(AE)
Me cuesta hablar de esto hoy, ya que la palabra “mártir” tiene actualmente connotaciones a veces negativas, porque incluso los terroristas islámicos utilizan la expresión para denominar a los que se autoinmolan con un cinturón de material explosivo en medio de una multitud o los que pilotan aviones que se estrellan contra rascacielos. En Sudán se habla constantemente de mártires porque ha habido ya tantas yihad o guerras islámicas que ni se sabe su número... la televisión estatal tenía incluso un programa dedicado a los soldados que habían caído en el frente y pasaban a integrar el martirologio islamista.
Por otro lado, debo confesar que uno de los gestos que más me ha impresionado siempre de Salva Kiir Mayardit, el presidente del Sur Sudán, es el hecho de que comienza la mayoría de sus discursos oficiales pidiendo al auditorio un minuto de silencio por los que cayeron en la lucha por la libertad del Sur Sudán.
Por esto y por más razones creo que hoy tengo que vencer mis reticencias, y – a horas vista de la independencia de Sudán – debo hablar de algunas de las personas que perdieron la vida en este largo y sangriento camino que ha hecho el Sur Sudán hasta llegar a ser independiente. Sufrieron en su misma carne la opresión, la violencia y el desprecio por el simple hecho de pertenecer a una etnia, una religión o una cultura que ni eran árabes ni islámicas. Muchos de sus nombres no aparecerán en ningún memorial y la generación que los conoció personalmente ya comienza a desaparecer, quizás por esto sea un acto de justicia nombrar a algunos de ellos.
Samuel Kosta: su padre era griego, su madre kresh. Era un profesor residente en una ciudad llamada Boro Medina. Fue arrestado y ejecutado junto a un puente del rio Bili. Después su cuerpo fue echado al agua.
Valerio Ambar: peón caminero, de la tribu zande. Torturado y asesinado.
Kornelio Jagba Mamud: jefe de la tribu cresh-haja. Fue arrestado y azotado por los soldados gubernamentales y finalmente crucificado en un árbol. Después de algunas horas fue desclavado. Murió en 1997.
Mariano Juma Sabun: miembro del círculo bíblico, 23 años. Fue torturado durante días. Fue liberado pero murió en el hospital de trauma en el pecho como consecuencia de la tortura. Según el gobernador del lugar, no había razón para investigar la muerte porque “no era la primera persona que moría de tétanos”
Los sacerdotes Arkangelo Ali y Barnaba Deng asesinados a sangre fría en el intervalo de pocos meses en 1965 a manos de fuerzas de seguridad sudanesas. Su delito fue ser populares y defender a la gente de los flagrantes abusos cometidos con el beneplácito del gobierno.
Matteo Garaba: profesor, de la tribu kresh. Torturado y asesinado en 1965
Arkanjelo Dunu: comerciante, de la tribu yulu. Torturado y asesinado en Raga.
El P. Saturnino Lohure, sacerdote y parlamentario representante del Sur Sudán en la primera Asamblea Constituyente de 1958. En los años posteriores, ante la evidencia de que la mayoría árabe nunca permitiría que el sur tuviera una voz propia, abandonó el parlamento. Fundó el movimiento de resistencia Anya-Nya y murió a manos de un soldado ugandés en 1967.
76 personas asesinadas en la “Masacre de Wau”: El 12 de Julio de 1965, durante la celebración de una boda en Wau, el comandante del destacamento militar aprovechó la presencia de un gran número de sur-sudaneses en una recepción y rodeó el edificio donde ésta tenía lugar. Una vez cercado el lugar, se dio la orden de abrir fuego y decenas de personas sucumbieron al tiroteo. Esta misión de exterminio tuvo el beneplácito del presidente Mahjoub y su gobierno. Acciones similares tuvieron lugar en pocos días en otras ciudades del sur, siempre teniendo como blancos a sur-sudaneses intelectuales y con títulos superiores.
John Bofitere: maestro de escuela. Asesinado en Aweil en 1966
Albino Banambala: profesor, de la etnia Mangayat. Fue torturado y asesinado en Deim Zubeir.
Batista Mufigi: catequista, de la tribu kresh. Torturado y asesinado
17 niños de primaria y su maestro: víctimas mortales del bombardeo de una escuela en Kauda (Montañas Nuba) a principios de Febrero del año 2000. El ataque fue realizado por aviones gubernamentales Antonov. Una bomba cayó sobre el lugar donde se impartían las clases.
Mahdmud Taha: político y místico musulmán del Norte de Sudán. Conocido como “el Gandhi sudanés” por su estilo pacifista y tolerante que cuestionaba los métodos y estilos del gobierno. Tendió puentes hacia los no-musulmanes y rompió barreras de razas y de género. Acusado de blasfemia, fue ejecutado en la horca en 1985 y su cuerpo fue arrojado al desierto desde un helicóptero.
Ni que decir tiene que esta lista no está completa, pero sí son todos los que están, ya que representan a muchos otros civiles que fueron eliminados simplemente por ser diferentes o por oponerse a las directrices del momento.
Alguien me dijo una vez que en el conflicto sudanés yo no era imparcial. No digo que lo sea. Intento mirar a ambas partes con una cierta distancia, pero después de analizar la historia tengo que aceptar que en el país hay dos realidades muy diversas: el norte y el sur. El “hecho diferencial” (palabra mágica hoy día para tantas causas) es que el sur nunca fue a invadir o a colonizar al norte, pero el norte sí que fue al sur, lo esclavizó primero y posteriormente – cuando seguir con la trata era ya demasiado descarado – lo intentó dominar social, cultural y económicamente. Los acuerdos rotos y las promesas no cumplidas por el norte se acumulan como papel mojado en las hemerotecas... y por eso el libro más famoso escrito por un político sudanés se llama “Demasiados acuerdos mancillados”. No puedo tener el mismo concepto de quien ha sufrido la violencia y quien la causa.
Los ejemplos que menciono en este post son prueba de que hubo poca tolerancia y sí mucha violencia contra una población indefensa. El dolor acumulado no ha podido superarse con los años, entre otras cosas porque los que están hoy en el gobierno apenas han cambiado su actitud hacia el sur y ni siquiera han hecho un examen de conciencia sobre la historia. A la hora de escribir estas líneas todavía están frescos los titulares que hablan de nuevos bombardeos indiscriminados en el Sur Kordofán, donde el gobierno mata a sus propios ciudadanos simplemente para evitar que se rebelen contra el orden establecido. La respuesta sigue siendo la misma: el tiro en la nuca, el "korbac" (mortífero látigo de piel de hipopótamo), la bomba cobarde, la muerte a quien “se mueva en la foto”.
Se dice que más de dos millones de personas ha muerto en el conflicto de Sur Sudán. Valgan estos pocos nombres simplemente para recordar que cada muerto tiene un nombre, unos apellidos, una familia y un proyecto de vida del cual se le arrancó simplemente porque así de violento y de intolerante es el régimen que ha existido en el país desde 1956. Se han ganado a pulso el odio y el rencor de unas poblaciones que hoy deciden romper con el pasado y comenzar una nueva ruta sin opresores, sin traumas, sin amenazas.