Describiría el argumento con una expresión “anatomía de un instante” porque todo, tanto lo ocurrido como lo que va a ocurrir se basa en actuaciones de un instante, un momento que marcará todo lo demás. A partir de ese punto, de ese preciso momento, la obra se articula recreando las múltiples consecuencias que produce. Pero no es sólo eso la novela sino mucho más, es una apuesta estilística porque la prosa es muy particular, muy de autor y el ritmo narrativo también. Luján organiza todo el entramado con continuos cambios de sentido, con vueltas al pasado y con datos sesgados, dejando, de alguna forma, todo en el aire, todo en vilo, sin que nunca sospechemos cual es el siguiente paso de la trama, lo cual, es de un mérito tremendo.
Algo subyace en el fondo, en el subsuelo, nada es claro ni nítido y no existen unas explicaciones claras, aunque habrá consecuencias que sí serán evidentes.
círculo vicioso que implica al lector Todo se inicia con un accidente de tráfico, una imprudencia fatal y a partir de ese punto, los implicados, unos gemelos y dos familias interaccionarán entre ellas. El argumento, contado así, parece baladí, ligero, pero no lo es puesto que el autor comienza a poner implicaciones insospechadas entre todos, aparece la maldad y los secretos que destruyen porque son letales y porque se utilizan de manera torticera. El pequeño mundo de dos hermanos y una madre se verá envenenado por hechos ocultos, mentiras y verdades que sólo se conocen en el seno de la familia. Luján no analiza el desarrollo psicológico de los personajes, lo obvia, nos informa de cual es la evolución y lo hace con sapiencia, destilando pequeñas dosis para que vayamos asimilando el estado actual de la relación familiar. Todo parece así concentrado y fatal, de alguna forma, el autor, nos deja entrever que la desgracia germinará. Los personajes viven en el borde del abismo, en un precario equilibrio que es imposible mantener y a nosotros, como lectores, nos tiene atentos pendientes del momento de la caída. Se consigue la atención total del lector, incluso tiene algo de enfermiza la lectura porque sabiendo que existe en desastre y que estará cercano no nos permite apartar la vista de las páginas, implica así al lector también en ese círculo vicioso. El final, como todo en la novela, es inesperado, radical y tiene un toque crepuscular que no deja lugar a dudas. La prosa del autor es precisa y al mismo tiempo, como ya comentamos, muy personal, muy de autor. Se percibe un estilo muy propio tras cada frase, incluso en la forma de montar los capítulos o incluso a la hora de resaltar ciertas palabras. Entra así en un universo de autores que tienen una impronta personal.
Sergio Torrijos