposan sobre la piedra.
Si deseeas leer la primera parte completa: " Srebrenica: 6 días de julio escritos en rojo (I)"
Segunda parte
Cruzando la carretera está la vieja fábrica de baterías en la que estaban acantonadas las tropas holandesas de la ONU que debían velar por la que se denominaba "zona segura de Srebrenica". Cuando las tropas de Ratko Mladic empezaron el ataque desde los montes que se ciernen sobre el núcleo urbano de Srebrenica, varios miles de refugiados vinieron huyendo hasta aquí, a Potočari, a unos 6 km, pensando que los 400 soldados mal armados y sin apenas provisiones les protegerían. Junto a la verja de acceso, una caseta de obra hace las veces de tienda de souvenirs. En unas abarrotadas estanterías metálicas, ediciones del Corán, CDs con el Al-Azzan o llamada a la oración grabada, másbahas o rosarios musulmanes y camisetas y gorras con el lema "Don´t forget Srebrenica".
En la entrada a la nave principal, una mesa y un libro de firmas. El silencio, denso, pesado, resulta perturbador. Da la impresión de que los lamentos, el miedo y la incertidumbre de las miles de personas que allí se refugiaron han quedado encerrados en el lugar. De las paredes cuelgan fotos y mapas que la humedad se está comiendo poco a poco. Una de las imágenes sirve para recoger una orden verbal que Radovan Karadžić transmitió a Miroslav Deronjić, líder del SDS en Bratunac el 9 de julio de 1995: " Miroslav, they should all be killed... anybody you come across...! ".
En el centro del pabellón se alzan dos estructuras cúbicas que sirven como improvisado museo. Una de ellas alberga una pequeña sala de proyecciones para los grupos. En la otra mitad se exhiben objetos personales hallados en algunos de los cadáveres encontrados a lo largo de estos años, con una foto de su dueño y una pequeña leyenda. Así, la vista va recorriendo pequeñas urnas que guardan gafas, cartera con documentación, anillo... En una esquina de la nave se amontona lo que parece parte de la antigua maquinaria de la fábrica.
Junto a este pabellón se encuentran las antiguas oficinas donde estaban alojados los soldados holandeses. En los cristales que aún quedan sin romper se reflejan las tumbas del cercano memorial. Algunas indicaciones en neerlandés recuerdan que está prohibido fumar. Intento buscar alguno de repugnantes graffitis atribuidos a los soldados y que son una muestra de la catadura moral de muchos de ellos, pero desconozco en qué parte del edificio están exactamente.
Nos acercamos hasta Srebrenica. En la entrada al pueblo, un cartel de considerable tamaño advierte de que en los montes del entorno aún quedan enterradas minas terrestres. Le pregunto a Tarik si es cierto que la gente de la zona aún encuentra en los bosques restos óseos semienterrados. Me responde afirmativamente. A veces la tierra se alía con la verdad para devolver lo que aún no había reclamado de forma natural. El pueblo apenas tiene nada que ver: una mezquita reconstruida, la casa que alberga las oficinas de la OSCE, paredes con impactos de proyectiles ... Antes había un balneario que creo que aún está en reconstrucción. Las autoridades bosnias quieren relanzar esta zona limítrofe con Serbia como enclave ecoturístico.
Volvemos a . Lo hacemos en silencio. Miro pensativa las casas que jalonan la carretera. Vuelvo a recordar la sentencia de Edmund Burke grabada en una pared de la exposición fotográfica de Tarik Samarah sobre Srebrenica que está en el centro de Sarajevo y que había visitado la víspera: " La única cosa necesaria para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada ".
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