Revista Educación

Subir al Teide a ver la nieve

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Subir al Teide a ver la nieve

Custodiado por Las Cañadas, majestuoso se alza el Padre Teide a 7.500 metros de su lecho atlántico, entre el frondoso manto verde de la Corona Forestal. Orgullo y protector de las Islas Canarias, la belleza y el exotismo del símbolo de Tenerife no conocen igual. Fotogénico e inalcanzable, el legendario estratovolcán parece variar en función del lugar desde el que lo divises o el momento del día en que se muestre. Pero esa efímera temporada en que el invierno lo viste con su blanco manto es cuando exhibe su más esplendorosa belleza, coloso cristalino que deslumbra en la noche como el más macizo diamante, ese momento en que se enfrenta a una turba de magos y magas que lo asaltan con un solo propósito: "Ver la nieve".

Nuestra historia comienza con ese frío helador que se te mete en los huesos un par de veces al año. Entonces, alguien suelta la frase clave: "Seguro que nevó en el Teide". Lo siguiente es ver en Twitter que se cierran los accesos por placas de hielo en la calzada. Ese es el detonante. Presos de unas ganas irrefrenables de pisar todo lo blanco, al menos cien gilipollas desoyen las indicaciones oficiales, agarran el gorro de lana, la chaqueta que te pones cuando vas a la península y un termito de café, y tiran para el monte de La Esperanza. Carreteras cerradas y unos agentes haciendo guardia te despiertan a la cruda realidad. ¿Usted no leyó que no se podía subir? Eso me dijeron, pero pasé. A fin de cuentas, el Teide también es mío.

Siempre están los más aventureros e imbéciles, que sí o sí tienen que saltarse la prohibición, esos que aparcan el coche en una cuneta y se adentran a pie entre los pinos. Los equipos de rescate lo mismo tienen que evacuar a decenas de negligentes ese día, menores y hasta una embarazada. Los más nos quedamos en casa hasta que el Cabildo anuncia el 11 de enero la reapertura de las vías en Las Cañadas tras el paso de la borrasca Filomena. El delirio.

Esta vida aburrida y monacal a la que se nos ha condenado desde marzo del año pasado no nos deja más alternativa que la playa o el monte, toda vez que no puedes viajar, ni irte de comilona masiva con la familia, ni ensayar con la murga, ni ninguna de las cosas mundanas que hacíamos antes. Viendo los atascos de hasta cinco horas para atravesar el Parque Nacional percibe uno la magnitud de la superpoblación isleña: Durante dos fines de semana, en plena pandemia, las colas en la subida por Chío llegaban a Boca Tauce, y en el acceso por La Orotava, hasta Pinolere. Y venga grúas arriba a sacar memos atrapados en las cunetas.

Asusta pensar que en el Cabildo de Tenerife nadie ponderase la locura de permitir semejante atentado y sinrazón. Un desprendimiento hubiese matado a cientos de personas y embotellado a media isla a más de 2.000 metros de altitud. ¿Un infarto? La ambulancia jamás hubiese llegado. Sumemos el deterioro generado por decenas de miles de vehículos aparcados impunemente en los arcenes, aplastando piedras milenarias, lagartos, insectos, retamas y codesos sin miramiento alguno, sacrificados para que el niño haga un muñeco. A cambio de un selfi. Si añadimos los kilos de basura entre colillas, vasos de plástico, mascarillas y hasta un carro de la compra, tenemos un desastre medioambiental completo. ¿Responsabilidades políticas? Nadie las asume, nadie las exige. Dormidos gobernantes, oposición y ciudadanía.

Denominamos "Padre" a nuestra montaña, pero muchos miles no la tratan como tal. El pasado fin de semana seguía habiendo paisanos botándose por las cuatro laderas en que queda hielo. Ya está bien de tanta bobería y tanto maltrato a ese al que llamas padre, Patrimonio de la Humanidad desde 2007, que bien merece normas de uso bastante más restrictivas y unas multas más contundentes a sus agresores, visto que es imposible asegurar su disfrute racional. Es tiempo de empezar a expedir permisos por internet para acceder al Parque Nacional y que sólo un número reducido de personas pueda estar arriba a la vez. Y cobrar una tasa al turista.


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