Pensad esto: eres un tipo con talento que se dedica a dirigir películas; has sido capaz de alcanzar el éxito de masas gracias a él, y estás rodando una nueva película. No piensas en la fama; el dinero no es problema, no tienes que demostrar nada a nadie. Filmas, porque es lo que realmente quieres hacer: lo disfrutas como un niño. Existe la tecnología para llevar a cabo tu visión de la fantasía y de pronto recreas unas palabras negras mecanografiadas sobre papel blanco en una escena tan imborrable que hace del cine ese entretenimiento, arte, o lo que cada uno quiera que sea, en algo realmente mágico y emocionante: algo nunca visto hasta entonces.
Me pregunto qué sintió Steven Spielberg al ver el montaje de las bicicletas sobrevolando la noche delante de la luna llena unidas a la, probablemente, mejor banda sonora que John Williams haya compuesto nunca. ¿Qué pasaría por su cabeza? Era algo que no se había hecho. El cine había cambiado para siempre con la aparición de ‘La Guerra de las Galaxias’ pero ahora Spielberg había llevado el séptimo arte a otro lugar. Todo niño tiene una deuda pendiente con el llamado ‘Rey Midas’ de Hollywood. Spielberg ha sido el responsable de hacer volar la fantasía de millones de niños durante las últimas tres décadas, y probablemente siga siendo por mucho 3D, super ordenadores, efectos especiales o lo que sea que venga el responsable de transformar el cine en sueños para tantos como vean por primera vez una película como ‘ET’ por primera vez.
Habían pasado poco más de diez años desde que un joven Spielberg sorprendiera con la que se puede considerar su primera película. Una obra que es puro talento, pues los medios con los que contó eran más bien escasos para el gran resultado que nos ofrece. ‘El diablo sobre ruedas’ debería ser la motivación para cualquiera que se quiera dedicar al cine y no tenga los euros necesarios. El pulso narrativo de la cinta, que fue exhibida en cines aunque esa no era la idea inicial, hace que la historia simplemente te atrape. Spielberg año cero. El futuro era solo cuestión de tiempo.
Desde luego decir que has visto todas o la mayoría de las películas de Steven Spielberg no es especialmente meritorio; tampoco hay un premio a la persona que vea más películas o se es más mejor por pasar más tiempo sin relacionarse con el mundo por ver cine coreano. Simplemente, me refiero al hecho de que casi cualquier persona, sea más o menos aficionada al cine, ha visto cintas tan memorables como ‘Jurassic Park’, ‘Tiburón’, ‘La lista de Schindler’ la trilogía de Indiana Jones, por citar algunas. ¿Es esto fruto del azar? ¿Acaso es fruto de una conspiración perpetrada por los programadores de las cadenas privadas de televisión? Puede que solamente sea cuestión de perspectiva; o mejor dicho, perspectiva sobre las posibilidades del cine como cultura de masas.
Por supuesto que Spielberg tuvo suerte, pero más allá del azar si hay algo por lo que se le recordará, será por llevar el cine como entretenimiento a otra dimensión nunca antes imaginada. Antes de Tiburón ya existía Hitchcock: Spielberg no inventó el suspense ni el terror; antes de Indiana Jones ya existía ‘El tesoro de Sierra Madre’ (por poner un ejemplo): Spielberg no inventó el cine de aventuras; antes de ‘E.T’, ‘Salvar al soldado Ryan’, ‘Encuentros en la tercera fase’…Antes, ¡ya existía el cine! Sin embargo, después de Spielberg las reglas cambiaron.
La primera muestra de este ‘nuevo cine’ fue ‘Tiburón’. Un joven Spielberg se propuso atemorizar a toda una generación cada vez que fuese a la playa en verano. A fe que lo consiguió. Nunca algo que no vemos pero que sabemos que está ahí causó tanto temor; aun cuando ya hemos visto la película y han pasado décadas; ahora que sabemos que aquel tiburón es solo un robot un poco estático. Pese a todo, ‘Tiburón’ siempre estará en la retina de cualquier cinéfilo. ¿Cuál es el truco de Spielberg? Hacer de una historia que puedes resumir en una línea, un entretenimiento inmortal de dos horas. ¿De qué va la película? «Va de un tiburón blanco; muy grande». Además siempre, siempre, están esas frases en sus películas…«necesitará un bote más grande», «!en la ciudad hay un taxidermista que le va a dar un ataque cardiaco cuando vea lo que le traigo!». El éxito, claro, fue rotundo. Desde entonces, decir Spielberg es decir John Williams; y la música que compuso para esta película de 1975 es sinónimo de ‘Tiburón’.
