Revista Cómics

Streets of Rage 2, más puñetazos retro

Por Mugen

Después de jugar el primer Streets of Rage para su análisis retro, descubrí que tenía en la PS3 instalada su segunda parte. Esta semana santa vinieron unos amigos a mi casa, así que qué mejor que coger dos mandos y ponerse a patear culos pixelados

Blaze va más tapada en este arte que en el juego

Blaze va más tapada en este arte que en el juego

Streets of Rage 2 es un título muy bonito. Los personajes son grandes. Recuerdo cuando lo jugué en su lanzamiento que me parecieron enormes, pero incluso ahora me lo siguen pareciendo; y detallados, tanto que hasta se le pueden ver con claridad las bragas a Blaze cuando hace una patada voladora. Ya que sacamos el tema, el conjunto elegido es poco apropiado ¿tacones, minifalda, top y medias de secretaria guarrilla? Eso sí que es ir pidiendo guerra, o pedir que te hagan un tipo distinto de finisher cuando te tiren al suelo.

Esta segunda parte es una ampliación del abanico jugable del primero: los personajes cuentan ahora con un mayor número de movimientos, incluso la chica cuenta con un kame muy a lo chunli. Se añade a un par de personajes nuevos: un gordo lento y un skater rápido pero que recibe que da hasta pena. En cuanto al gordo, nunca está de más el típico personaje que nadie quiere pillarse por feo y… gordo. Es fuerte, sí, pero le cuesta dios y ayuda llegar a los sitios. Una lástima no haber incluido un dash en las nuevas opciones jugables. Éstas se han limitado a añadir espectacularidad al juego. Veremos que esto al final se convierte en un problema.

El principio de este título resulta absolutamente memorable, más aún si lo comparas con su primera entrega. Técnicamente resulta muy agradable. Los colores son vivos en contraste con los fondos tan oscuros, precioso al ejecutar tanto los poderes de Axel, con un puño de fuego que nada tiene como los de Blaze. Los primeros enfrentamientos también son muy satisfactorios. Los enemigos se ordenan de manera adecuada a la pantalla, permitiendo hasta combear magias con agarres y golpes normales, pero al cabo de unas tres pantallas, todo se desmadra.

Streets of Rage 2 es tanto más bueno si no has jugado a la primera entrega. Lo mejor de aquella es que rezumaba personalidad por los cuatro costados. Lo poco que explicaba estaba muy bien escogido. Los lugares que recorríamos, las escenas y hasta los bosses eran una delicia, consiguiendo un título muy redondo y que, sin duda, permanecerá por mucho tiempo en el recuerdo. La narrativa en estos títulos no puede ser nunca similar a la de un juego de lucha uno contra uno. Aquí se nos cuenta una historia, aunque parezca que no, los fondos que recorremos nos están transmitiendo la trama, así como también los enemigos que derrotamos. Eso lo hacía muy bien la primera parte, era un juego muy comedido y acertado; aquí se les va la pinza de mala manera.  Salimos de las Streets of Rage para acabar en un arcade mucho más genérico. Como decía, toma una narrativa más propia de one vs. one, donde cada escena de lucha busca ser totalmente distinta a la anterior, para entender que estamos rompiendo culos all around the world.

Y es que acabamos peleando en una selva, en un campo de baseball, en un barco y en no-sé-cuántos ascensores (puta manía con poner ascensores en todos los beat´em up), esto ha debido confundir bastante al bueno de Yuzo Koshiro, porque las piezas musicales que acompañan la aventura suponen un bajonazo de calidad. No son, ni de lejos, de tanta calidad como las de su antecesor. Este hecho queda totalmente al descubierto cuando, en la última stage, aquella que desemboca en el enfrentamiento contra el malvado Mr. X, se nos pone de fondo el single insignia de la BSO del anterior juego, y se me puso la piel de gallina. Ninguna otra composición de éste consiguió lo mismo.

