Foto. Alberto Guerrero
Siempre he deseado poder volar, ser libre como los pájaros, a los que el aire transporta por encima de obstáculos y cercados hasta donde la imaginación quiera conducirlos. Las leyes, hasta la de la gravedad, son cadenas que sujetan los cuerpos y la voluntad, y castigan la osadía y el rechazo de los inconformes con lo establecido. Con el buen tiempo, sin embargo, las noches invitan a escapar flotando por encima de preocupaciones y entregarse a la contemplación de las postales que ilustran nuestros sueños, como esa panorámica nocturna del enorme caballo metálico que nos ayuda cruzar al otro lado del río y atravesar la frontera que nos separa de lo ignoto, sin que pueda impedir que alcemos el vuelo y descubramos los colores de la oscuridad y esa belleza inalcanzable a los ojos de la cotidianeidad.