Voy a contaros en forma de relatos breves una serie de acontecimientos, recogidos de distintos testimonios, que ocurrieron de forma imprevista y que me resultaron sorprendentes por algún que otro motivo. La mayoría de ellos han llegado a mí descritos por los propios protagonistas, pero también ha habido alguno presenciado por un espectador anónimo que se encontraba allí en el momento oportuno. Por proceder de distintas fuentes me parece importante citar, en cada caso, al narrador del suceso.
Además de dar forma a los diferentes relatos, he intentado recrear cada uno de ellos mediante una imagen, añadiéndoles ese grado de subjetividad derivado de mi imaginación.
¿La sincronía existe?
Contado por: Raúl, un transeúnte ensimismado
Me llamo Raúl y soy uno de esos anónimos habitantes de una ciudad de provincias. Me considero una persona muy rutinaria a la que le complace tener bien organizada la agenda. Me gusta levantarme temprano, todos los días a la misma hora, aunque no tenga que ir a trabajar, desayunar mientras escucho las noticias de la radio y desplazarme en mi coche hasta mi lugar de trabajo, una empresa ubicada en un polígono industrial de las afueras.
Los sábados por la mañana después del desayuno suelo salir a dar un paseo por las calles de mi ciudad, recorriéndolas tranquilamente sin otra compañía que mis pensamientos.
No tengo un itinerario establecido previamente, mi única premisa es buscar calles poco concurridas en las que poder encontrar algún otro transeúnte al que poder observar fugazmente, para posteriormente fabricarle una vida ayudado por mi imaginación. De esta manera mi recorrido resulta muy ameno y siempre aparece alguien, tarde o temprano, con quien poder fantasear.
Recuerdo especialmente lo que ocurrió en uno de esos paseos:
Caminaba por una calle estrecha y larga, que siguiendo el trazado ortogonal del barrio desembocaba perpendicularmente en otra de similares características, pero algo más ancha, en la que la fachada de una de las casas, recortada sobre el fondo, parecía un escenario.
Y allí estaban, como interpretando una escena o posando para una fotografía, una pareja en sorprendente simetría mirándose con total naturalidad.Su sincronía se acrecentaba porque también los animales que los acompañaban, parecían haberse puesto de acuerdo en sus posturas y en sus miradas coincidentes.
Me detuve poco antes de llegar y semioculto en la entrada de un portal observé disimuladamente la imagen que parecía congelada. Solamente percibí que pestañeaban al unísono tanto los gatos como la pareja, quienes también apretaban lentamente sus brazos entrelazados.
Cuando pasé junto a ellos seguían inmóviles, ajenos a lo que pudiese pasar a su alrededor y quise pensar que no se conocían, que fue un encuentro azaroso y que tal vez aquello de que cada uno tiene su alma gemela sería cierto y ellos estaban allí para demostrarlo.
Emocionado con mi propia historia y ajeno a todo lo demás, no quise fijarme en que en la acera de enfrente una gran cámara sujeta a un trípode dirigía hacia ellos su objetivo, ni tampoco en que al alejarme escuché el eco de una voz que decía: Corten!! Lo tenemos!