Veía hace unos días el vídeo promocional del último libro de Johnson, ¿De dónde vienen las buenas ideas? (su libro anterior, Sistemas emergentes. O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software, no tiene desperdicio).
Se habla en este caso de innovación, de creatividad, de historias y conclusiones alrededor del que podríamos definir como el estilo cognitivo más popular (y a la vez, a veces, sin sentido) de las últimas décadas del XX y la primera del siglo XXI.
Trabajo actualmente en ello, en asociar características de nuestro cerebro derecho a la revolución creativa que podemos protagonizar en la web. Terminó el tiempo de las preguntas sin respuesta, es hora hacernos las preguntas adecuadas. Creo también que debemos incorporar a los niños/as a cualquier ejercicio sobre creatividad. Ahora que las nuevas tendencias educativas parecen facilitar la comunicación horizontal entre niños y adultos podemos tener la oportunidad de ello.
Los vídeos, como este mismo post, nos ayudarán a entender las últimas tendencias en innovación, cómo, lejos de lo que a veces nos presentan (el momento “Eureka”), las ideas innovadoras no surgen de forma aislada sino que son producto de un proceso mucho más largo y predecible.
Añadiría que las ideas surgen, se intreconectan y finalmente, tal y como ya explicaban los psicólogos cognitivos gestáticos, toman sentido (en este sentido la expresión “make sense” anglosajona explica mucho mejor que cualquiera de las nuestras ese momento inspiración que no surge de forma tan espontánea).
Algunos de los temas son liberar las ideas para que puedan ser conectadas, las cafeterías (nuevas ágoras locales) como espacios afines a innovación, al desarrollo de redes líquidas, lugares de encuentro entre mentes diversas (y claras, los bares anteriores sirviendo alcohol no sirvieron igual al objetivo de hacer surgir las ideas ), las teorías de Darwin como proceso más como insight creativo y un ejemplo final que en momentos de desarrollo imparable de la web móvil me llamaba poderosamente la atención. Corto y pego transcripción:
“Y les quiero dejar esta historia que captura muchos de estos valores; es una historia maravillosa acerca de innovar y como sucedió de manera inusual. Es octubre de 1957 y se acaba de lanzar el Sputnik; estamos en Laurel, Maryland, en el laboratorio de física aplicada en conjunto con la Universidad Johns Hopkins. Es lunes a la mañana y las noticias dicen que el satélite está girando alrededor del planeta. Y por supuesto, esto es el cielo de los nerds, ¿cierto? Todos estos locos de la física están pensando: “¡Dios mío! Es increíble. No puedo creer que esté pasando”. Y dos de ellos, dos investigadores veinteañeros del laboratorio de física aplicada están en la mesa de la cafetería conversando informalmente con varios colegas. Estos dos hombres son Guier y Weffenbach. Empiezan a hablar y uno de ellos dice: “¿alguien ha tratado de escuchar esa cosa? Hay un satélite artificial en el espacio enviando señales de algún tipo. Probablemente podríamos oírlas si las sintonizamos”. Así que preguntan entre los colegas y todos dicen: “No, no lo había pensado. Es una idea interesante”.
Y resulta que Weiffenbach es un experto en la recepción de microondas, y tenía una pequeña antena con un amplificador en su oficina. Guier y Weiffenbach van a la oficina de Weiffenbach y empiezan a buscar por todos lados; hoy diríamos a “piratear”. Después de un par de horas comienzan a recibir la señal porque los soviéticos hicieron el Sputnik muy fácil de rastrear. Estaba en los 20 MHz, así que se lo podía encontrar fácilmente, básicamente porque temían que la gente pensara que era una farsa. Así que lo hicieron fácil de ubicar.
Por eso este par de hombres están sentados escuchando la señal y la gente empieza a llegar a la oficina diciendo: “Es genial. Puedo escucharlo. Es grandioso”. Y pronto piensan: “Esto es histórico. Tal vez seamos los primeros en Estados Unidos en estar escuchando esto. Deberíamos registrarlo”. Así que traen esta grabadora gigante y anticuada, y comienzan a grabar esos pequeños pitidos. Empiezan a escribir la fecha y la hora de cada pequeño pitido que graban. Empiezan a pensar: “estamos notando pequeñas variaciones en la frecuencia. Probablemente podríamos calcular la velocidad a la que se mueve el satélite con un poco de matemática elemental usando el efecto Doppler. Y jugaron un poco más con esto, hablaron con un par de colegas de otras especialidades. Y dijeron: podríamos mirar con detenimiento la pendiente del efecto Doppler para dar con los puntos en los que el satélite está más cerca de nuestra antena. y los puntos en los que está más distante. Es genial”.
Y, eventualmente, tuvieron el permiso… esto es un proyecto al margen que no es parte de su trabajo. Tuvieron acceso a un computador UNIVAC del tamaño de la sala que tenían en el laboratorio de física aplicada. Calcularon algunos números más y en 3 ó 4 semanas habían rastreado la trayectoria exacta de este satélite alrededor de la Tierra, sólo escuchando la señal, y siguiendo la corazonada de lo que les interesó hacer un día en el almuerzo.
Un par de semanas más tarde su jefe, Frank McClure, los llamó al salón y les dijo: “tengo que preguntarles algo sobre ese proyecto en el que están trabajando. Han encontrado la forma de saber la ubicación desconocida del satélite que está girando alrededor del planeta desde un sitio conocido en la superficie terrestre. ¿Podría hacerse al revés? ¿Podrían ubicar algo en la superficie terrestre si supieran la ubicación del satélite?” Lo pensaron y dijeron: “quizá se pueda. Permítanos calcular unos números”. Así que se fueron a pensarlo y regresaron diciendo: “realmente será más fácil”. Y él les dijo: “Oh, es grandioso. porque, verán, tengo estos nuevos submarinos nucleares que estoy construyendo, y es muy difícil saber cómo hacer que los misiles lleguen a Moscú si no sabemos dónde están los submarinos en medio del Océano Pacífico. Pensamos que podríamos enviar unos cuantos satélites y usarlos para ubicar los submarinos y conocer así su ubicación en medio del océano. ¿Podrían trabajar en ese problema?
Y así fue como nació el GPS 30 años más tarde. Ronald Reagan fue quien realmente abrió la plataforma para que cualquiera pudiera construir sobre ella y cualquiera pudiera sumarse y crear nueva tecnología que creara e innovara sobre esta plataforma. La dejó abierta a cualquiera para que hicieran lo que quisieran.”
Así es como se produce la innovación. Las oportunidades, la suerte, favorecen a la mentes conectadas, nos dice Johnson-
Fuente: Blog El Caparazon http://www.dreig.eu/caparazon/2010/10/10/steven-johnson-y-la-innovacion-los-curiosos-origenes-del-gps/
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