Revista Cine

Staten Island, perdidos en la "Gran Manzana".

Publicado el 17 diciembre 2010 por Crowley

“Nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como no sea el deseo de olvidarla”
(Montaige)

Recuerde usted esto que le voy a decir.
Debe matar a la persona que le hemos dicho.
No lo olvide, porque es muy importante. Sobre todo para usted.
La memoria es un complejo mecanismo que nunca dejará de sorprendernos. Para bien o para mal. Normalmente se asocia en el contexto de imágenes fijas, como fotografías evocadoras de determinados momentos de nuestra vida, pero yo creo que todo depende de los estímulos que se reciben y de las circunstancias en que se nos dan.
Hagan un ejercicio de memoria y retro-traigan su mente, aquellos que tengan edad para ello, al año 1981 concretamente. Da igual el día, piensen tan sólo que es una mañana cualquiera. ¿Están situados?. ¿Sí?. Bien, sigamos pues. Imagínense ahora que se encuentran vagando por la ciudad en la que viven, deambulando por sus calles sin dirección concreta y sin saber hacia dónde se dirigen ni por qué, como si les hubiesen inducido un estado de amnesia. Imaginen ahora que, pasadas las horas de desconcierto, de pasos sin rumbo, descubren algo aterrador, algo que les rompe todos los esquemas. Imaginen que se dan cuenta de un pequeño detalle. La ciudad en la que creen que están, ese emplazamiento geográfico, temporal, al que se aferran con fuerza, no es más que una ensoñación habitada por mendigos y delincuentes, se trata no de una urbe real (si es que alguna lo es), sino de una maqueta a escala 1:1 de la ciudad de Nueva York que creían estar transitando. Y esa réplica está perdida en medio del desierto de Nevada.
¿Se imaginan cómo se sentirían?.
Pues, eso es lo que ha planteado Arthur Nersesian en Staten Island (editada por Alpha Decay), para el protagonista de esta futurística historia, un antihéore llamado Uli.
Indudablemente, el lector tendrá, según avanzan las páginas, ecos y reminiscencias de Ballard ("La sequía" sobre todo), Philip K. Dick ("Ubick", "El hombre en el castillo"), Orwell ("1984"), Burroughs (y su "Interzona") o Huxley ("Un mundo feliz"), quienes ya utilizaron una ciudad, una zona ficticia en tiempo y en espacio, como eje sobre el que desarrollar una sátira política como la que Nersesian nos propone aquí, pero también nos lleva hasta películas como "Mad Max", "12 Monos" o "1997, Rescate en Nueva York", por ese apocalíptico entorno post-ataque terrorista.
Todo este despliegue de virtuosismo visionario, encierra en su haber una crítica alucinada, nada velada, a una ¿imaginaria? política de los 80 (sobre todo el Watergate, pero que tiene toda la vigencia intacta y es extrapolable para lo que sucede hoy día) y a la gestión de los gobiernos (Puteros y los Cagaos en este caso son los dos principales partidos de este mundo) para aplicar medidas absurdas y precipitadas a problemas inesperados. Y uno, según va descubriendo cosas, según va leyendo el libro, no puede dejar de preguntarse si de verdad todo eso que se nos cuenta es ciencia-ficción, porque en nada difiere de lo que ocurre en muchos sitios del mundo (marginados y extranjeros, chusma y problemáticos, todos son metidos en el mismo saco y o bien son expulsados de las fronteras de nuestros territorios, o bien son confinados en espacios vigilados en los que ha de imperar la ley del más fuerte).

Arthur Nersesian

Ciudades semidevastadas. Ciudades que no son pero quieren ser. Drogas de diseño. Grupos terroristas. Autobuses enrejados. Puteros y Cagaos al poder de la zona. Agentes con rostros cambiantes. Perros salvajes. Distopía posmoderna. Elecciones predestinadas. Recovecos de la memoria...
Una lugar donde nada es lo que parece y en el que posiblemente entres, pero del que difícilmente salgas.
Bienvenidos a Staten Island.


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