El imprescindible de la cartelera teatral o el arte como forma de redención
Sinopsis y ficha técnica
Stockmann relata la historia de una ciudad en el que un balneario es la principal atracción turística y el motor de la economía local. El Dr. Stockmann descubre en el agua compuestos contaminantes capaces de poner en riesgo la salud de toda la población. A partir ahí, se propone advertir a los demás acerca del peligro lo cual le llevará a sufrir un cruento enfrentamiento con todos los poderes fácticos del pueblo, que no desean que la noticia salga a la luz porque sería el fin de la próspera economía local.
Ibsen probablemente sea el poeta del desconsuelo de nuestra civilización. Observó a los hombres como ratones de laboratorio y percibió con precisión el terrible conflicto entre individuo y moral. Quizá por esa razón, los héroes de sus obras siempre se enfrentan al mundo defendiendo esa libertad individual, e imponiendo su propia naturaleza contras los convencionalismos mezquinos, estúpidos y pasados de moda de la sociedad burguesa. El Dr. Stockmann, protagonista de Un enemigo del pueblo (1882) es uno de esos necesarios héroes ibsenianos.
Un montaje arriesgado, valiente y necesario el que nos propone Les Antonietes Teatro sobre el verdadero rostro del capital, que antepone sus intereses a la protección del medio ambiente y de las vidas humanas. El espectáculo lleva más de 80 representaciones desde su estreno, entre Cataluña y la Comunidad Valenciana y, tras un breve paso por la edición del Fringe 2013, vuelve a la capital dispuesto a dar mucho que hablar.
Reparto: Jorge Suquet, Mario Tardón, Bernat Quintana, Jimena la Motta y Ana Mayo,
Adaptada y dirigida por Oriol Tarrasón.
Comentario previo
Me he dado cuenta de que nunca he hablado en este blog del teatro Fernán Gómez (y por tanto tendré que hacerlo en este artículo), que, como creo recordar, fue bautizado así poco después del fallecimiento del famoso actor (anteriormente era Centro cultural de la villa y para); al que curiosamente, la hermana municipal, el Teatro Español, le sirvió de capilla ardiente.
Lo cierto es que no he pasado demasiado por aquí, y ahora me arrepiento; su programación suele resultar sumamente interesante, está muy bien y atractivamente publicitada, tanto en su concepción como en el modo (que es más de lo que se puede decir de sus hermanos municipales, como he criticado últimamente); y por si fuera poco, la atención al público me ha parecido absolutamente magnífica, cierto que han sido unas primeras impresiones, y que aún no soy lo suficientemente habitual como para juzgar con criterio (aunque si estas observaciones se confirman, creo que acabaré siéndolo), pero he quedado muy gratamente impresionado: una gran amabilidad a la hora de conseguir las butacas, se mira que tengas buen sitio, y se te encuentran algunas buenísimas (y yo suelo ser exigente con la ubicación); los acomodadores hacen muy bien su trabajo y llevan a cada uno a su lugar, ocupándose de todo el mundo con una gran eficacia (que podrá parecer una tontería, pero no en todos los sitios se hace, más de una crítica he hecho al Real, con bastante ironía, acerca de ese tema…); y además el personal del teatro se preocupa incluso de que todo el mundo tenga programas… en definitiva, me han parecido encantadores, y absolutamente maravillado estoy con tan buen trabajo. En fin, con algo de suerte, espero poder confirmarlo en próximas visitas.
En lo que respecta a los técnicos, son los municipales así que su buen trabajo es el habitual en la función… lo comento porque, investigando más entre los famosos escándalos del Español (que tan noticia han sido en Universo de A últimamente), parece que se descubren despidos no del todo procedentes, o extrañas sustituciones de profesionales para poder librarse de ellos y buscar mano de obra más barata, y demás ardides que explicarían aún mejor la crispación de los trabajadores de los teatros del ayuntamiento; y la verdad es que tiene que dar mucha rabia que después de años demostrando tu buen trabajo, una institución pública, que es la que más debería de velar por los derechos de los trabajadores, los atropelle (pero mucho me temo que no es caso único, echad una ojeada a foros en internet a ver lo que leéis de Tragsa, empresa semipública, y sus ciertas originalidades en las formas de contratación)… y yo me pregunto, no sin falta de temor, si las instituciones públicas no nos respetan y protegen, ¿qué podemos esperar de las privadas?.
