Por mucho que disguste el gangsta rap -y se me hace evidente que los críticos que despotrican sobre él en España, con razón, así piensan-, NWA es una referencia y un icono histórico. Así lo es, también, su primer disco "Straight Outta Compton", que canalizó el sentir y el día a día de la juventud afroamericana de clase baja de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado. Sí, era profundamente machista, pero eso no repercutió en que activistas sociales, políticos y musicales, de Estados Unidos o de fuera ( Rage Against The Machine versionea "Fuck the Police" y Negu Gorriak hizo lo propio con "Express Yourself") los reclamaran como una influencia ineludible en la lucha contra la opresión, la represión y la libertad de expresión. Así, tras discusiones (incluso con muertos de por medio durante el rodaje) y batallas legales, su biopic ha visto finalmente la luz: Straight Outta Compton.
Me acerqué con tibieza a Straight Outta Compton, pensando que iba a convertirse en una apología del bitch, la pipa y la coca, justificadamente prevenido por el fardón eslogan de la misma ("La banda más peligrosa del mundo"), pero hay que reconocer que F. Gary Gray ha realizado un gran trabajo, no soberbio ni llamado a convertirse en un reclamo artístico, pero sí una buena película que lucha por desembarazarse del sambenito comercial señalado más arriba. Cierto es que ya en la primera escena aparece la palabra "zorra", y que vuelve a reiterarse en algunas de las canciones de NWA que aparecen en Straight Outta Compton, pero ya. El director, así como los productores (Ice Cube, Dr. Dre y Tomika, la viuda de Eazy E, entre otros), se han esmerado en ofrecer una visión histórica de lo que representó NWA en el devenir no solo de la música sino también de la sociedad.
Cierto es que tiende hacia la hagiografía, en especial a la figura de Eazy E, pero también se encarga de señalar de refilón, pero con gran precisión narrativa, aspectos esenciales de la historia reciente de Estados Unidos como el apaleamiento de Rodney King y los disturbios de Los Angeles, y también de confirmar lo que muchas otras producciones habían señalado: que el malvado del rap en Estados Unidos tiene nombre y apellidos, Suge Knight, un personaje despótico y criminal que ahora mismo está entre rejas.
El ritmo de Straight Outta Compton sobrecoge, aunque cuenta con algún altibajo de nuestra atención, sobre todo en el tramo en el que comienzan las disputas por los royalties y la gente comienza a separarse, que revelan cierta incapacidad en transmitir una simetría argumental como la que se esboza durante la primera hora. Es prácticamente imposible no caer en esos vicios, principalmente por la propia historia del grupo, que no puede ser eludida; aunque un miembro fundador como fue Arabian Prince, ni siquiera aparezca... Pese a todo, el trabajo de síntesis es espectacular, y la sensación de que "no pasa nada" en alguna escena de Straight Outta Compton es inexistente.
Buena parte de la culpa de ese ritmo cuasi vertiginoso, la tiene el guion de Straight Outta Compton, un texto entusiasta que celebra el significado de NWA, la bomba que supuso, y rescata sus mejores memorias para plasmarlas audiovisualmente en un tono que oscila entre la épica urbana, el desafío histórico y el drama. Mención aparte merecen los actores (apenas hay mujeres protagonistas) que cumplen su papel a la perfección y en el caso de O'Shea Jackson Jr. (el hijo de Ice Cube que encarna a su padre) es de recibo otorgarle un reconocimiento especial.
Y la música, claro, cuando suenan los mejores temas de NWA en Straight Outta Compton, te vibra la sangre. Y si he de elegir una escena, me quedo con la del concierto de Detroit, cuando el grupo desafío las órdenes de las autoridades y gritó a pleno pulmón Fuck the Police!
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