Un fenómeno político y social me intriga hace varias semanas: el surgimiento del PPKausa. Es un asunto extraño que ha sido abordado parcial e indirectamente por algunos analistas en distintos diarios y revistas de circulación nacional; sin embargo, no he encontrado un desarrollo que satisfaga mi curiosidad intelectual por decantar el asunto. Mi interés por la política y mi mediano entrenamiento en la teoría me sugieren que quizá haya que elaborar un poco desde la tribuna propia, así que a eso me dispongo.
Demos un poco de contexto. Hace algunas semanas, la candidatura de PPK (cuyas siglas se usan por marketing y por franca incapacidad humana para escribir su apellido) era más o menos irrelevante. Se movía en un modesto 5% de promedio y no levantaba mayores entusiasmos. Sin poder determinar una razón clara, hace algo más de un mes, el asunto cambió. Se han tejido varias hipótesis, seguramente de nivel alto de probabilidad: el ataque innecesario de Toledo, una importante campaña viral en las redes sociales, la presencia del cuy mágico de la suerte del BCP que con buen ojo político dejó el negocio privado de prestamista para pasar a las grandes ligas de la cosa pública convirtiéndose en el PPKuy y, finalmente, la detonante “tocada de bocina” que, como ya se comprobó, no fue un gesto erótico espontáneo, sino una movida cocinada por el comando de campaña de PPK. Estas cosas, unidas a varias otras, como la tendencia “aspiracional” del peruano de clases medias y el correlato de esta tendencia en la historia de éxito del empresario peruano-americano, dieron un giro radical a la campaña. PPK empezó a posicionarse y en poco tiempo pasó a #foreveralone para estar, hace por lo menos dos semanas, en empate técnico con Toledo y Keiko. Muy bien, vamos ahora a lo que nos interesa.
En el marco de lo que describo, la bastante exitosa campaña de PPK logró posicionar algunos rótulos/productos que partían de la raíz de las siglas de su nombre: PPKuy, PPKasa y PPKausa (hay también versiones divertidas, aunque desde el otro bando, como la ya famosa “qtkchPPK”). Bueno, este asunto del PPKausa es el que me interesa. ¿Qué caracteriza a un PPKausa? ¿Cuáles son las razones de su proceder? Mi pregunta, además de teórica, es muy personal. Por lo menos tengo una docena de personas, entre amigos y familiares, que tranquilamente caen bajo esa denominación (y cuya amistad y cariño espero mantener). De hecho, por lo menos un tercio se adjudica con orgullo el nombre de PPKausa y, por lo menos dos, hasta tienen o quieren tener una PPKasa. Con ese contexto cercano, después de haber conversado mucho con ellos y de haber pensado este asunto por semanas, me animo a tratar de ofrecer algún alcance sobre el particular.
Quizá la mejor manera de abordar esto sea haciendo una breve tipología, al estilo de la que hice hace un tiempo sobre los caviares (dicho sea de paso, el PPKausa, en principio odia al caviar, aunque uno que otro PPKausa votó por Susana “Caviarán”… vaya Dios –aunque en realidad no es tan difícil de entender– a explicar eso). Ahora, lo que digo a continuación no tiene una relación de necesidad, es tan solo una caracterización general que parte de cierto análisis empírico acompañado de algo de especulación teórica. No se trata, luego, de una caracterización absoluta, así que no se me resientan los que se crean aludidos. Añado, finalmente, que no todo votante de PPK es un PPKausa, como se puede notar con algo de claridad en la tipología que sigue.
- El PPKausa admira a PPK. Esta es una característica básica. No basta con creer que es un técnico capaz o que de alguna manera protege los intereses de la GCU (gente como uno). Ese voto es un voto instrumental, calculador. Ese no es el voto del PPKausa. El PPKausa admira de modo casi devocional a su candidato. Las razones son diversas. Por un lado, esto se explica por la composición social y formativa del votante ppkausa: en su mayoría (aunque no de modo excluyente), se trata de jóvenes relacionados de un modo u otro a las ciencias económicas y de clases altas. De ahí que la Universidad del Pacífico sea un bastión típicamente PPKausa: reúne las dos condiciones establecidas. Para estas personas, PPK es una suerte de héroe, de referente paradigmático: aquel que llevó a cabo un desarrollo profesional pleno que, cómo no, se manifiesta sí y solo sí a través de la riqueza. PPK estudió en los mejores colegios, en las mejores universidades, trabajó en los mejores sitios y ahora es un viejito millonario que ha decidido participar en la política para limpiarla y darle nivel. Él sabe cómo hacerlo, él es el mejor, se dice.