Yo no voy a añadir nada más puesto que no tengo la documentación necesaria para juzgar nada de esto, pero sí diré que para muestra un botón: supuestamente hemos cambiado del gobierno, del PP a Ahora Madrid, y deberíamos de observar modificaciones radicales en la gestión; pues bien, no parece haber cambiado nada demasiado, ni siquiera en los detalles más nimios: las exposiciones de Centrocentro, no te libras de pagar, ni siquiera una vez al mes (antes llegó a haber exposiciones en las que sí), da igual de qué colectivo vulnerable seas (quién quiera ver la famosa retrospectiva de Kandinsky, que será, seguramente una de las grandes exposiciones del año, descubrirá que su precio no es precisamente económico y popular), algo que no pasa en ninguna otra institución estatal; la ampliación de la edad de juventud del bono de transportes ha sido cuanto menos irrisoria… etc. Todo esto que digo pueden parecer frivolidades sin importancia frente a las cosas realmente relevantes, y sin duda lo son; pero lo cierto es que son pequeños ejemplos de que, en el fondo, nada parece haber cambiado.
Pero volvamos al tema, que aunque lo anterior es relevante, y especialmente tratándose de esta obra; será mejor tratar de lo que teníamos que tratar.
Porque sí debo criticar los programas de mano, que aunque estéticos, me han parecido un tanto básicos, y se echa de menos más información (no me cansaré de repetir la importancia que tiene esta cuestión en un teatro público).
En cuanto al lugar donde se sitúa el teatro; obviamente el entorno es maravilloso, pues está debajo de los nunca suficientemente valorados Jardines del descubrimiento (siempre víctimas de eternas reformas urbanísticas obsesionadas con destruir su belleza… el último desastre, trasladar la columna de Colón al medio de la carretera, ¿alguien me explica que pinta ahí en medio, aislada y apartada de todo (de modo que no se pueden ni apreciar sus relieves), y porque se deja una base inmensa vacía en medio de los jardines (y justo encima del teatro)?, ¿qué concepto de la urbanística y de la estética es ese?, y los turistas alucinan con semejante paisaje, no es para menos…) y la Biblioteca y Museo arqueológico nacional, además de otras importantes instituciones culturales cercanas (como la Fundación Mapfre o el Teatro María Guerrero).
La verdad es que el lugar en el que ha sido situado el Teatro Fernán Gómez (que forma parte del complejo del Centro cultural de la villa, un proyecto, evidentemente, en el que se puso la pica en Flandes y nunca se terminó de alcanzar) ha sido muy bien rehabilitado y es de agradecer que así fuera porque llevaba demasiado tiempo sin saberse qué hacer con él; que se le haya dado este uso lo ha limpiado y lo ha dejado en un tan agradable estado como hacía muchos años que no se veía (y siempre es un alivio que se recuperen ciertos lugares icónicos), sin mencionar todo el empleo que ha proporcionado la iniciativa; convirtiéndose por tanto, con toda probabilidad, en un auténtico productor de riqueza (hace poco reflexionaba sobre ese factor en los teatros públicos).
Como curiosidad comentar, y es interesantísimo descubrirlo, que rodeando y por encima de todo este centro cultural subterráneo, hay una fuente, la cual, no sólo suele tener una iluminación interesante o hacer interesantes y caprichosas formas geométricas, ¡sino que se llegan a ver hasta los nombres de las obras que se representan en el teatro!, ¡sí, sí!, ¡formadas con las gotas de agua!; merece por tanto mucho la pena acercarse al lugar con antelación y quedarse un rato contemplando la fuente y descubriendo todo su fascinante virtuosismo acuático.
En cuanto a la sala concreta donde se desarrolla el montaje de la crítica, es llamada “Jardiel Poncela”, y es la habitual número dos de los teatros grandes (que surgen, por otra parte, cuando aparece la moda de copiar el estilo de las salas alternativas; reconvirtiendo en espacios útiles, lugares que anteriormente eran para usos múltiples… iniciativa que también debo alabar): la íntima, la pequeña… la que se aparta del teatro convencional que marca una clara separación entre público y actores. En este caso, es especialmente así, puesto que hay una gran cercanía al escenario y el espacio es sumamente reducido (hasta el techo es muy bajo), las butacas son sillas (como podríamos tener en casa), de modo que todo es muy familiar, íntimo y cercano.
