Revista En Femenino
¿A quién no le han deseado suerte alguna vez? Con los pulgares en alto, ¿quién no se lo ha deseado a alguien?, ¿quién no lo ha implorado alguna vez con los dedos cruzados antes de un examen o de una entrevista de trabajo? Y es que hasta el buscador más usado del mundo echa mano del recurso en su página de inicio con un ñoño 'Voy a tener suerte'. Por si alguno no ha caído aún hoy voy a hablar de la suerte.
El tema se me ocurrió el día 22 de diciembre al runrún del soniquete de 'miill euuuurooooos' de los Niños de San Ildefonso. Ese día me tocó por primera vez cubrir el sorteo extraordinario de Navidad para la agencia de noticias en la que trabajo... Qué suerte, ¿eh?. Eramos un equipo de tres personas pendientes del sorteo. A mí, como responsable -menuda gracia-, me correspondía dar los premios: un teletipo urgente con el número y el premio, y luego una ampliación con el resto de los datos (qué niños lo habían cantado, dónde había caído, etc.). No os imagináis el estrés... en menos de 12 minutos di seis teletipos... Eso sí que es tener suerte.
Mientras realizaba mi trabajo, me dio por pensar (no sé cómo tuve tiempo pero así fue) en lo poco que he confiado nunca en el azar y en que, puede que por eso, tampoco puedo decir que en ninguna de las cosas trascendentales que me han ocurrido en mi vida haya tenido nada que ver. Siempre me lo he tenido que currar todo.
Desde que trataba ser adulta ha sido así. Quería estudiar periodismo y conseguí entrar en la facultad cuando la nota de corte para acceder era de las más altas, a fuerza de empollar; quería trabajar de periodista y lo conseguí, justo en un momento en el que 'trabajar de lo nuestro' era casi una utopía, tras mucho trajín y muchas vueltas; quería sacarme el carnet de conducir y lo conseguí , pese al profesor misógeno que me tocó 'en suerte' que minó mi autoestima todo lo que pudo, a la décima, eso sí...
No creo en la suerte gratuita. Estoy convencida de que la felicidad se consigue a base de esfuerzo. De despertarse por las mañanas y localizar mentalmente los motivos para sonreír. De aprovechar oportunidades (o no) y de tomar decisiones y ser consecuentes. Hace poco he leído al psicólogo Javier Urra, ex defensor del menor de la Comunidad de Madrid, decir que la felicidad se aprende y que el optimismo debería ser una obligación moral. No puedo estar más de acuerdo con este tipo.
Angustiarse ante los reveses de la vida es humano y legítimo, pero todo tiene un límite. Darle vueltas a la adversidad, regocijarse en la desgracia y suspirar mirando al cielo, maldiciendo la mala fortuna y repitiendo el habitual '¿por qué a mí?' es inevitable a veces, pero absolutamente inútil y contraproduciente. Todos tenemos en nuestra vida cosas buenas y malas. El asunto está en centrarse en las buenas y no en las malas. Aunque suene obvio querer a los que te quieren y pasar de los que demuestran no merecer la pena. Ésa es la estrategia del optimista. No digo que sea fácil, pero hay que intentarlo. La felicidad no solo se busca, también hay que saberla ver.
Habrá quien no esté de acuerdo conmigo, pero la Ley de Murphy es una estafa que sólo tiene cabida si sirve para reírse de las circunstancias adversas. He aquí el tema de un grupo emergente, que se aproxima musicalmente a lo que quiero decir: La Vida Es, de Doctor Libido.
Y también el optimismo hecho canción:¡que lo disfrutéis!
Está en vuestras manos (y en vuestras cabezas).