A la chita callando , y sin hacer mucho ruido antes de su estreno,
Stranger Things se ha convertido por méritos propios en la serie del verano, la serie de la que todo el mundo habla. Una serie que no se limita a contarnos una historia interesante, con un guión sólido, sin apenas fisuras (por no decir ninguna) y que te atrapa desde el primer instante, sino que al mismo tiempo sirve de homenaje a toda una generación, a una manera de hacer cine, a una forma de contar historias.La mejor manera que he encontrado de definir Stranger Things no es con una frase mía. Pido disculpas desde aquí por no citar al autor de dicha frase, pero soy incapaz de recordar dónde la leí, aunque sí recuerdo que, una vez vista la serie, me parece la definición más acertada; "Stranger Things es algo así como si Steven Spielberg dirigiera una historia escrita por Stephen King." Tal cual.
En la serie encontramos referencias y guiños constantes al cine de los años 80 dirigido o producido por Spielberg. Desde E.T. (son inevitables las comparaciones) hasta Encuentros en la 3ª fase o Poltergeist, pero también de Carrie o Los Goonies, por citar solo algunos. Y no solo en la ambientación, magníficamente conseguida gracias a la dirección artística de la serie e, incluso, al aspecto físico de algunos de los actores, sino también con la forma de rodar y de narrar la historia. Como decía, todo un homenaje al cine de los 80 y a la generación que creció viendo esas película y, por extensión, a los cineastas que las hicieron posibles.
El corto recorrido de la serie, que cuenta con apenas 8 episodios, puede sabernos a poco a posteriori y dejarnos con ganas de más, pero es una forma acertada de ir al grano desde el principio y en todo momento, evitando molestos episodios de relleno o subtramas que no conducen a nada. Todo lo que nos cuentan es importante y juega su papel en el global de la historia. Un historia clásica que trata sobre la amistad y la lealtad, el paso de la niñez a la adolescencia y de esta a la edad adulta y el descubrimiento de uno mismo. Todo ello aderezado con componentes de corte fantástico y de terror. Es un auténtico placer comprobar la gran evolución de muchos de los personajes en tan corto espacio de tiempo. Como ya he mencionado antes, un gran trabajo de guión.
El trabajo actoral en general es bastante bueno, aunque Winona Ryder, la cabeza visible del reparto, nunca me ha parecido una gran actriz. Tanto niños como adultos cumplen con creces en sus papeles sin que ninguno destaque ni para bien ni para mal.
Lo que si me ha parecido horrendo ha sido el doblaje de la serie, especialmente el de los niños. Desde luego, los responsables deberían tener más cuidado con estas cosas. Puede parecer una tontería (y sí, ya sé que tenemos la opción de verla en versión original) pero un mal doblaje puede estropearte una gran serie o película.
Resumiendo, una serie muy recomendable, cuya baza principal es apelar a la nostalgia de una franja de publico muy concreta, pero que el resto disfrutará sin duda alguna.
Netflix se ha cubierto de gloria y éxito una vez más y esperemos que la serie tenga continuidad en el futuro. Mimbres para ello hay.