Crítica
Esta obra tiene, sin duda alguna, muchas de esas cosas que yo suelo reprochar, poner verdes, sobre las que me regodeo con brutales sarcasmos en otras muchas críticas… veamos, repasemos algunas de esas características (con los correspondientes enlaces a casos anteriores en los que critiqué exactamente eses mismos detalles): profanación de un texto clásico por parte de un adaptador actual que sólo Dios sabe quién se ha debido de creer (múltiples ejemplos como este o este, o incluso este); utilización de micrófonos en un medio como el teatro en el que el que todo lo directo es tan fundamental (ejemplos todos del mismo director el precedente y su terrible secuela). Y luego, ya poniéndonos analíticos, otras cosas que ya no puedo considerar errores pero que personalmente no me acaban de agradar: como una puesta en escena simple; o una posible utilización de un texto doctrinal y aleccionadora…
Siendo así, ¿cómo es posible que saliera de la función absolutamente deslumbrado?, ¿cómo puede ser que mi fascinación fuera total?, ¿cómo se puede razonar que mi entusiasmo fuera creciendo más y más a medida que avanzaba la obra?, ¿cómo se explica que apenas pasados cinco minutos estuviera convencido de que estaba ante una obra maestra y el resto del tiempo acabase dedicándolo a ratificar esa primera intuición?, ¿cómo puede ser que esta producción consiguiera saltar brillantemente todos mis exigentes, múltiples filtros, y haya conseguido que la considere la obra maestra imprescindible que hay que ver?.
Quizás lo que mejor pueda responder a estas preguntas sea contar lo que pasó: cuando me hice con la entrada, sin haberme documentado demasiado sobre lo que iba a ver porque no había tenido tiempo, empecé a leer el programa… y me entraron sudores fríos: “adaptación libre”;¡Virgen santa!, pensé; y empiezo a leer la selección de citas de críticas que ellos mismos ponen (lo que comentaré más abajo, los publicistas de la producción, o no son sus amigos, o no son nada buenos), y empiezo a mascullar nerviosamente: “¡mierda!, ¿dónde me he metido?, si es que no aprendo…”; comienzo a temblar mientras pensamientos como estes vienen a mi cabeza: “a ver que bodrio voy a soportar, a ver qué se le ha ocurrido al iluminado de turno”; todo ello mientras me tapo la cara con indisimulado terror al ver como escenografía unas pocas y vulgares sillas, que podrían estar en la casa de cualquiera, rodeadas de un montón de copas llenas de agua… la anticipación de tragedia (y no precisamente la que se va a desarrollar en el escenario) se palpa en el aire….
Y no sé si será intuición, o se trata de uno de esos momentos de revelación que tenemos aquellos que amamos el arte después de tanta búsqueda, a menudo, infructuosa; pero de repente, apenas pasados cinco minutos (como también suele suceder con las cosas malas, por otra parte); de repente, sabes que estás ante una obra maestra, que estás viendo algo absolutamente genial, y que no debes perder ni un sólo segundo de ese tesoro artístico precioso que están ofreciendo ante tus ojos.
Entonces, rápidamente, en aquellos que somos más bien desconfiados, exigentes y con bastante experiencia, surge esa vocecita que nos recuerda que no existe nada perfecto; que seguro que los defectos superan en mucho a las virtudes; y que, si se anda diciendo que todo es muy bueno, maravilloso y excelente, difícilmente podrá destacar lo que realmente lo es, sobre lo vulgar y anodino… y como cualquiera que practique la crítica artística sabe, pronto comienzan a analizarse con menudencia, los más pequeños detalles, para encontrar todos los defectos habidos y por haber… pero es asombroso como, cuando realmente lo que tienes delante lo vale, repentinamente todos los defectos que quieras buscar (que toda obra humana siempre los tendrá, pues por algo son producto de seres imperfectos; y yo no conozco ninguna obra artística absolutamente perfecta -sin ir más lejos, yo a la “Mona Lisa” le veo fallos en el enlace entre el paisaje que se ve al fondo de la mujer… ¿pero a alguien le importa con ese color deslumbrante, y esa fémina que ha fascinado al mundo entero desde hace siglos?, en definitiva, ¿con toda esa magia especial alguien se fija en las minucias?-) caen como un castillo de naipes, y así, todo el argumentario que pudieras crear para asegurar que lo que tienes delante, después del todo, no es tan bueno, sucumbe totalmente ante la aplastante calidad de lo que surge ante tus ojos, que se impone y te aplasta sin piedad… y debes rendirte ante la evidencia, estás ante una obra maestra, no hay más.
