Pat Robertson es excandidato republicano a la carrera presidencial y se ha reconvertido a telepredicador, profesión curiosa y abundante en los Estados Unidos. Interrogado sobre que debería hacer un cristiano que establece una relación extramarital mientras su esposa padece un Alzheimer, la respuesta no pudo ser más contundente, indicando que el proceso no dejaba de ser una “especie de muerte”. Al margen de las connotaciones propias del cristianismo, que no me parece proclive al divorcio en general, lo que se sale de toda lógica es la escasa caridad y amor al prójimo que se desprenden de una solución egoísta amparada por el ministro de Dios a través de la telepredicación, o como quiera que se llame el invento.
Uno se da cuenta de que determinadas cosas solo pueden suceder en Estados Unidos; convertirse de político el telepredicador tiene su aquello, pero considerar al Alzheimer una especie de muerte prematura para justificar una separación, solo tiene el sentido común del egoísmo convertido en dogma de fe.