- Ahora bien, esta admiración tiene una faceta distinta, como ha sido identificado bien por algunos analistas, cuando el fenómeno sale de las clases altas y migra a las medias o medio bajas (fenómeno que puede aplicar para el mismo caso de la UP, por ejemplo, cuya composición no es uniforme): allí acaece lo que se conoce como el fenómeno de lo aspiracional (cf. Bruce, J. Nos hemos choleado tanto). Si bien la admiración persiste, es obvio que PPK ya no es alguien como uno, es, más bien, alguien como quien quisiera ser uno. La figura es interesante, ya que la relación no es más la de identidad, sino, más bien, la de aspiración de quien mira con cierta ambición desde abajo aquello que los del sector de arriba podrían tener sin el esfuerzo que supone el éxito: la posición social y el dinero. El famoso “emprendedor-ppkausa” –del que tanto habla ese personaje que candidatea con el lema de “soy economista, en mí puedes confiar” (sí, es una relación que no termino de entender)— sería un ejemplo de esto: no se tiene ni posición ni dinero, pero a fuerza de empeño se puede conseguir éxito y con él conseguir las primeras dos variables ausentes. Sí, conseguir éxito como lo hizo PPK, nuestro héroe, nuestro modelo.
- Esto que indico va delineando la posición del PPKausa, pero, como se ve, aún se mantiene en los límites de la racionalidad de cálculo y la empatía: PPK representa un modelo que quiero seguir y es un tío bacán. Pero si solo esas fueran las variables, el asunto no tendría ciertos tintes fanáticos como los que vengo detectando. Hay más. Hay un salto hacia la irracionalidad que se contempla solo cuando uno discute con un PPKausa, allí se muestran las prioridades de estos personajes tan simpáticos y su verdadero talante. Mi impresión es que esto se deriva de una concepción muy errada de la política, a lo que se une una mistificación del personaje, con ciertos tintes religioso-dogmáticos (algo que también he visto en el caso del Comandante, dicho sea de paso). Veamos. El tema tiene que ver con creer que la política es algo que hay que limpiar, purificar, llenar de dignidad, etc. Ojo, no es que me oponga de plano a eso (aunque sí lo hago parcialmente), pero creo que el discurso de los valores no solo es inadecuado para ese fin, sino hipócrita. Un buen ejemplo son estos chicos que “tienen ganas” (de qué, ah?). Buenos muchachos, seguro, con nobles fines, pero equivocados en algo: son chicos idealistas que no entienden lo que M. Weber ya había descrito con tan buen tino (y que Daniel recordó hace poco en una conferencia), a saber, que la política tiene su propia dinámica interna y que esta se parece más a una regentada por el demonio. Si eso no se entiende, simple y llanamente, no entres a la política, joven, quédate en la sociedad civil y haz política desde allí, no me cansaré de repetirlo. Bueno pues, algo de esto hay en la figura mítica de PPK: “el tío la rompe; sabe cómo hacerlo; es el mejor; es un hombre limpio; es un hombre serio; todo lo ha ganado a fuerza de empeño; tiene suficiente dinero como para no entrar a robar al Estado; es un gringo y los gringos son derechos y no le entran a la cochinada; etc.”. En resumen, PPK es lo que este país necesita para adecentar la política. Una suerte de mesías extranjero-peruano que reúne todas las cualidades que no tiene un “político tradicional”.
- Bueno, yo les digo: bullshit. Y lo digo por dos razones. Primero, porque esa idolatría es siempre una ficción, la proyección encarnada de algo que queremos y no podemos ser, como recordaba Feuerbach. Es en el fondo una forma enajenante y, sobre todo, ficticia: señores, PPK no es todo eso, razonen. Pero no importa, digamos que lo fuera, ese no es el tema, porque eso parte de una concepción equivocada (y yo creo hipócrita) de la política: nadie va a venir a adecentarla, la política te va a comer a ti siempre. ¿Creen que soy pesimista? Me defiendo: el tema no puede ser jamás uno de valores, sino de estructuras: los valores se quiebran en un pestañeo cuando el arca está abierta, por eso deben establecerse mecanismos estructurales de control, de fiscalización. O qué creen, ¿que porque es PPK él no va a robar? De pronto sí, pero no seamos ingenuos, no es un tema de valores, los seres humanos somos pura fragilidad, hasta los mejores. Además, es también, a veces, una cuestión basada en pura hipocresía y en una proyección inadecuada de conceptos, como con el caso de Zarahí Toledo. Aquí el problema es la incapacidad de diferenciar la esfera privada de acción de la pública. Obviando los detalles –obviamente está muy mal que alguien no quiera reconocer a su hija, aunque me pregunto cuántos hombres que le son infieles a su mujer se esfuerzan por ir corriendo a corroborarlo— lo cierto es que si a uno le gusta la parranda o la promiscuidad no tiene por qué comprometer, por ello, su condición de funcionario público, allí radica el error conceptual y uno de los problemas fanáticos del PPKausa y también del troll humalista: no me vengan con el discurso –efectivo, pero conscientemente populista– de que vamos a adecentar la política con sus respectivos adalides de la moral, del estudio, del trabajo y demás, simplemente fortalezcamos los mecanismos de control ciudadano para que estos potenciales cabrones no nos roben y no abusen del poder que les damos en las urnas.
