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STEPHEN KING: Mientras escribo

Por Blancamiosi
STEPHEN KING: Mientras escribo
Acabo de leer Mientras escribo, un libro escrito porStephen King; diferentes a cuantos había escrito hasta el 2001, año de supublicación. La primera parte es algo así como una autobiografía, aunque elautor dice que no pretende serlo.  Peropara mí como lectora, resultó interesante conocer la génesis de este prolíficoautor.  Stephen King escribe desde muyjoven, casi un niño, alentado por su madre y su hermano mayor, un chicoinquieto que fundó una pequeña revista en el pueblo de Stratford, Connecticut. Stephenhacía de periodista y se ocupaba de los chismes del pueblo, al mismo tiempoescribía cuentos que enviaba a una editorial e invariablemente recibíarechazos, es una parte de su vida que resume con claridad su formación comoescritor.
A continuación,copio lo que para mí equivale a un aprendizaje invalorable en este libro:
«Los dos años que faltabanpara acabar el instituto me depararían muchas clases de literatura, y lafacultad muchas de narrativa y poesía, pero aprendí mas en diez minutos conJohn Gould.

Ojalá conservara elartículo, porque merecería enmarcarse con las correcciones, pero guardo unrecuerdo bastante claro del texto y de su aspecto después de que Gould lohubiera repasado con el bolígrafo negro. He aquí un ejemplo: (Las palabras ennegrita están tachadas en el libro original)Anoche en el populargimnasio del instituto de Lisbon, la hinchada local y la de Jay Hills reaccionaroncon el mismo asombro ante una proeza deportiva sin parangón en la historia delcentro. Bob Ransom, cuya estatura ypuntería le han granjeado el apodo de «Bob, el Bala», marcó treinta y sietepuntos. No, no han ustedes leído mal. Lo hizo, además, con elegancia, rapidez... y una educación poco frecuente,que se tradujo en dos únicas personales en toda su búsqueda caballeresca de unrécord que no se había roto en Lisbon desde los años de Corea...  Al llegar a «los años deCorea»,  Gould interrumpió la lectura yme miró.—¿De qué año era el últimorécord? —preguntó.Suerte que yo tenía misapuntes.—De 1953 —contesté.Gould gruñó y siguiócorrigiendo. Cuando terminó de marcar el texto tal como aparece encima de estaslíneas, levantó la cabeza y vio algo en mi cara. Debí de parecerle horrorizado,pero estaba en éxtasis. Pensé: ¿por qué no hacen lo mismo los profesores delengua? Era como el «hombre visible» que tenía Diehl en su mesa del aula debiología.—Oye, que sólo quito lo queestá mal, ¿eh? —dijo Gould—.En general es muy correcto.—Ya —dije yo, refiriéndome alas dos cosas: a que en general era muy correcto y a que sólo quitaba lo queestaba mal—. No se repetirá.Él rió.—Pues entonces nunca tendrásque ganarte la vida trabajando. Podrás dedicarte a esto. ¿Quieres que teexplique alguna de las correcciones?—No —dije yo.—Escribir una historia escontársela uno mismo —dijo él—. Cuando reescribes, lo principal es quitar todolo que no sea la historia.»

STEPHEN KING: Mientras escriboA menudo mehago la siguiente reflexión, y es la pregunta que suelo hacer a los escritoresque entrevisto: ¿Ayuda seguir un curso de narrativa para ser un buen escritor?
«Suelen preguntarmesi creo que el escritor novel de ficción puede sacar algún provecho de lasclases o seminarios de escritura. Demasiado a menudo, los que me lo preguntanbuscan una varita mágica, un ingrediente secreto o quizá la pluma mágica deDumbo, artículos que, por atractiva que sea la publicidad, no se encuentren enlas aulas. Personalmente no creo mucho en las clases de escritura, pero tampocoestoy del todo en contra.»
«Como mínimo, loscursos y seminarios de escritura suelen tener la siguiente ventaja: que enellos se toman en serio las ganas de escribir narrativa o poesía. Para losaspirantes  a escritores que han sidoobjeto de condescendencia por parte de amigos y parientes (un comentario típicoes «de momento mejor que no dejes el trabajo», que suele pronunciarse con una sonrisaodiosa), no hay nada mejor. Las clases de escritura son de los pocos lugares,si no el único, donde no está mal visto pasar porciones generosas de tiempolibre en un mundo de sueños. Aunque ¿necesitas permiso de alguien paravisitarlo? ¿En serio? Para creerte escritor, ¿tiene que hacerte alguien una cartulinade identificación donde figure la palabra? Espero encarecidamente que no.»
Y lo que dice acontinuación, una reflexión suya acerca del libro-manual: Mientras escribo:
«Al proponerle laidea de un libro sobre la escritura a mi editor de Scribner, lo hice con lasensación de saber mucho sobre el tema; casi me explotaba la cabeza de quererdecir tantas cosas. Ahora no niego que pueda saber mucho, pero hay muchas cosasque han acabado por resultar aburridas, y he descubierto que el resto, por logeneral, tiene más relación con el instinto que con algo parecido al«pensamiento  elevado». El esfuerzo deponer por escrito esas verdades instintivas me ha costado sudor y lágrimas. Por otro lado, en plena redacción de estelibro ocurrió una de esas cosas que, como suele decirse, te cambian la vida.Enseguida lo cuento. Ahora sólo quiero dejar claro que he puesto todo miempeño. Queda otro tema por abordar, uno que está directamente relacionado con el hecho decisivo al que acabo de referirme,y del que ya he hablado pero sólo de manera indirecta. Ahora voy a coger eltoro por los cuernos. Es una pregunta que me hace la gente de distintas maneras.Hay quien me la hace educadamente  y hayquien a lo bestia, pero  siempre sereduce a lo mismo:
«Oye, ¿tú escribes por dinero?»
La respuesta es que no, ni ahora ni nunca. No niego que mislibros me hayan dado mucha pasta, pero nunca he escrito ni una sola palabrapensando en que me la pagarían. A veces he escrito para hacerle un favor a unamigo, pero no se puede definir  deninguna manera peor  que como una especiede trueque rudimentario. Siempre he escrito porque me llenaba. Puede que sirviera para pagar la hipoteca ylos estudios de los niños, pero eso era aparte.Yo he escrito porque me hacía vibrar. Por el simple gozo dehacerlo. Y el que disfruta puede pasarse la vida escribiendo.»
Creo, al igualque Stephen King, que escribir más que un oficio, es un placer, y podría serun error abandonar el trabajo que nos proporciona el pan de cada día paradedicarnos de lleno a la escritura, a no ser que firmemos un contrato por arribade las seis cifras altas. Mientras tanto, continuaremos con la satisfacción dever publicadas nuestras obras para que sean compartidas por un segmento del público,aquel que compra y se atreve a leer a escritores noveles.
B. Miosi

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