Hoy recorrimos 400 kms hasta llegar al bien más preciado del país: las Pirámides de Meroe. Atravesamos el desierto de Bayuda parando en un chiringo pues Razhid tenía que hacer más fotocopias paralos permisos y entregarlas después al policía que parecía más bien un mendigo pues vestía de paisano.
A medio camino en un chiringuito paramos para tomar café en medio del desierto. Un chaval se ocupaba de llenar el depósito con bidones amarillos de gasolina mientras la gente aprovechaba para tomar un té o café.
Pasamos por Atbara, una ciudad situada en la confluencia de los ríos Nilo y Atbara y finalmente llegamos a Ed-Dames. Nos apeamos en el mercado donde los amables vendedores posaron para las fotos.
Paramos a comer en un restauranteenfrente del mercado donde nos sirvieron fuul, estofado de patatas y sopa de cebolla con pan de pita.
De nuevo se formó el revuelo en el comedor con la gente local, nuestra llegada era un evento inusual para los que allí se encontraban y se dejaron hacer fotos y no hacían más que hacernos selfies con sus móviles.
Nos hablaban preguntándonos de donde veníamos y si nos gustaba Sudán. Incluso había un joven vestido de forma tradicional con sable muy elegante y nos presentó a mujer, también muy guapa.
Emprendimos camino hacia la deseada Meroe que se encuentra en pleno desierto. Un complejo que se divide en norte y sur y que acumula más de 250 pirámides. Los hombres que llevaban los camellos formaban parte de este bello paisaje.
El arqueólogo Ferlini fue el que dinamitó y se llevó gran parte del tesoro de una reina pero tuvo que hacer la barbaridad de cargarse 40 pirámides explotando con dinamita las cimas de cada una de ellas. Para mí es como si uno cometiera un crimen cultural.
Cuando llegamos vimos emerger de una colina las pirámides sobre la dorada arenacercana al río Nilo. Un lugar único, donde te sentías aislado del mundo pues sólo nos encontrábamos nosotros.
La necrópolis Norte data entre los años 250 y 320 A.C. con 44 tumbas catalogadas. Son los mismos faraones que empezaron a construir en la necrópolis de El-Kurru para después continuar en Karima junto a Jebel Barkal, la montaña sagrada, antes del traslado del Reino de Napata a este lugar y dar paso al período Meroitico.
La ciudad de Meroe ya existía en el año 750 A.C. durante el Reino de Napata, aunque los faraones egipcios hubiesen gobernado durante 7 décadas, pasó a ser centro neurálgico y capital por el saqueo de los vecinos en el 590 A.C.
El trabajo de reconstrucción que se realizó fue muy básica, pero si es cierto que las condiciones de erosión y de “decapitación” ha influido a la hora de hacer un buen trabajo. En el interior habían muchas inscripciones y bonitos relieves.
En peores condiciones se encontraba la necrópolis Sur con 200 pirámides. Una de ellas era la de Arakamani, el primer rey que gobernó del período meroítico y que se enterró en la ciudad hacia el 260 A.C.
Las dunas doradas del desierto me conmovieron y fueron testigos junto con las pirámides de lo ocurrido en este lugar durante siglos.