Suecia no fue siempre ese país liberal, socialdemócrata, neutral y pacifista que hoy nos puede venir a la mente. Durante los siglos XVII y XVIII fue una potencia militar en Europa, la mayor del norte del continente, y llegó a gobernar casi todo el mar Báltico en su época de esplendor imperial en torno al 1660. La neutralidad sueca comenzó con las guerras napoleónicas a principios del siglo XIX: el monarca Carlos XIV Juan, consciente de las debilidades del país frente a sus vecinos más poderosos, decidió que sería mejor evitar los conflictos armados.
Gracias a esta filosofía, Suecia consiguió eludir los horrores que vivieron otros países europeos durante las dos guerras mundiales y fue un oasis de paz en medio de la destrucción que asoló el Viejo Continente entre 1914 y 1945. Sin embargo, esta neutralidad no ha estado exenta de oportunismo, contradicciones e inconsistencias. Y desde finales del siglo XX, con la descomposición de la Unión Soviética y la integración en la actual Unión Europea, Suecia ha decidido abandonar poco a poco su postura tradicional en favor del acercamiento a la OTAN.
Suecia, del ascenso imperial al declive y la neutralidad
A mediados del siglo XVI, ...
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