Sí, es cierto Oriol Tarrasón no ha hecho “Un enemigo del pueblo”… pero tampoco nos ha engañado en ningún momento (como otros, que luego vas, y te encuentras lo que te encuentras), ha tenido la inmensa honradez de no haber utilizado el título original de Ibsen para atraer engañosamente a público; y de hecho, ha utilizado, para dar nombre a su obra, el mucho menos y original (en comparación con el efectivo título de la obra de Ibsen) nombre de su protagonista; un dato suficiente como para que, quién quiera, se dé cuenta de la referencia; y los que no, pues tampoco importa tanto… y en cualquier caso, en todos los folletos, programa de mano… etc, se deja muy claro que se trata de una adaptación libre del texto de Ibsen. Es indudable e incuestionable que nunca podríamos culpar a Tarrasón de traición o profanación del clásico, pues desde el principio, él mismo reconoce que el texto original sólo ha sido la inspiración, la base para crear su obra; y me atrevería a decir que existe un gran respeto y admiración hacia el original, lo cual, es importante.
Ahora bien, todo esto podría no haber servido de nada, y como tantas otras veces, podría haberse tratado del típico “artisto” que se ha creído el descubridor de lo mil veces inventado, y que se cree que va a hacer su genialidad y su innovación, cuando lo único que tiene que aportar es su insoportable vanidad… pero no, la adaptación de Tarrasón demuestra un talento tan inusitado como espectacular, con gran razón otros críticos la han calificado de Ibsen “bien destilado” o “síntesis de impacto”; y es que el adaptador-director abandona totalmente el lenguaje teatral (que sí podemos encontrar en el original del autor noruego) para buscar uno totalmente cercano y campechano, absolutamente real y natural (algo extremadamente difícil de ver y encontrar en el teatro, por extraño y paradójico que pueda resultar, al ser un arte que se presta tanto a la cercanía con el espectador, y siendo este tema importante a poner en valor, pues está demasiado olvidado), creíble y verídico… etc; desarrollándose, así pues, la obra como si fuese algo totalmente real que tuviésemos delante, y que no nos extrañaría nada que sucediese, porque todo exhala naturalidad.
Indudablemente, con tanta síntesis y concentración, se pierden detalles y personajes interesantes que realzaban el original; pero lo cierto es que esta producción tampoco los necesita, de su simplicidad hace su mejor recurso, y demuestra auténtico talento en eso (lo que ya he comentado muchas veces en el blog, un auténtico talento no necesita de grandes recursos para lucirse, puesto que el ingenio siempre está presente), aprovechando al máximo aquello de lo que dispone. Es muy posible que no se produjera con grandes recursos, es seguro que no se tuvieron grandes medios económicos para realizar este montaje… pero es que tampoco los necesita, y si fuera así, lo disimula muy bien.
Sea como sea, otro de los grandísimos méritos del texto es como consigue mantener la coherencia y la cohesión (que tantas otras adaptaciones, con tanto corta y pega, son incapaces de conseguir); como mantiene el hilo, como toda la historia tiene todo su sentido… etc.
Y por supuesto, se mantienen todas las temáticas importantes (porque se mantiene la esencia del original, algo especialmente difícil de lograr en una adaptación de teatro a teatro, y ya he mencionado muchos fracasos que lo demuestran, de hecho, yo sólo soy capaz de recordar otro éxito en ese aspecto), muy interesantes y dignas de reflexionar (y es que esta es la típica obra sobre la que puedes hablar largo y tendido a su término) del original: la hipocresía social; la relatividad de la importancia de la razón o de la verdad sobre otros condicionamientos; el cuestionamiento de los ideales y su declinación en pos del pragmatismo; las tretas políticas y de la prensa y el domino que ejercen sobre nosotros; hasta que punto somos libres y tomamos nuestras propias decisiones… etc; las temáticas que se abordan son tantas, tan extensas y tan fascinantes que cualquiera puede encontrar una distinta y de su propio interés; por supuesto, todo está tratado con la necesaria neutralidad y apoliteísmo precisos; de modo que todo ello, en su conjunto, sólo puede conformar una obra maestra.
