El hasta ahora Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, el francés Dominique Strauss-Kahn ha sido puesto en libertad bajo fianza, pero según las noticias de última hora, ésta ha sido una libertad relativa puesto que se encuentra bajo arresto domiciliario.
Según la Wikipedia, ha permanecido en el cargo hasta hoy mismo.
Durante estos días he reflexionado sobre este asunto y he llegado a la conclusión de que como abogado y ciudadano que cree en el sistema democrático, debo creer en la presunción de inocencia hasta que un tribunal (o varios) diga lo contrario.
Pero como socialdemócrata que me considero no dejo de preguntarte si es absolutamente imprescindible que alguien que supuestamente comulga con mis principios, esté al frente del órgano que representa el capitalismo más voraz. Esto no es nuevo para los españoles. Que nos pregunten por el perdedor de la últimas primarias del PSOE y candidato “oficialista“, actual Vicepresidente y Comisario Europeo de Competencia, Joaquín Almunia.
Sin embargo, e insisto, respetando la presunción de inocencia, a nadie se le escapa que la vida política de Strauss-Kahn está absolutamente finalizada. De entrada, el proceso ha sufrido un drástico cambio, pues la defensa de Strauss-Kahn comenzó negando los hechos aludiendo que su defendido se encontraba comiendo con su hija mientras ocurrían los hechos, mientras que las última táctica procesal es demostrar que hubo consentimiento y por tanto no existió delito sexual.
Estos cambios implican, por si solos y para el ciudadano de pie, una muerte política de Strauss-Kahn. Por mucho que se demostrara que no hubo delito sexual, el ciudadano ya está percibiendo una infidelidad y no sólo hacia su esposa.
Porque en mi opinión, Strauss-Kahn ha cometido la peor de las infidelidades: hacia sus votantes, quienes veían en él como un serio candidato para combatir con Nicolas Sarkozy. Es por tanto un traidor por romper con la esperanza.
En los últimos años, a la derecha europea no le hace faltan muchos esfuerzos para ganar a los socialdemócratas. Basta con esperar a que éstos metan la pata tarde o temprano, para que ellos tomen el poder sin apenas despeinarse.
Mariano Rajoy sabe mucho de esta estrategia, que ejecuta a la perfección.
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