Insisto, entonces, no mezclemos niveles de discurso. Si PPK se coquea o le gusta tener modalidades de sexo perverso o si es más bien un asceta que toca la flauta, no es un tema central (estoy extrapolando ah, no se me alteren): si cumple con su función de modo mínimamente decente y si logra que este país tenga menos pobreza cualitativa y no numéricamente, bacán, por ahí va la cosa. Por eso hay que denunciar esa racionalidad fanática que no comprende el juego de la política. La política, en el mejor de los casos, debe esperar mínimos de decencia, que son básicamente los que estipula la ley. Si la quiebran, hay que estar atentos, esa es la idea.
Termino, entonces, aunque con muchas más cosas por decir, seguramente. Mi idea es sencilla: el PPKausa ha desarrollado, por los motivos que he expuesto y por varios más que no he analizado por falta de espacio y competencia (por ejemplo, el racismo, la visión solamente estadística del crecimiento económico, el ultraconservadurismo religioso, la falta de conexión con los problemas sociales del país, etc.), una personalidad electoral de fanático (pienso –anhelo– que es algo coyuntural que no define la integridad de su ser). Más aún, una personalidad similar a la del fanático religioso: ha idealizado a su objeto de adoración y lo ha convertido en un cuerpo dogmático de creencias que no está dispuesto a dejar, no tiene capacidad crítica respecto de su líder y lo defiende como un talibán que lo sigue hasta la muerte (feisbuquera, claro). Si algo tuviera que decir para cerrar, es que este país, con toda su conflictividad y sus miserias, merece que nos tomemos la política más en serio y, hacer eso, precisamente, consiste en no fanatizarla. Aceptarla como es, sucia, compleja, pero imprescindible. En tanto tal, lo que conviene es mantener los ojos abiertos, la mirada crítica, no creerle demasiado a nadie y, si se puede, tratar de optar por las opciones que ofrecen los mínimos necesarios para sacar este país más o menos adelante. No creo que esa opción sea la de PPK, pero bueno, esa es mi opinión y nada más que eso. Espero que este artículo no ofenda a nadie, no es la idea. Mis amigos PPKausas, dicho sea de paso, no tienen por qué caer en este rubro. La adjudicación voluntaria del nombre no supone la coincidencia exacta con mi tipología. Muchos que se dicen PPKausas no son más que personas con genuino entusiasmo, personas que respeto y aprecio, familiares y amigos; hay, sin embargo, otros PPKausas, que bien pueden ser abarcados por mis precisiones o por otras más, intolerantes de modo extremo y, sobre todo, personas que han perdido toda receptividad a la crítica respetuosa. Sobre ellos he querido hablar aquí, sobre ellos se ha tratado de hacer una tipología. El debate queda abierto.
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 29 abril a las 09:05
Ponga el disco "Juliana" de DLG o de Cuco Valoy (sólo para conocedores) y póngase a cantar:
Te escribo esta carta PPK para que sepas de mi y sepas como me encuentro sólo por creerte a ti.
Al escribirte recuerdo las palabras de papá, pero tú eras el tío bacán, nunca le quise escuchar.
Que no confiara en ti que viera tu pasaporte primero y por ti cara'e'vieja hoy muero de sufrimiento.
No eras nadie al conocerte, en el Facebook fui tu follower, tuitee lo que no sabía, me encuestaron con DNI, porque por ti estaba ciego hasta cambie mi avatar, PPKausa ahora me dicen, ahora me dicen PPKausa.
Ahora comprendo que fui un hijo muy rebelde que papá tenia razón, pero yo era inocente
A los dieciocho años cuando una ilusión te ciega aunque hoy me pase a mi esto le pasa a cualquiera creo que no soy el primero que un político engaño.
Por primera vez vote y espere los resultados, pero pasaron los horas, que me parecieron años, y la Magdalenta Chu me estuvo hueveando, hasta ayer que me contaron que a la segunda vuelta no habías pasado.
PPKausa eeeh.
(Coro) PPKausa ahora me dicen, ahora me dicen PPKausa