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Salgo de mi inconsciencia y me despierto sobre una superficie dura. Entreabro los ojos y percibo, en la escasa luz que viene de un techo lejano, que mi cuerpo descansa sobre un suelo metálico de color dorado. Palpo debajo, miro arriba y me sobrecoge la monotonía uniforme del espacio que me rodea. De repente oigo un click detrás de mí y empiezo a escuchar esta canción:
Miro hacia atrás, hay un tipo derrengado sobre la pared del fondo como si estuviera sumido en una borrachera letal. Lleva gorra de capitán, zamarra negra y unos pantalones de pana blancos en los que sobresalen unas botas de agua amarillas. Parece salido de una vieja novela de aventuras. A su lado reposa un radiocasete viejo del que se escapa la música. Cuando acaba, no puedo evitar farfullar un comentario ilustrado:
- Benedicto, uno de los grandes cantautores gallegos, recién fallecido. Ese es un elepé de 1976. Pola Unión creo que se titulaba. Me gusta varias canciones a pesar del tono panfletario de alguna otras, lo propio del momento. ¿Quién es usted? ¿Qué hace ahí tirado?
- Perdone que no me levante -me dice con voz exhausta- pero estoy triste, cansado y no me apetece hacer esfuerzos teniendo en cuenta lo que nos espera. Confórmese con saber que me llamo Nemesio Vernes, que soy capitán de la marina mercante y que amigos, amantes, conocidos y enemigos me llaman Capitán Nemo aunque nunca he navegado en un submarino. Ahórrese el chiste fácil, seguro que ya lo he oído antes.
- Vaya, eso debe joder mucho.
- Para nada, tengo otras preocupaciones más acuciantes. ¿Usted es el hombre volador? Me dijeron los pulpos que habían pillado a un hombre volador.
- ¿Los pulpos? ¿Los tipos que me cogieron se hacen llamar así?
- Los tipos que le pillaron no son humanos. Son cefalópodos. Pulpos. De arriba a abajo.
- No me haga reír con cuentos de marineros y todas esas mierdas. Hace muchos años que dejé de leer a Verne, su tocayo, a Stevenson o a Salgari.
- Es una pena, quizás le hubiera venido bien tenerlos presentes aquí y ahora. Incluso podría añadir a la lista al bueno de Lovecraft.
- ¿Por quién me toma, capitán? Si es que es capitán.
- Soy capitán y le tomo por una persona inteligente o lo suficientemente inteligente como para saber cuando no le están engañando. Le tomo por una persona que sabe que los pulpos son seres superiores que le disputan la hegemonía al hombre en sus dominios submarinos.
- Los tipos que me cogieron no llevaban tentáculos, no se cubrían con pimentón o con sal gorda. Tampoco iban empapados con aceite de oliva. -le solté con toda mi gracia kaskarilleira y tabernaria.
- Búrlese si quiere, serán sus últimos momentos de felicidad. ¿Ha oído hablar de la capacidad de mimetismo de los pulpos?
- Claro. Soy kaskarilleiro de nación y allí tenemos mucha afinidad con ellos.
- La misma afinidad que los nazis con los judíos. Tanta que creo que nuestros amigos captores han decidido tomara medidas frente a ese pulpicidio constante y terrible. El mimetismo, parecerse a cualquier cosa, es su arma.
- ¿Pulpos disfrazados de marineros que secuestran a una estatua?
- Más o menos. Lo de María Rita, es porque al verla en una plaza tan principal pensaron que era una diosa de los humanos. Supongo que pedirán un rescate por ella.
- Por favor, capitán, déjese de chorradas.
- No me cree, lo esperaba. Acérquese y mire a través de esta escotilla.
Me acerco, miro para afuera y lo que veo me produce tal pánico que me tengo que agarrar a los bordes de aquel mínimo hueco para no caerme.
- Anímese hombre, todavía no nos han cocido.
- ¿Que dice?
- ¿Todavía no se ha dado cuenta? Estamos dentro de una gran olla de cobre y los pulpos nos ven como ingredientes necesarios para su receta. Su receta innovadora y vengativa.