Revista Cine
Películas de fantasmas o demonios y embarazos o recién nacidos como elementos principales combinados, las ha habido y habrá desde que Polanski deleitó al público y generaciones venideras con Rosemary’s Baby, hace ya casi 50 años. Un film que, sin pretenderlo, es un clásico de género.
Desde tierras canadienses Brandon Christensen debuta con Still/Born en el mundo del largometraje. Un thriller de terror con buenas intenciones y con ideas poco originales vistas ya en muchas otras películas de su estilo, proyectado durante el 50 aniversario del Festival de Sitges.
Lamentablemente, éste no ha sabido desarrollar con fortuna y convicción en su guión co-escrito junto a Colin Minihan, guionista y director de la película It Stains the Sands Red.
Mary está embarazada de gemelos, pero, en el parto, uno de los bebés muere. Diagnosticada con depresión postparto, la mujer entra en una espiral de neurosis, sobre todo cuando descubre las historias sobre un ente demoníaco que se alimenta de las madres y los recién nacidos. ¿Será eso lo que la atormenta por las noches, o se trata de sus terrores íntimos?
La película abre la historia con el trágico suceso en el parto, acto seguido con una tipografía sencilla y enorme, invade la pantalla un rojo intenso, STILL/BORN. Me gusta que de una forma tan sencilla, Brandon la haya utilizado para presentar a los dos personajes que dan forma a una historia con tan poca materia.
Jesse Moss (Tucker & Dale contra el mal, Destino final 3) se pone en la piel del marido con no mucho que destacar a su favor de la interpretación, poco más que correcta. Mientras que Christie Burke (La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte 2) da vida a una madre a la que el papel de neurótica le queda algo sobreactuado, pero igualmente que su compañero de reparto, está dentro de lo correcto.
El problema es que la película va cayendo, escena tras escena, en el ridículo. A medida que la historia avanza y juega con los celos del matrimonio, se supone que debería causar alguna emoción o intriga, pero no lo consigue. Entre todos los tópicos argumentales, como el de la visita al psicólogo de turno interpretado por Michael Ironside (Scanners, Turbo Kid) hacen que la película se vuelva un tanto previsible.
La película tantea el terror moderno comercial con el terror psicológico de corte algo más clásico y personal con los típicos miedos primarios de la maternidad. Un argumento en el que el punto de partida es una idea que no está mal, aunque se presenta al espectador como un ejercicio desgastado, que tiene algún momento bastante correcto. Pero no sabe sacarle provecho.
Creo que Brandon tenía la oportunidad de hacer una película bastante mejor de lo que ha terminado ofreciendo al público ávido del terror primigenio. Sin irnos muy lejos en el tiempo, tenemos Shelley, que aunque planteaba otra historia y se movía por distintos senderos, la sensación y recuerdos eran mucho más palpables que la presente Still/Born. Una ocasión poco provechosa de film de terror con bebés y presencias satánicas que se desinflan entre bambalinas. Una película fácilmente olvidable.