Bien es cierto que, aprovechando que era una versión libre, se hubiera podido llegar mucho más lejos, y no dejar ese final abierto, aunque tan falsamente optimista, y bien se podría haber reflejado las crueles condenas a las que hubiera sometido la ciudad al protagonista, y quizás, incluso, en un toque de cruda realidad, verle rendirse después de haber sido abandonado por todos, incluida su familia. Pero bueno, quizás, y como ya se ha comentado alguna vez, necesitemos precisamente el arte como desahogo, o siquiera, como forma de redención ante la siempre vil y tirana, pero implacable, realidad. Y es que tal vez sea cierto que la verdad nos haga libres… pero nada hay más peligroso (así a pequeño nivel, y sin pretender compararme con el protagonista de la obra, pues aquel tema solamente me resultó un tonto divertimento que nunca tomé en serio ni tuvo mayor relevancia, no olvidemos el propio caso de Universo de A, y el acoso que sufrió).
En definitiva, la adaptación de Tarrasón es una sublime versión de Ibsen, un auténtico e increíble sueño nunca imaginado, algo realmente perfecto y maravilloso; quizás porque, como ya digo, es respetuosa con el original y realmente siente veneración por él, no se trata de un encargo, sino de algo que realmente se quiere hacer. Sea como sea, desborda talento, capacidades narrativas, ingenio… etc, no puedo sino decir alabanzas.
Pero no puedo terminar ahí los elogios hacia Oriol Tarrasón, porque a su grandísimo talento como adaptador, se une una magnífica capacidad para la dirección, tanto de escena como de actores, ¡que maravilla, qué ingenio, qué talento!; y en todo se demuestra, pero especialmente en que, contando con recursos muy básicos, extremadamente de bajo presupuesto, hace auténticos prodigios: el uso, de las tizas, las copas… ¡Dios mío!, ¡confieso que hasta me ha gustado como ha usado el micrófono!, ¡yo que tanto he despotricado contra ello y tan brutalmente lo he criticado!. Y por supuesto la muy sabia dirección de actores, con unos movimientos en escena perfectos; pero, me gustaría destacar especialmente, la extremadamente perfecta y conmovedora escena de la asamblea (con participación del público incluida, ¡me encantó como se nos implicó!), hacía mucho tiempo que no me tocaba de esa manera tan brutal una escena en el teatro, que hacía que me estremeciera y emocionase de ese modo. Pero esa, como ya digo, sólo es una de las magníficas sensaciones que se viven durante el transcurso de esta prodigiosa representación.
Y lo dicho, tal vez, efectivamente, no se pueda decir que este es un montaje espectacular, de hecho, no lo es en absoluto, no podría ser más pobre a nivel escenográfico y de vestuario… pero su aprovechamiento de sus escasísimos recursos es tan absolutamente brillante (por poner un ejemplo, su utilización simbólica del agua es absolutamente insuperable), que no importa en absoluto, no lo echas de menos (y como ya he comentado en alguna ocasión, de nada sirve todo el oropel del mundo sino tienes una buena base de partida); entras de tal modo en la historia, que el resto deja de importar… tu imaginación rellena lo que falta.
Pero no se acaba ahí el talento del adaptador-director, pues otra de las cosas más meritorias que quiero destacar de Tarrasón, es su especial capacidad de adaptación al medio, lo que demuestra su gran inteligencia, puesto que, siendo consciente de que no está encima de un escenario, en un teatro en el que se marca la distancia con el público y la cuarta pared está presente en todo momento a través de la arquitectura; siendo consciente de que este tipo de salas aportan una gran cercanía, que permiten un tipo de lenguaje que hay que aprovechar… él lo hace; esto podría parecer de Perogrullo, pero es que es dificilísimo encontrar directores que abandonen el típico formato teatral para entender, y concentrarse en que no están en un espacio teatral normal sino en una sala, y que por tanto, el lenguaje debe de cambiar, debe adaptarse al medio en el que la obra está siendo escenificada; y el director demuestra tener esa capacidad para la adaptación, para la comprensión del lugar en el que está; la utiliza y le saca (como a todo) el máximo partido, exprimiendo hasta la última ventaja para conseguir una gran simbiosis con el lugar, una integración y un resultado absolutamente encomiable. Y lo dicho, muy pocos directores son capaces de entender la importancia, y necesidad, de un cambio en el lenguaje escénico dependiendo del lugar en el que estén, por eso, es especialmente meritorio destacar este tema.
