Revista Educación

Subido a la parra

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Subido a la parra

19 septiembre 2013 por matthewfragel

Mi casa no es mi casa. O por lo menos no es mi hogar.

Cuando he sufrido la nostalgia del emigrante, no era por este sofá en el que escribo. Ni por la cocina en la que desayuno. Ni por la cama en la que me acuesto. La añoranza de verdad la reservo para una vivienda de dos plantas y cristales de colores, donde pasé mis años de mocos y juguetes. Allí tenía a mis abuelos y a mi perro. Cuando uno es niño no se puede pedir más.

En el centro de la huerta, frente al ala nueva de la construcción, crecía un ciruelero. Su tronco era mucho más grueso de lo que abarcaban mis manitas, torcido en una media vuelta que recuperaba la verticalidad justo antes de bifurcarse. Por el sur tenía un nudo grueso a ras de tierra y otro a media altura, perfecto para el siguiente apoyo. Era un árbol hecho para ser trepado.

El gajo más grueso y más tentador se proyectaba hacia el lado contrario, sobre la parra de sombra. Y hasta ahí llegaba con mi recuperada naturaleza de primate, trepando hasta el gallinero entre sarmientos y tubos galvanizados. Nada me daba tanta alegría como encontrar por el camino una primavera rolliza, así que fíjense qué sencilla era mi felicidad de entonces.

Un día, de buenas a primeras, al ciruelero lo cortaron. Como mis abuelos ya no están, prefiero darles el beneficio de la duda y pensar que el pobre estaba enfermo. Pero nunca me atreví a preguntarles, por miedo a tener que bajarlos del pedestal.

Años después, en el sofá de esta casa que no es mi casa, me acordé de este señor y de esta entrevista. Espero haber encontrado, encaramado al ciruelero, la excusa perfecta para compartirla con ustedes:

 

 


NOTA: Cada uno es hijo de su tiempo y de su espacio. Yo soy canario pero quizá quien lea esto no. Por si acaso, aquí van dos aclaraciones. En el archipiélago que me vio nacer al ciruelo se le dice ciruelero, al castaño castañero y al almendro almendrero. No se me ocurre ninguna razón para renunciar a tan maravilloso sufijo. De la misma forma y en el mismo sitio, “primavera” es el nombre popular de ciertas orugas.

 


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