Park Chan-wook es un puto genio. Y ya está. Alguien capaz de hacer que cada plano en una película sea una auténtica maravilla, una obra para estar colgada en un museo, no merece otro calificativo: genio absoluto. La atmósfera creada en cada segundo del film es perfecta gracias al talento de su director, y si a eso le sumas 3 interpretaciones memorables (Wasikowska, Goode y Kidman), el resultado es un thriller hipnótico de una belleza deslumbrante. El problema es que lo visual se acaba merendando al argumento, ya que el guión no está a la altura de sus potentes imágenes. Pero a esta conclusión sólo se llega más tarde, cuando reflexionas sobre lo que has visto, ya que mientras estás en el cine la peli te tiene abducido.
Lo mejor: visualmente es bellísima, nivel síndrome de Stendhal.
Lo peor: la historia no es tan cautivadora como las imágenes.