Revista Cultura y Ocio

Sudores fríos y un poco de psicodélia

Publicado el 15 octubre 2013 por Isabelval @cabezadeisa

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por Isabel Val.

La mañana antes del concierto desayuné en casa de Agus y El Viejo. Como siempre, acabamos hablando de música. “A mi cada vez me apetece menos ir a conciertos” dice él. “Es que tanta gente suele acabar molestándome”. Me pareció un exagerado en ese momento, pero ¡vaya si me acordé de él aquella noche!

Hacía mucho que quería ver tanto a My Sleeping Karma como a Colour Haze en directo (Pronúnciese siempre como “colou jeis” o de lo contrario te tacharán de garrulo. Y lo digo por experiencia). Si todavía no los conoces, te podría definir su música como una mezcla de post-rock, psicodélia y stoner, géneros todos ellos muy asociados a ciertas drogas. Pero ¿Quién quiere drogarse cuando puede ir con fiebre al concierto y fliparlo de lo lindo?

Reconozco que fue una imprudencia por mi parte pero no me lo podía perder. Llevaba con ganas de verlos desde que me los perdí en la primera jornada del Guadalest ( mira que lo tengo dicho: a excepción de un camping digno, el Festival de Guadalest lo tenía ¡TODO!). Mucha gente debió de pensar lo mismo que yo, pues la sala Razz 3 estaba hasta los topes (si no has estado, basta con que te imagines un espacio un poco más grande que el salón de tu casa).

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No sé si fue el virus que llevaba dentro, la mezcla de sudores (tal y como dijo David: “este olor no se consigue en un solo día”), o simplemente su música, pero son un viaje a otro planeta. Te invita a desconectar y evadirte a través de riffs infinitos.

Con mucho esfuerzo conseguí llegar a la primera fila para tomar fotos, pero rápidamente tuve que retirarme y subirme a un pequeño sofá, a ver si desde lo alto me llega algo de aire. Desde ahí pude ver a un mar de cabezas moviéndose al unísono, emocionadas.

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Si en tales condiciones pueden llegar a conseguir tanto, me imagino cómo sería escucharlos tirada a la bartola en medio del césped disfrutando de una cerveza y un poco de oxígeno. Así que, de camino a casa, Edu no tiene más remedio que aguantar por enésima vez mi discurso sobre la importancia del lugar.


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