En definitiva, la dirección es simplemente perfecta, sin mácula, y se intuye un portentoso talento; es más, tras ver todo lo que he visto, me gustaría tener la oportunidad de disfrutar más proyectos suyos para confirmar las impresiones que he sacado con este montaje, porque realmente estoy absolutamente entusiasmado.
Ahora bien, difícilmente se podría mantener todo esto, y más siendo un montaje de medios tan limitados, sin un reparto magnífico, uno que consiga hacer que la obra viva, que para este caso es básico, pues al haber preferido en el texto la naturalidad a la retórica; en la puesta en escena la simplicidad al barroquismo… etc, lo que queda en escena (al menos de forma más visible, de cara al público) son, inevitablemente, los actores.
Y estos cumplen, vaya si cumplen, sobradamente bien su función, aportando una inmensa credibilidad y verosimilitud absolutas a sus papeles, da la impresión de que son gente de verdad y no personajes; esto se puede decir del reparto en general, que crean un conjunto absolutamente perfecto en su totalidad, un “dreamteam” como se suele decir.
Mas deseo concretar algunos casos en particular: con total seguridad, la que más oportunidad tiene de lucir su talento es Ana Mayo, que borda varios papeles, demostrando saber recrear a la perfección distintas edades, modos de comportarse… etc, todo en su interpretación hace ver esa magnífica y brillante transformación que físicamente y a la vista, apenas apoya el ponerse o quitarse una prenda (algo insuficiente en la mayoría de los casos, pero que ella logra hacer real) lo que, a todas luces, es señal de una gran sabiduría interpretativa. Tampoco quiero dejar de hablar de Jorge Suquet, que no me ha vuelto a entusiasmar desde la magnífica “Ángel o demonio”, y me ha llegado a parecer el típico actor de personaje único que no sabe actuar y sólo es capaz de repetir sus mismos gestos una y otra vez (en este caso, unos extremadamente afeminados), pero que en esta obra, nuevamente, me ha vuelto a impresionar. Y finalmente mencionar a Bernat Quintana, al que francamente, no considero buen actor, y al que estoy casi seguro de que se ha escogido por su increíble capacidad para proyectar la voz (veo muy probable que pueda ser un buen cantante, tesitura de barítono, tal vez) pues llega a parecer que tiene un megáfono en la boca, lo cual, para las escenas finales de su personaje le va magníficamente bien (al principio está demasiado subido), pero, la verdad sea dicha, no creo que fuera la mejor opción para sostener como protagonista la obra, que, seguramente sale bien parada, por una efectiva dirección de actores, que de no estar ahí, con toda probabilidad se hubiera hundido debido a un actor protagónico más bien poco capaz y no muy natural (a veces se le ve que no sabe qué hacer con las manos… y cuando se aprecia eso, significa que caminamos hacia el desastre).
Pero lo dicho, fijarse en los detalles es absurdo cuando el conjunto del elenco sale tan excelentemente bien parado y son capaces de emocionar al espectador y hacer que la representación viva, más que como una obra de teatro o como una historia que te están contando, como algo real que sucede ante tus ojos, que estás viviendo; y eso no se podría conseguir sin estos actores.
Sin embargo, y exceptuando el cartel (y tampoco lo colmaría de alabanzas, pues ni da una idea de lo que se va a ver, ni incita a acudir a la obra), no puedo alabar la publicidad de esta producción, que es una pena que no sea mucho mejor, puesto que, os puedo asegurar, las fotos que pongo abajo (como suelo hacer, para dar una idea de como es la obra) no le hacen justicia en absoluto la representación que se ve (las mejores son las que utilizan, simbólicamente, como fondo los jardines de Sabatini… pero tampoco terminan de resultar efectivas) fiaos de mi palabra por favor, porque en este caso las imágenes no valen más que mil palabras; y lo dicho, en su simplicidad encuentra su fuerza esta producción, todos los aparentes defectos consigue convertirlos en impresionantes virtudes… a eso se le llama talento, señores.
Por otra parte, también, normalmente criticaría y calificaría de demagógico y de ridículo hacer una obra como esta en un teatro público, pues es una forma de “venderse” y una contradicción… pero en este caso, una vez más (como parece que todo en esta obra), hago una excepción en no censurar esto, pues, y más conociendo la situación de los teatros municipales (leer el comentario previo de esta misma crítica), que esta obra se represente en un escenario de titularidad pública me parece tan deliciosamente irónico, tan fabulosamente paradójico, tan apropiada y cruelmente crítico… que no puedo sino calificarlo de maravilloso hecho histórico; y todos sabemos que la vida y la historia siempre han sido profundamente irónicas.
