Era el último día de nuestro viaje y antes de volver a Jartum, paramos en Omdurmán, pues eran las 4 de la tarde y ese día se celebraba la danza de los derviches, una ceremonia de origen sufí.
Como cada viernes, los derviches sufíes se reúnen en Omdurmán para intentar acercarse a Alá a través de la danza y el canto hasta que cae la oscuridad. Es el sufismo es una rama mística del Islam.
Los allí presentes empezaron a animar el baile con músicos vestidos en túnicas blancas tocando panderetas y cantando junto al templo y el cementerio.
Las mujeres daban palmas y emitían pequeños sonidos mientras esperaban expectantes con sus hijos que los danzantes comenzaran el baile.
Durante el Dhikr, llamado adoración, los bailarines caen regularmente en trance pero esto lo harían más adelante, bien entrada la noche.
De forma espontánea el público nos observaba y sonreía tímidamente al vernos allí entre la muchedumbre. Otros nos preguntaron de qué país veníamos y si nos gustaba Sudán.
Poco a poco se iba aglomerando la gente y se animaban unos a otros. Habían santones vestidos de verde con grandes medallones y con rastas que llevaban el incienso embriagando el lugar, esto nos ayudaba a situarnos más en la escena.
Fue todo un espectáculo que culminó con el final de nuestro viaje, que había sido muy interesante a nivel cultural y humano.