Era el sueño herido
dos flechas clavadas en el mismo costado
y esa maldita percepción que nos une
por encima de nosotros mismos.
Era el anhelo mortal
haciéndose carne
sobre la sangre que mana de las heridas,
suave insomnio de tu cadencia.
Latía el silencio a tu lado
sin conciencia
pero no lo escuchabas.