Con el sorpresivo, pero merecido, éxito de Tiburón, era de esperarse que Spielberg tuviese licencia para hacer lo que se le diese la gana, a final de cuentas se encontraba en Hollywood y es de todo mundo conocido como funcionan las cosas por allá Sin embargo resulta curioso que Spielberg ya planease la cinta que nos ocupa esta vez, cuando se encontraba en el rodaje de The Sugarland Express. Aunque eso de curioso poco a poco se va trasformando en normal. Normal debido a que Encuentros cercanos del tercer tipo, titulada con anterioridad Watch the Skies, era un proyecto muy personal que se remontaba a la niñez del propio director, en concreto a una lluvia de meteoritos que Spielberg presencio junto a su padre en New Jersey.
Y si esto fuese poco, a la edad de 17 años el propio Spielberg filmo Firelight, una suerte de homenaje a la vida extraterrestre y, por ende, a los primeros indicadores de que la ciencia ficción le llamaba poderosamente la atención. Pues a final de cuentas cuando uno es un niño tiene tantos sueños y aventuras en la cabeza que de algún modo desea, inconscientemente realizar en la vida real. Por ello no es descabellado que Spielberg tuviese la idea de llevar Firelight a la gran pantalla, pero a manera de largometraje y en forma “seria”. Con el bombazo de Tiburón y con la crítica y el público adorándolo Spielberg estaba en una cuna de oro y se sentía respaldado en prácticamente todo. Algo fundamental para un director que comienza su ascenso por el dificilísimo oficio de cineasta.
Respaldado por John Williams en la música, Vilmos Zsigmond en la fotografía y un equipo técnico especializado en efectos visuales, Spielberg poco a poco iba juntando los engranajes de su obra más querida, o al menos hasta que nos presentara a E.T., unos años después. Para el protagonista eligió al carismático Richard Dreyfuss, con quien ya había trabajado exitosamente en Tiburón; y para reforzar el nivel interpretativo de la historia, contó con nada más y menos que François Truffaut, brillante director francés, fundador de la Nueva Ola francesa al lado de Jean-Luc Godard, Éric Rohmer, Claude Chabrol y Jacques Rivette. Truffaut había manifestado su deseo de poder participar con Spielberg, pues le llamaba poderosamente la atención la manera de filmar del oriundo de Cincinnati. Por si fuera poco, Spielberg lo admiraba, así que el que Truffaut colaborara en esta película estaba más que cantado.
La historia que sigue Encuentros cercanos del tercer tipo esta claramente dividida en tres partes: la primera, la principal, es la de Roy Neary (Dreyfuss), un hombre de familia que trabaja como ingeniero en reparación de líneas eléctricas en Indiana. La segunda historia nos presenta a Jillian Guiler, interpretada acertadamente por Melinda Dillon, una madre soltera con un pequeño hijo, el cual será “secuestrado” por extraterrestres. La tercera historia, por mucho la mejor, es la del investigador fránces Claude Lacombe (Truffaut), un especialista en el caso UFO, Objeto volador no identificado, por sus siglas en inglés. Como es de esperarse las tres historias se entrelazaran en un desenlace simplemente hermoso y magnifico.
Es evidente que en las tres historias el propio Spielberg se refleja en la piel de sus personajes, de una u otra manera. Ya sea como un niño soñando con seres de otro planeta, un padre de familia que cree tener un destino diferente al que te loco vivir, o un investigador que viaja alrededor del mundo en busca de alienígenas. De las tres historias la mas floja, tanto en fuerza dramática como en estructura narrativa, es curiosamente la principal, la de Dreyfuss, pero no es culpa de él, sino del propio Spielberg pues nunca logra sostenerla por completa, dejando grandes agujeros en guión y presentando una curva dramática muy apresurada y poco creíble del protagonista. No es que la historia de Jillian sea mejor ni mucho menos, pero es mucho más sencilla en lo que cuenta. Por contra, la complejidad y sentido de aventura y simpatía con la travesía de Lacombe esta mucho mejor trazada, es más interesante y divertida.
Incluso se siente vacía la trama cuando Lacombe falta, pues los personajes no tienen tanto peso en pantalla como Truffaut, por fortuna para Spielberg el apartado visual le salve en numerosas ocasiones. Desde la brillante secuencia en Indiana hasta el monumental desenlace, una oda y un poema audiovisual de como hacer cine de tan formidable manufactura. No es coincidencia que la misma escena haya sido homenajeada en numerosas ocasiones tanto en cine como en televisión. Si el cine de ciencia ficción, con respeto a la vida extraterrestre, creció de forma impresionante, en gran parte se lo deben a este brillante ejercicio fílmico de Spielberg. Es posiblemente de las pocas cintas de Spielberg que son más recordadas por el apartado técnico que por el interpretativo. Es hasta cierto punto lógico: Spielberg le aposto todo a lo emocionante y espectacular plasmado en imagen y en sonido, lo demás poco le importaba. Y se nota.
Creo que Encuentros cercanos del tercer tipo pudo haber sido una película mucho más impresionante, pero Spielberg se limito en ir más allá. Si bien por momentos juega con los elementos que rodean a los personajes, como la habitación del hijo de Jillian, la obvia referencia a Pinocho o los haces de luz azules, que Abrams hace tanto uso en su filmografía, sobre el rostro del gobierno americano, son muy interesantes, desafortunadamente Spielberg opta por mostrar solo destellos, algo por lo cual a la fecha se le recrimina como director. Y es un tanto molesto, pues talento lo tiene, y de sobra, no solo por lo que mostró en su Obra maestra como fue Tiburón, sino por el tramo final de está película. Si por algo la cinta esta considerada como patrimonio fílmico en EUA, es en gran parte por la nave nodriza que hace contacto con los estupefactos protagonistas. Un clásico.
Se hablo mucho, recientemente, de que Super 8 de Abrams le copio descaradamente a E.T., El extraterrestre, pero es evidente que gran parte del trabajo que vemos en Super 8 se debe a Encuentros cercanos del tercer tipo. Y no solo el filme de Abrams, se me vienen a la mente filmes como Hombres de Negro, Día de independencia y Contacto, entre muchas otras. El legado que Spielberg nos deja es maravilloso, más por el poder visual y auditivo que por la historia en si. No considero que sea un bajón tan drástico en la carrera de Spielberg, pero si significativo, más sin embargo se logra mantener y tener relevancia aún a día de hoy. Un trabajo meramente del corazón que tuvo que esperar muchos años en la mente de un niño que soñaba con cosas extraordinarias que más adelante en su carrera lograría conseguir.