Cuando ves un huevo de Alien es cuando sabes que algo no funciona bien

Cuando ves un huevo de Alien es cuando te da cuenta de que hay algo raro

Pero el mayor problema que tiene el título es la fe excesiva en las adiciones jugables que se añaden al juego, pero es una confianza mal adquirida. El problema llega al descubrir que todas las opciones son de ataque, y que funcionan prácticamente igual. Resultan ineficaces ante el aluvión de enemigos de los que a veces hace gala el juego. A partir de la mitad del juego, los desarrolladores deben de haberse ido a dormir, porque, en su lugar, es como si hubiera una especie de dios hijo puta con puñados de bosses para repartir. Los cambia de color y te los tira a lo loco en cualquier situación, da igual dónde o cómo estés, llegándose a producir situaciones completamente ridículas. Esto se habría solucionado añadiendo bloqueos, algún tipo de contra o un dash para controlar mejor la situación de la pantalla. Estar a la vez partiéndote la cara con dos Hattori o Ninja, tres Adon del Street Fighter, dos Poison con látigo, dos bosses pintados y una Blanka, tambien del Street Fighter, resulta lamentable, sobre todo cuando, en grupo, deciden pegarte todos juntos y tú no cuentas con ningún arma para resolver la situación.

En cuanto a los malos del juego, SOR 2 nos transmite una dura realidad. Lo siento por aquellos que han dedicado su vida a estudiar un arte marcial o a macharse en el gimnasio: un gordo siempre gana, de hecho cuanto más mascabollos y chupahelados de panceta parezca, peor es el cabrón. Para las chicas: ir en tacones os da un +100000 a la fuerza; si no, no se explica. En estos juegos, ves llegar a un tipo cuadrado y te da la risa ¡¡Pero ay, cómo aparezca un gordo o una tía en tacones!!

¿En cuántos juegos y cuántas veces habéis gritado

¿En cuántos juegos y cuántas veces habéis gritado “Putos gordos”?

El combate con Mr. X ha perdido también todo su encanto. ¿Recordáis un capítulo de Los Simpsons en el que la yakuza japonesa se parte la cara con los mafiosos de Springfield? En ese episodio hay un chino (bueno, un japo, pero hace más de reír decir que es un chino) parado, quieto sin moverse y Homer dice: “Marge, espera, que ese chino todavía no ha hecho nada”. Algo así sucede en el último enfrentamiento, ya que Mr. X tiene un secuaz que sale a pelear después de que haberte visto machacar a sus esbirros. Te lo cargas y, ahora sí, llega Mr. X. Aquí sucede otro momento de sano descojone. Durante todo el juego, nadie ha llevado armas de fuego, todas las peleas son a puñetazo limpio, pero ahora llega el final boss y decide emplear una metralleta contra ti, con lo que concluimos que la organización está regular de recursos y sólo tienen pasta para una metralleta. Parece que contratar a un ejército de freaks, que no son más que clónicos feos de otros juegos de peleas, no te ha salido muy bien, ¿eh, Mr. X, que lo tienes que solucionar ahora a tiros?

Así concluye Streets of Rage 2; y todo para rescatar a uno de los personajes jugables del juego anterior… no entiendo muy bien por qué, la verdad, supongo que el que decidió ese plan de la leche fue el mismo de comprar una sola metralleta para toda la organización. Por ello, SOR2 no es un mal beat´em up. Es vistoso, tiene magias chulas, es relativamente largo y tiene tramos jodidos, pero sí es un mal SOR al decidir prescindir de todo lo que hacía grande al primero y preferir caer en un cúmulo de clichés tontos y de desafortunados diseños de combates. El primero debería haberse llamado oficialmente Streets of Rage, las calles eran oscuras y se respiraba mala leche en cada esquina, mientras que éste debería haber ido por su cuenta con el nombre, ahora sí, “Bare Knucles”.


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