El éxito catapultó a Steven Spielberg a una nueva dimensión donde en 1977 le llevó a filmar su segunda película con idéntico resultado. ‘Encuentros en la tercera fase’ posee las cualidades para seguir funcionando después de treinta años como si fuera nueva. Su puesta en escena, guion (escrito por el propio Spielberg) y temática siguen funcionando como un reloj suizo. Cierto es que aquel mismo año otra cinta de ciencia ficción rompió el molde (no es otra sino ‘Star Wars’) dejando la obra de Spielberg en un segundo plano, pues lo normal hubiese sido, como luego fue costumbre, que una película suya fuese la más exitosa del año. Sin embargo y pese a todo, ‘Encuentros en la tercera fase’ despliega lo mejor de Spielberg y de aquellos últimos setenta que ya presagiaban el futuro cine típicamente ochentero. Como nota cinéfila a pie de página, ¿qué decir de la aparición de Truffaut? Cuanto menos es un detalle curioso. Williams enamora de nuevo. Todo funciona a la perfección. La época dorada de Spielberg. Todo era posible y lo que tocaba se convertía en un éxito sin precedentes.
Ya en plenos ochenta y después de la irregular ‘1941’ donde la estrella fugaz John Belushi protagonizaba una sátira ambientada en tiempo de la guerra, apareció un nuevo personaje instantáneamente inmortal y reconocible en casi cualquier lugar del mundo cinevizado. Harrison Ford tendría un problema de bipolaridad artística de por vida. Han Solo o Indiana Jones, he aquí la cuestión. El que nos ocupa responde al típico profesor-aventurero siempre con la muerte en los talones (parafraseando a Hitchcock),algo que jamás nadie podía haber llevado mejor a la gran pantalla que Spielberg. El cine de aventuras renació gracias a este particular héroe contemporáneo y ‘En busca del arca perdida’ fue la primera de una serie de aventuras fantásticas ambientadas en la primera mitad del siglo XX. La mezcla de misterio, aventura, buenos y malos girando alrededor de un aventurero ilustrado bastante atípico en el género no parece tener fecha de caducidad. Seguro que hay quien no haya visto alguna de sus películas. Solamente recomiendo un día de lluvia sin ninguna obligación; cantidades ingentes de avituallamientos; compañía y una película de Indiana Jones ¿Qué mejor plan?
‘Encuentros en la tercera fase’, ‘En busca del arca perdida’ y un año después ‘E.T’. Tres películas indispensables en cinco años no es mal número y da muestra del estado de gracia del director norteamericano durante aquellos años. Quizás el caso de ‘E.T’ fue el más novedoso. ¿Quién no recuerda haber temido a aquel ser extraño durante los primeros minutos de la película cuando era niño? y del mismo modo, ¿quién no recuerda sonreír minutos más tarde o emocionarse en no pocos momentos a lo largo del metraje? Spielberg creó una nuevo concepto del alienigena. ¿Por qué ha de ser malo pudiendo ser bueno? el valor de la amistad tiene pocos ejemplos tan universales como esta fábula en la que los sueños literalmente vuelan a través del cielo.
‘E.T’ fue la confirmación absoluta de Spielberg como director de masas y hacedor de dólares por cientos de miles. El éxito ya no tenía mérito para él y en su cabeza ya rondaba una nueva idea, un nuevo objetivo. Ya se había ganado al público pero ahora quería entrar a la historia demostrando que además de hacer cine para todos era capaz de hacer cine de altura, del que pasa a la historia en forma de un señor dorado que se convirtió en su obsesión. El Oscar sería su nueva meta después de hacer la primera secuela de las aventuras de Indiana Jones. ‘Indiana Jones y el Templo Maldito’ vino a remarcar el momento de Spielberg. Siendo menor en ciertos aspectos con su predecesora sigue manteniendo esa chispa mágica que haga de su metraje algo fantástico. Indiana Jones aún volvería (y aún más). Pero ahora comenzaba una nueva carrera. El ascenso hasta el reconocimiento total como director.
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