Revista Ilustración
Y ahora de repente y perdida en la nada, aterida de frió, voy desentumeciendome poco a poco. Noto como voy recobrando la consciencia en la nulidad de mi ser. Incluso intento alcanzar mi cabeza para aliviarla entre mis manos, me duele, pero no tengo manos o quizás haya olvidado como tenerlas.
Todavía no se como he llegado hasta aquí, ni el tiempo que llevo desvanecida; ni siquiera tengo idea de donde estoy. Abro los ojos en mi mente y solo veo piedras, piedras y más piedras.
Es un momento en que se clava en mi esa lacerante soledad convirtiéndome en esa singular unicidad perdida en lo sempiterno.
Un infinito infectado de pustulosas piedras grisáceas, punzantes, viscosas y fantasmales que deben haberme acompañado cuasi toda esta eternidad ocultas entre los vendajes.
Dudo si soy una persona o solo una de aquellas piedras que ha despertado de su letargo. Mi espíritu petrificado es demasiado pesado para conseguir levantarse, y hago un último esfuerzo por elevarme del suelo.
Lo consigo, y entonces puedo celebrar que no soy piedra, porque han quedado en el suelo mientras yo planeo triunfante por encima de todas ellas.
Miro hacia mi misma y no veo nada...no hay cuerpo. Un todo translucido donde solo noto una débil energía, un fugaz fragmento de pensamiento consciente.
Ahora desde mi posición más elevada podré ver más lejos, incluso los confines de mi asfixiante universo. Podré ver las piedras, sentir la calidez de los últimos rayos de luz, oír el susurro de sus palabras.
Porque soy etérea.
Solo un pensamiento ebrio de tanta ingravidez.
Desesperada y agotada por el esfuerzo vuelvo a dejarme caer sobre el lecho y acurruco mi frágil pensamiento entre su hostil regazo petreo, para pasar esa oscura noche que presiento como se acerca de nuevo.
Texto by Neuriwoman.
Imagenes by Anna Bodnar.