En fin, todos los que leen Universo de A con frecuencia saben que yo no ando entusiasmándome a la mínima y dando voces de “obra maestra” cada dos por tres (aunque últimamente lo estoy haciendo bastante -quedan pendientes de publicar dos obras que tendrán esa calificación, ¿me estaré ablandando?, ¿me estaré haciendo muy viejo para esto?); de hecho, me atrevería a decir que, como estadística improvisada y sin mirar los datos, sólo una o dos obras de cada temporada suelen obtener esa calificación; unas pocas más obtienen la de buena o notable; muchas la de regular; y una cantidad ingente la de espantosa y sinónimos varios.
También sabéis que soy muy suspicaz con el tema político-social, y me pone muy nervioso el más mínimo atisbo de demagogia o adoctrinamiento (de hecho, sólo recuerdo un caso anterior, de temática ligeramente asimilable, que también alabé muy copiosamente); pues, a pesar de ser monárquico, soy apolítico en todo lo demás, por lo cual no soporto que me vendan motos de ningún tipo (hay quien me ha calificado de libre pensador, pero yo no creo que tal cosa pueda existir, pues todos somos producto de nuestra cultura, de lo que nos han enseñado y quieren que pensemos… otra cosa es que luego nos podamos desviar más o menos de ese camino, pero ello sigue formando parte de nosotros inevitablemente, incluso aunque lo rechacemos… temática que por cierto, esta obra también aborda muy inteligentemente).
Y, por si todo lo anterior no me acreditara suficientemente como espectador exigente; además también tengo que decir qué, desde que soy consciente de la relevancia que tiene este blog en el faranduleo, en cierto modo estoy mucho más condicionado, porque como sé que me leen, tengo la necesidad de ser más estricto, pues todos sabemos que de una crítica buena poco se aprende, pero de una mala, siempre se hace; y qué, en demasiadas ocasiones, reconozco que sólo me ha faltado lápiz y bloc en mano al ver una obra, tomando nota de cada detalle… lo qué hace que, demasiadas veces, te olvides de disfrutar la función como espectador, y estar pensando en lo que vas a decir como crítico, bloguero, o lo que sea (¡cuándo pienso que siempre he dicho que escribo este blog para mí, para mi gusto y para nadie más!, ¡cómo cambian las cosas y se engaña uno a sí mismo según empieza a tener seguidores y lo que dices comienza a tener relevancia!)….
Sin mencionar lo abandonado que tengo el formato de crítica completa (con sus fichas, imágenes y todo el completo) en favor de la express… para que vuelva al formato integro, bien tiene que merecerlo el producto que analizo (cuestión que se aplica a todas las secciones del blog).
Por todas las cosas antes citadas, tiene especial mérito que “Stockmann”, esta magnífica producción de la que hago la crítica, haya conseguido que la califique de “obra maestra”, de “imprescindible” de la cartelera, pues sus méritos son tantos y tan grandes, que ha conseguido dejarme totalmente convencido de su calidad, y saltar olímpicamente, y sin mayor dificultad, todos los condicionamientos que le podría poner, o al menos, que me olvidase de todos ellos, para considerar que es un producto absolutamente excelente.
Concluyendo, lo único que me apena es publicar esta crítica tan tarde, pues hubiera deseado que la obra se beneficiase de ella desde su estreno, pues considero que todo el mundo debe de ver esta magnífica producción. Si hubiera justicia, “Stockmann” sería prorrogada, pero siendo un teatro público, es más bien improbable (todo está programado, organizado y con fechas inamovibles… con todo lo bueno y lo malo que tiene eso), por lo que no puedo sino desearle un gran futuro, y que sea repuesta en teatros privados, para que muchos puedan volver a disfrutar de esta auténtica maravilla. En cualquier caso, no lo olvidéis, aún hay representaciones hasta final de mes, con lo que, no perdáis esta gran oportunidad de acudir a una de esas grandes obras que no te arrepientes de ver, un sublime triunfo, y sin duda alguna, en este momento, el imprescindible absoluto de la cartelera teatral madrileña, la que brilla sobre todas las demás, simplemente, la obra que hay que ver.