A lo largo de mi vida me he encontrado con diferentes maestros, todos coincidiendo con una frase que me ha costado mucho entender e incorporar en mi existencia:
“has a un lado el perfeccionismo y que esa imperfección que te inunda, te lleve a ser la mejor versión de ti misma”.
La verdad debo admitir, en mi profesión el errar no es una opción, ser débil tampoco y que alguien me diga que me de la oportunidad de ser imperfecta, es lo más descabellado que me han podido decir, pero al mismo tiempo si lo hubiese comprendido antes, hubiese sido una de las experiencias más liberadoras y emocionantes de mi vida.
Competí durante muchos años, traté de ser la mejor y lo conseguí, pero aún así no me sentí plena, sino terriblemente insatisfecha y con una extraña sensación de zozobra una vez lograba lo deseado; me cuestionaba incesantemente, sobre qué existiría después de ser la número uno y lo que encontré fue lo siguiente:
“Una terrible sensación de inconformismo y de miedo, pero no del miedo hecho para protegernos sino el que te bloquea y te paraliza hasta el punto de aislarte… Al no encontrar el punto intermedio entre ser y hacer, me perdí en una necesidad de reconocimiento desbordante y lo enmascaré en la bien llamada “perfección”, en esa admirada por muchos porque es sinónimo de disciplina y perseverancia y odiada por otros, dada la cuenta de cobro que pasa al final cuando nos sentimos exhaustos.
No los estoy invitando a ser irresponsables y mucho menos mediocres, sino a entender que para ser la mejor versión de ti mismo requieres amarte primero, ser conscientes de tus capacidades y habilidades, permitirte errar sin culpa y volver a empezar aceptando tus falencias…Quizás en el nuevo camino no recibas tanta adulación pero seguramente si paz interior.
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