Revista Solidaridad

Su tiempo no es mi tiempo

Por Enriquerichard

Su tiempo no es mi tiempoLlevaba meses sin ir a visitarlo.

Pensé que me echaría de menos y que, si me  acercaba a verlo, se alegraría de mi presencia y que, al verme, como Lázaro de su sepulcro, se levantaría de su banco a recibirme, que me abrazaría, que me diría cuánto se había extrañado de mi larga ausencia, que me había echado en falta…

¡Qué lejos estaba de la realidad!

El otro día le visité. Estaba, como siempre, en su banco, casi dormido, absorto en su mundo impenetrable, desconocido para el resto de los mortales, preocupándose de su tabaco, de su novela, de sus gafas, de su vino…
Me vio de lejos y yo vi que me miraba; pero de su rostro no salió ni una mueca de alegría, ni tan siquiera de sorpresa. Siguió en sus cosas, como si nada nuevo fuera a pasar…
Me acerqué, le tendí la mano y él la tomó:

—Hola, Enrique —me dijo.
—Hola, Mohamed, ¿cómo estás?

El tiempo no había pasado. Nuestro encuentro seguía siendo el de siempre, el de cada semana. Para Mohamed el tiempo no cuenta. Los días, los meses, los años no transcurren para él. Se han quedado en su pasado. Los días, los meses, los años nunca pasan, se quedan, como él, en aquella plaza, en su banco, en su novela, en su vino…quietos, sin moverse, esperando nada.

Su tiempo no es mi tiempo.

Y Mohamed no está dispuesto a ataduras que luego se rompen. No quiere más sentimientos que le conmuevan. No quiere sufrir más de lo que ha sufrido y está sufriendo. Yo era uno más y no quería contar el tiempo. Su soledad es suya y no la mide en horas, ni en días… Se le ha agarrado para toda su vida…

Otra vez sus hilos… Siguen rotos… Su telaraña es un guiñapo que ya no distingue los hilos… Nada ni nadie los puede rehacer… Y él tampoco quiere…

—Enrique, estoy mal, pero no quiero nada.


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