Hay ocasiones - pocas - en las que uno sale del cine con la impresión de haber visto algo nuevo y va a necesitar algún tiempo, e incluso algún nuevo visionado, para asimilarlo. Este es el caso de la nueva película del asiático Park Chan-wook, cuyo debut en Hollywood no ha podido ser más espectacular y arriesgado. Porque Stoker es una de esas raras realizaciones que juega con el lenguaje cinematográfico e intenta buscar nuevos caminos que estimulen las sensaciones de un espectador que está acostumbrado a un determinado modo de narrar, con el que rompe en gran medida el director coreano.
Stoker nos introduce en el ambiente malsano de una familia adinerada a través de India, que acaba de perder a su venerado padre en un extraño accidente. Después del funeral, aparece un familiar del que India no tenía noticias hasta aquel momento: el tío Charlie, hermano de su padre. Un hombre atractivo y seductor, pero a la vez repulsivo, que parece conocer la verdadera naturaleza de India mejor que ella misma. La madre, interpretada por Nicole Kidman, completa el trío de personajes. Se trata de una mujer hedonista que solo es capaz de ocuparse de sí misma y que es muy receptiva a las evidentes muestras de cariño de Charlie. Pero ¿quién es en realidad este misterioso tío Charlie?
Aunque el argumento de Stoker pueda parecer convencional y remitirnos directamente a La sombra de una duda de Hitchcock, las soluciones narrativas que imprime Park Chan-wook y su forma de dirigir poco tienen que ver con las del maestro inglés puesto que, como se ha dicho ya, aquí hay un continuo juego con el espectador (e incluso manipulación, por qué no decirlo, pero el cine es en gran medida manipulación consentida) en la búsqueda de una expresión cinematográfica tan sorprendente como sugestiva.
Hay momentos memorables en esta película que seguramente terminará siendo considerada de culto: la protagonista espiando el flirteo de su madre y su tío mientras suena Summer wine, interpretado por Nancy Sinatra y Lee Hazlewood o India peinando el sedoso cabello de su madre, que progresivamente se transforma en un mar de hierba que da paso a otra escena. Uno de las más claras señales de la calidad de Stoker es que no se ha estrenado en muchas salas. Quizá tenga el éxito que se merece (aunque la película requiera a un espectador paciente y con una especial capacidad de observación) y no desaparezca pronto de las carteleras. Por ahora, todo son críticas positivas y parabienes a una propuesta tan fascinante.