Sudán está lejos

La fotografía recoge la imagen del cadáver de un soldado, flotando en una gran mancha de aceite en Sudán, y fue premiada por el World Press Photo.

Los ancianos no suelen ir a las guerras, de modo que solo cabe pensar en un hombre joven, sobre quien permanece, flotando en un gran charco de aceite, en un país que se desangra por el petróleo. Las ilusiones que haya tenido, los planes, los hijos que no concibió, las lágrimas que hayan derramado por él, yacen mezclados entre el agua, el aceite y el fango, por lo absurdo de la violencia y la guerra. Sudán queda lejos, lejos para los medios de comunicación quiero decir, y se habla más de los palestinos, aunque nuestro país sigue vendiendo armas a Israel, independientemente del color del gobierno de turno. En Sudán se vive y se muere, sobre todo lo último, como en cualquier otro país, como en cualquier otra región del planeta, solo que sucede en la distancia y nos afecta menos. El militar de la imagen no regresará junto a su familia ante una parada militar, el saludo de las autoridades y un funeral multitudinario, como sucede a los soldados españoles muertos en Afganistán; más bien el cadáver se descompondrá en la charca o servirá de almuerzo a alguna especie carroñera, de las que no faltan en Africa y en algunos edificios del primer mundo, aunque eso sea otra historia. Se conoce que los muertos de unos países resultan sensiblemente diferentes a los de otros, y es que hasta en la vida eterna hay categorías.

Sudán, decicidamente, queda demasiado lejos.

Descane en paz.