Hace algún tiempo os hable de una pareja española, Patricia y Fer que me dieron una auténtica lección de comportamiento amigable con el medio ambiente, apartando de sus vidas el consumo de cualquier tipo de plástico. Pero lamentablemente, el resto de los mortales no seguimos estos cánones ciertamente hermosos. Pensemos en un elemento totalmente inservible como son las conocidas pajitas que acompañan a refrescos que pedimos en el cine, mini bricks de zumos (que vienen con mini pajitas incorporadas), combinados o cócteles, etc. En el post trataré de explicar el porqué no tenemos que ser partícipes a incrementar la ya de por si inmensa cantidad de basuraleza ya existente en el medio natural y sobre todo en nuestras costas.
Las pajitas son fabricadas de polipropileno con elevado punto de fusión y gran resistencia química. Pero si analizamos el ciclo de vida desde su fabricación hasta que llega a nuestros labios, pensemos todo lo que se invierte, el petróleo, el gas, la electricidad, el plástico que se utiliza para empaquetar el pack de pajitas y finalmente la distribución con vehículos generalmente de combustibles fósiles. Si analizamos todo ello, tomaremos conciencia de todo el impacto ambiental con emisiones de CO2, SOx, agua y otros subproductos.
Pensemos que una pajita invierte unos 200 años en descomponerse, pero claro no desaparece completamente y los pequeños fragmentos pasan a la cadena trófica, sirviendo de alimento a peces y estos a su vez a sus depredadores, entre ellos el hombre. De facto, estudios llevados a cabo por prestigiosas universidades han encontrado microplásticos en muestras fecales del hombre, algunos de estos su origen es por ejemplo de las difícilmente descomponibles pajitas. Pensemos que se lanzan unos 50 millones de pajitas al día solo en Estados Unidos. A la vez que es poco biodegradable, presenta el inconveniente de la dificultad de su reciclaje por el tipo de polipropileno que utilizan.
Curiosamente este canutillo no se ideo únicamente pensando su finalidad decorativa como todo el mundo puede llegar a pensar. Aunque las primeras pajitas surgieron hace más de 5000 años, no fue hasta los primeros años del pasado siglo cuando, consideraron el uso de los tallos de centeno para evitar el contagio de la polio por el uso compartido de la vajilla. Más tarde se harían de papel, que al igual que las anteriores era un material sostenible.
Ya en la segunda mitad del pasado siglo, con la proliferación de la restauración de comida rápida, los envases take away y sobre todo los primeros supermercados, todo, absolutamente todo, contenía elementos que tuviesen plásticos en su composición, envoltorio, envase o bolsa. La proliferación del plástico, material barato, de fácil conformación permitió una rápida expansión. El hombre se convirtió en una especie, la única de nuestro planeta, que necesita el plástico. Aunque muchas veces esta necesidad esta como impuesta en toda la cadena de distribución de alimentación. Y con este escenario, la proliferación de las pajitas en cualquier situación pues era algo habitual verlas en la barra de un bar accesible a cualquiera, para acompañar una bebida para llevar o en las compras de muchos bricks adquiridos en un supermercado o tienda por citar algunos ejemplos.
Sentada la premisa que nos gustan ver pajitas en nuestras bebidas y a los más pequeños les entusiasman absorber los líquidos con ellas, los fabricantes han de buscar soluciones de mercadotecnia. Así las alternativas pasan a buscar nuevos materiales como las de pajitas de acero inoxidable reutilizables; las de bambú; las biodegradables elaboradas de tallos de cereales o las fácilmente lavables de vidrio.
Paralelamente a lo que a través de lo que las empresas privadas puedan aportar, quizá llegará el día en que los gobiernos prohíban la existencia de estas. Un caso lo encontramos en la ciudad americana de Seattle, que ha despuntado en todo lo que es la prohibición de todo tipo de menaje de plástico como son los tenedores, cucharas, platos y como no, las pajitas. Pero queda todavía mucho por hacer por parte de los diferentes países, algo se está avanzando para empezar a prohibir o al menos poner fecha de caducidad a la fabricación de materiales de un solo uso fabricados con plástico. Pero al menos en nuestro país de momento ese sueño, está muy alejado en el tiempo y los fabricantes no estiman oportuno el dejar de fabricar materiales de plástico (pajitas, platos de plástico). Y esto es así porque o bien sopesan que un cambio del paradigma requeriría de una fuerte inversión en reinventarse o bien por estimar que los costes de otros materiales aún sería caro para obtener suficiente ventaja de beneficios respecto al mercado.
A todos los que hemos trabajado como voluntarios medio ambientales en la limpieza de playas, sabemos del esfuerzo que supone estar arrodillado retirando los plásticos introducidos en la arena, guijarros, madera, rocas y piedras. Lo hacemos como una muestra de generosidad, de amor y respeto por la Tierra, planeta que debemos conservar puesto que no tenemos otro de repuesto. Y sin esperar nada a cambio, combatimos pedacito a pedacito lo que otros no consideran en reciclar.
Las pajitas son las causantes de muertes por asfixia de muchos animales marinos como las tortugas que al final del viaje por las aguas oceánicas acaban en sus orificios nasales, triste, ¿verdad? Pero también en ocasiones como la especie de tortuga baula, que se alimenta de medusas, confunde las bolsas de plástico con ellas, las ingiere y en el peor de los casos muere de asfixia.
Pese a este oscuro futuro, un hilo de luz deja entrever una salida al uso y abuso al plástico de un solo uso. Medidas similares a la de la población americana, se podrían llegar a alcanzar en la zona de la UE si se aprueba como ley para el 2019 una propuesta que se lanzó el pasado mes de mayo. Quizá en España deberíamos de adelantarnos y tomar este camino desde ya mismo. Pensemos que en nuestro país, sólo en el sector de la comida rápida, se consumen 5.000 millones, aproximadamente unas 100 pajitas anuales por ciudadano.
Entidades como SEO birdlife realizan talleres para los más pequeños por nuestras costas con objeto de hacer el mensaje llegue a los habitantes del planeta que más van a sufrir por el mal comportamiento ambiental del hombre de hoy. Está claro que los imputs que reciban por medio de estas campañas de educación ambiental, sirven de mucho para proteger nuestras costas pero también todo el medio natural en general. Pero me pregunto si esto es suficiente, si por ejemplo, los padres de esos niños que fuman en las playas y dejan la colilla en la arena son conscientes que tarda en descomponerse unos diez años o dejen la zona de merenderos de un paraje repleto de auténtica porquería porque los contenedores estén llenos en lugar de llevarse sus restos a su ciudad de origen por comodidad (no piensan en las consecuencias cuando las lluvias arrastren eso a los cursos naturales de agua).
Así que la próxima vez que vayas al cine y te den un refresco de cola con este tubito de plástico o cuando te preparen este verano un cóctel o los tan de moda gyn tonics y te lo adornen con el maldito material para remover su contenido… ¿Cogerás la pajita o te lo pensarás dos veces antes de contribuir un poco más a hacer de nuestro mundo un terreno baldío y plastificado?