Temprano nos fuimos desde Karima hacia El Kurru, una necrópolis de los faraones negros o Reino de Kush. Entramos en una cámara subterránea que perteneció al hijo del faraón de Taharqo, Tanutamani.
Un guardián nos abrió las puertas y bajamos con él por unas amplias escaleras hacia el subsuelo y nos llevó hasta la cámara. En su interior se concentraba un calor sofocante.
En la mastaba (construcción funeraria) había frescos originales de varios faraones y animales en alguna de sus paredes que permanecían en perfecto estado a pesar de tener casi 3000 años.
El techo estaba adornado por estrellas pintadas en amarillo y rojo un fondo azul claro imitando el cielo.
En sus paredes centrales y laterales se encontraban monos, perros y escarabajos rindiendo culto al sol.
Fuimos los primeros en entrar y daba la sensación de haber descubierto la necrópolis por primera vez.
Varias tumbas se encontraban cerradas al público yfueron descubiertas en 1917 por George Reisner, un arqueólogo americano. Nuri y El Kurru fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en el año 2003.
Razhid nos llevó al mercado de Karima para conversar con los lugareños. Era un mercado muy auténtico y colorido pero no tan abigarrado como el que había en Omdurmán, cercano a la capital.
Puestos de fruta y verdura, mujeres ataviadas con alegres colores, hombres cortando las reses en las carnicerías… El mercado lo atravesaba unas vías de tren que llevaban hasta Port Sudán, en el Mar Rojo.
Un hombre con megáfono en mano nos preguntó de dónde éramos y al decirle nuestro país, vociferó que amaba España y que nos amaba también a nosotros, por lo que toda la gente de alrededor se percató y reían sin parar.
Más tarde fuimos a ver el Nilo que casi siempre nos seguía en nuestro recorrido y nos acercamos a una discreta playa más allá del mercado, desde donde salían pequeñas embarcaciones.
Encontramos una pequeña tienda y compramos una cafetera de barro pintada en negro con adornos en blanco y volvimos hacia el mercado para tomar unos cafés con jengibre.
Comimos en Marabi y nos fuimos hasta Nuri, una acrópolis de los antiguos faraones negros donde se extendían más de 70 pirámides en bastante buen estado. Era el lugar para alcanzar la inmortalidad, tras la muerte y pertenecieron al reinado de Napata.
La pirámides sobrevivieron a lo largo de los siglos bajo unas condiciones climatológicas adversas entre dos mesetas separadas. El punto más alto era la Pirámide del Faraón Kushita, el que llevó al máximo esplendor en Nubia.
Alrededor de la Pirámide de Tabarqa, de 52 metros de alto había 3 subgrupos donde se enterraron a madres, esposas y otras mujeres de menor rango del Rey, todas ellas descubiertas por George Reisner también en 1917. El entorno que rodea a estas pirámides es único.