Revista Cultura y Ocio

Strauss Kahn

Por Alejandropumarino

Strauss Kahn

La chica que supuestamente padeció los excesos volcánicos de Strauss-Kahn, es del montón. Por una mujer así no se pierde el Fondo Monetario Internacional, ni el prestigio, ni se va a la cárcel durante una decena de años. Otra cosa es Valeria Mazza o María Sharapova. Ahí no entro en juicios de valor. La empleada del hotel imaginariamente agredida por el multimillonario socialista francés no ofrece las características de una mujer que puede llevar a la perdición total a un hombre de sesenta años. Esto ha sido un montaje y se ha empezado a demostrar. Se intuye lagarta. Las mentiras continuadas de la humilde empleada han mosqueado a la fiscalía. Una camarera con cinco móviles diferentes es una camarera extravagante como poco. Una camarera que recibe en su cuenta corriente una transferencia de cien mil dólares proveniente de un narcotraficante, es una camarera confusa, como poco. En la actualidad, cualquier hombre poderoso puede sufrir una situación semejante a la de Strauss-Kahn. En principio, la denunciante siempre tiene la razón y el denunciado es el culpable”.

Invitan a la reflexión las dos consideraciones del Sr. Ussía; por un lado, la presunción de veracidad de la víctima, que sitúa a cualquier caballero en una desagradable, cuando menos, situación de indefensión; por otro lado la idea de la conspiración. Desde este espacio se comentó como la situación vivida por el dignatario francés era un tanto confusa y que la intriga podría bien provenir de personajes interesados en denostar a un candidato socialista con posibilidades reales de vencer en las próximas elecciones galas. Pero la perversidad podría resultar aún mayor; tratarse de un plan urdido desde el propio socialismo francés para llevar al candelero a su líder, reforzado y publicitado extraordinariamente tras una más que previsible declaración de inocencia. Ussía es más diplomático que un servidor cuando tacha de confusa a una camarera con cinco móviles o que recibe una importante suma de dinero proveniente de un narcotraficante; más bien parece un complot en toda regla, con la única finalidad de comprometer, no se sabe si para bien o para mal, al político galo.

Otro asunto es ese de la presunción de inocencia; resulta válido en cualquier ámbito menos aquel en el que una mujer, las más de las veces despechada, denuncia a un hombre por acoso. No conozco casos a la inversa. El varón es, a priori, culpable de toqueteos, abusos, incitación a la relación carnal o directamente, responsable de forzarla. Es injusto. Decía en viejo refrán que el hombre propone y la mujer dispone, y ni la biología ni la sociedad han cambiado tanto como para que las cosas sean de otra manera; a un servidor jamás le han sugerido, por parte del mal llamado sexo débil, un revolcón ni nada que se le pareciese. Condenar por sugerir es extremadamente peligroso. Para nuestra propia supervivencia.


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