- Rafael Arias Salgado,
- Teniente General Andrés Casinello Pérez
- Aurelio Delgado,
- Jaime Lamo de Espinosa,
- General Fernando López de Castro Fá.
- Rodolfo Martin Villa,
- Marcelino Oreja Aguirre,
- José Pedro Pérez- Llorca,
- Salvador Sánchez-Terán,
- Adolfo Suárez Illana.
El listado anterior es el de firmantes de un comunicado que critica con dureza la publicación de Pilar Urbano sobre el 23-F, con información supuestamente facilitada por el fallecido Sr. Suárez y con el deseo de que su publicación resultase en todo caso, posterior a su propio final. Sorprende ver el él al hijo del expresidente, pues hasta donde uno conoce, el libro describe a un Adolfo Suárez comprometido con la democracia y la libertad, en contra de golpistas, trepas, intereses de la propia coalición que llegó al poder, militares y hasta el propio monarca. Y aquí se llega a la cuestión vertebral del asunto. La familia real ha recogido escasa adherencia del pueblo en los últimos años, desde los escándarlos de D. Juan Carlos con elefantes y princesas, al yerno ladrón que hizo bueno al aficionado a praísos artificiales, después de que su primogénito contrajese matrimonio con una periodista divorciada. Desde este mismo espacio se defendió la labor institucional y diplomática del Rey, porque los asuntos privados con los paquidermos africanos en compañía de una bella dama son estrictamente personales y no comprometen mucho más allá de cuitas familiares que no me incumbren. Pensar, sin embargo, que pudo ser conocedor, y hasta instigador de un ataque frontal a la democracia, de deslealtad al presidente del gobierno elegido por todos los españoles y que se cocinaron oscuras operaciones en los sótanos de la Zarzuela, convierte a la figura de D. Juan Carlos en algo tan inservible como peligroso. Desmentir vociferando no supone tener razón, acreditar la falacia de Dª Pilar debería ser una prioridad para la Casa Real obligada a aclarar la verdad o condenada a consumirse en un mar de dudas que comparten ya muchos conciudadanos.