Es moda, entre periodistas, escritores, actores y otras actividades, en general, relacionadas con el mundo de la “cultura”, soltar improperios contra personas o instituciones del Estado, especialmente por parte del progresismo separatista, que nos tiene absurdamente acostumbrados a sus exabruptos, subvencionados por la administración correspondiente. El Sr. Soler, por ejemplo, desearía que los Magistrados del Tribunal Supremo fuesen atropellados por un trailer, supongo que como forma prudente y democrática de acatar una decisión judicial -base de la separación de poderes- por la que se mantenía en prisión a ciertos delincuentes encarcelados con relación a no acatar las decisiones del Constitucional, entre otros motivos. Es cierto que existen también pintores, escultores y otra suerte de artistas que no comulgan ni con el independentismo militante, ni con las barbaridades de otros compañeros, siendo, por ello, calificados automáticamente de fascistas; curiosa situación en la que, o comulgas con el barbarismo imperante, adueñado del pensamiento políticamente correcto, o te conviertes en un facha franquista, exponente de la derecha casposa y retrógrada que gobernó España durante cuarenta años. Nunca Franco tuvo tanta relevancia política como ahora, después de cuarenta y dos años muerto. El día que falte de verdad, dejará sin argumentos a mucho pseudoprogresista con chaqueta de pana y Visa Platino.