Hace ya unos meses que la obra de Sufjan Stevens dedicada a la carretera que une los barrios de Brooklyn y Queens de Nueva York saltó a la palestra con más o menos gloria. Si uno espera que este disco de Sufjan sea otro trabajo de base folk va totalmente equivocado. Y es que como el mismo aseguró, de lo que prescinde este trabajo es de su punto fuerte, las canciones al uso.
The BQE es una obra escrita para muchas de las variantes contemporáneas de banda, entre la sinfónica y la big band, con arreglos para piano y hasta un tema central electrónico. La obra es una amalgama de las influencias de Stevens en cuanto a NY se refiere. Perfectamente podemos denotar aquí y allá el trasfondo de Philip Glass, de Nyman (sobretodo en esos extractos al piano) o hasta de John Adams. Los Movimiento II y Movimiento III son piezas totalmente cinematográficas, de estructuras y sonidos pares a momentos como de Koyaanisqatsi.
Y si uno ubica en el mapa de la gran manzana el trazado de la carretera, puede apreciar que durante parte del trayecto el conductor divisa Manhattan, por lo que uno deduce que ciertos motivos no recuerdan a Broadway al azar. Es fácil también ver referencias a Gershwin, y hasta a Copland en esa pomposa fanfarria introductoria, o ese sabor años 40 en los Interludio III y Movimiento VI que destilan los vientos. De lo que más choca, es esa pieza totalmente generada por sintetizadores que hay en el punto central del álbum.
Sinceramente, creo que Stevens readapta de lujo todo este listado de inputs vitales y sorprende la soltura con la que se desenvuelve en un género para nada buscado en discografías de las bandas de los últimos 10 años. Poca gente se ha atrevido, y me vienen a la cabeza Tyondai Braxton y pocos más. Lo más curioso del caso es el tratamiento en cuanto a nomenclatura de los temas, que no en duración -más propia de la longitud de las canciones a las que nos tienen acostumbrados- entendidos como una sinfonía en movimientos e interludios.
La visión general del álbum, apartando las referencias, es de un trabajo musical muy cinematográfico, como si de una banda sonora de culto se tratara. Y para más inri, el mismo Stevens se encargó de filmar un extra de vídeo que se asocia a la música del álbum, pero que no he tenido ocasión de ver, anotado está. En fin, un disco atípico pero muy recomendable, y que permite visualizar el sonido clásico contemporáneo americano de estos últimos 75 años de una manera formidable.