ME PERMITO TRAER aquí algunos pasajes de mi libro ‘Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid’ (Ediciones La Librería, 2010) como modesto homenaje a la figura del recientemente fallecido Adolfo Suárez y a su enorme legado político en estos tiempos de zozobra.
Contrasta vivamente la visita de Ceaucescu con la que realizó el presidente francés Giscard d'Estaing, amigo personal del Rey, y su esposa Aymonne de Brantes en julio de 1978. Quizás por aquello de impresionar, el jefe de Estado galo llegó acompañado de su propia brigada de cocina y, a decir de los empleados del Ritz, dieron en el Palacio de Aranjuez un servicio fuera de lo corriente, tanto en calidad como en presentación. Todo iba sobre ruedas hasta que el jefe de cocina del Palacio del Elíseo, monsieur le Cervaut, se empeñó en que fueran los camareros franceses los que sirvieran la mesa presidencial durante la cena de gala. El primer maître del Ritz, Arturo Melero, se negó en redondo, hasta que con la ayuda del jefe de protocolo español consiguió salirse con la suya. Los franceses, que jugaban en terreno contrario, no lo aceptaron de buen grado y, en la medida de sus posibilidades, intentaron "reventar" el servicio con algunas tretas bastante infantiles: apagando las luces de los tortuosos pasillos y escaleras que conducen a la cocina, o escondiendo algún material de servicio imprescindible para servir la cena. Al final la cosa no fue a mayores y los invitados ni siquiera llegaron a notar que en aquel Palacio de Aranjuez acaba de librarse una incruenta batalla entre camareros galos y españoles. Los franceses, una vez más, volvían a salir derrotados. Pero no fue éste, sin embargo, el único gesto "heroico" de aquella visita. A oídos de los camareros del Ritz había llegado que Giscard d'Estaingvino cargado a Madrid con sus mejores vinos franceses y que el presidente del Gobierno español los había despreciado de forma muy diplomática. Llegado el momento, Adolfo Suárez, con una polémica Ley de Asilo para terroristas por medio y con el sur de Francia convertido en un santuario de ETA, no tuvo mejor ocurrencia que despreciar el vino que se le ofrecía pidiendo un vaso de leche, para fastidio del estirado presidente francés. A su modo, quien también se "rebeló" contra el protocolo de la visita fue Felipe González quien, con motivo de tal encuentro, acudió por primera vez como invitado a una cena de gala en el Palacio Real. El secretario general del PSOE, pese a la advertencia de la invitación, se presentó con un sencillo traje oscuro en vez del frac que se exigía a los caballeros.