Me encontraba yo durmiendo en una de estas horribles y frías madrugadas porteñas donde el ahorro de gas y alimentos básicos nos obliga a irnos a dormir temprano, pero, por suerte, siempre con nuestros videojuegos para olvidarnos rápidamente de ese calvario social. Les decía que durmiendo me hallaba cuando el celular, de golpe, comienza a sonar en la noche porteña, encendiéndose en mi pantalla el psicodélico y alcohólico rostro de Eugenio sosteniendo un helado vaso de amargo obrero, haciendo el clásico gestito de idea.
Esteban, Esteban no sabes lo que me pasó me dijo apenas le conteste, con los ojos cerrados y el sueño cubriendo mi cuerpo. Acto seguido el energúmeno neurótico comienza a relatar un sueño de que se yo qué historia, de unos túneles de Buenos Aires llenos de nazis, donde nosotros nos adentrabamos y moríamos cercenados: al final una pantalla en negro figuraba con las clásicas palabras:
Totalmente pertubado por las premoniciones del sueño, Eugenio comenzó a insultar en diversas lenguas irreconocibles para el oído humano; corté el teléfono pero ya no podía dormir. El germen del insomnio y la idea de un Game Over estimuló mi imaginación y corrí hacia mi Pentium II para jugar a lo que sea que tuviese un Game Over. Sin mirar abrí el primer icono que encontré y una versión de Dune II que vaya uno a saber desde cuándo estaba instalada allí, se vislumbro entre los chispazos del monitor y el tomacorriente de tela. Sin dudar un segundo elegí los Harkonnen y al pasar el primer nivel me encontré con un Game Over…. la versión era original, no crackeada y me pedía una clave para seguir jugando, algo que debía buscar en el manual. Yo lo poseía pero un día, para variar, Eugenio decidió que nos podían dar unos buenos increíbles 5$ que podíamos reinvertir en unos cuantos CD’s vírgenes que luego venderíamos: la cadena finalizaba con un pequeño puestito en el Parque RIvadavia, que nos salvaría de por vida.Tuve que, entonces, elegir otro juego. La sensación estaba ahí, se podía sentir porque fue el fin del juego, un terrible fracaso, pero no, no se veía.
Recorrí mis miles de megabytes en roms, una colección de clásicos envidiable, y allí navegué hacia la madre de todas las frustraciones, el primer paso para comprender cómo funciona un gameover: Mega Man I de NES.
El Game Over juega con las frustraciones mundanas que nosotros, seres analógicos que no pueden acercarse al paraíso de los bytes, tenemos siempre pues somos seres finitos que moriremos más pronto que tarde; y los videojuegos, las ROMs, los .exe, todo puede durar millones de años mientras nosotros no seremos ni un suspiro de Rayman.
Por eso elegí Megaman, que otrora jugó con los sentimientos y las ganas absolutas de destruir todo a mi alrededor: y eso que, incluso, no posee un Game Over absoluto, de esos que te retrotraen en el tiempo y te envían al imposible y lejano inicio del juego. Esos si son la esencia gráfica de un Game Over. Juegan con el tiempo, se invierte el rol del jugador que, enchufado a una consola o computadora, con un control en las manos se cree verdaderamente el dueño de la situación: cuando es claro que no es así. Incontables eones nos hemos pasado atrapados en píxeles que nos impiden salir de calabozos, de rescatar cofres con oro, de amasijar animales en páramos perdidos… allí los Game Over nos gobiernan, y cuando se impone esa imagen no podemos dejar de intentarlo e intentarlo e intentarlo, porque, como bien dijo el gran poeta Pedro Bonifacio Palacios:
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras
cien, otras quinientas…
No han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco por ley, han de ser tantas.
Además, en aquellas lejanas épocas, donde la piratería era algo extraño, donde las roms no existían y los juegos salían tan caros como ahora -pero no tanto como un juego nuevo de PS4- no había mucha disponibilidad, más allá de lo que uno pudiese alquilar o si era millonario comprar. Los gameover fueron funcionales a nuestra pobreza latina, pues el reto y la dificultad nos obligaban a completarlos, porque, a qué íbamos a jugar, sino. Probablemente esto en los países civilizados no pasaba, porque los juegos no les salían un mango y los padres tenían guita ya que se encontraban en países decentes con monedas fuertes donde los ciudadanos podían disponer de su dinero libremente y comprar bienes a sus hijos carentes de atención en los gloriosos años noventa.
Por suerte las cosas cambiaron y todos esos juegos viejos llenos de game overs ahora los podemos conseguir de manera gratuita, gracias a la piratería y a la internet, y no tenemos que gastar guita en juegos pedorros que no nos van a gustar. O tal vez nos gusten pero como dijo ya un visionario:
NUNCA PAGUES MÁS DE VEINTE MANGO POR UN JUEGUITO
Sin embargo, pese a lo que dice el dicho popular, no podemos negar que lo hayamos seguido al pie de la letra.
Todo esto porque Eugenio me empezó a hablar de sus sueños neuróticos y los Game Over. Yo no se por qué se hace problema con eso, qué le preocupa de la situación esa que ya caducó, si todo lo que nos gusta y apasiona está terriblemente muerto, fosilizado. Al comentarle esto, me respondé que los fósiles también tenemos sentimientos. Pese a esto, las reflexiones me terminan llevando a otro lado, y me acordé del piberío de ahora impotente ante una situación frustrante sin saber qué hacer, pues ante nada lo’ jueguito lidian con lo cotidiano y lo cotidiano era manejar la frustración, levantarse. Hoy como dicen esos tangos viejos y pedorros que escucha Eugenio, los valores cambiaron y nosotros miramos todo eso con la nostalgia de los viejos pero con la esperanza en alto porque tenemos en nuestros discos rígidos, memorias sd, celulares y cualquier dispositivo de almacenamiento actual, cientos de ROMs y emuladores para salvarguardar ante todo el patrimonio videojueguil de la humanidad.
Nuestro Game Over jamás llegará porque pese a ser unos fósiles digitales estamos más activos y vivos que nunca y al igual que esos juegos modernos pedorros que salen fortunas, nosotros también logramos vencer y erradicar al fin del juego, consagrando nuestra inmortalidad en memorias digitales, ftps piratas y torrents llenos de emuladores de todos los colores y ROMs de todos los países.
Saludos,
Esteban