Revista Cultura y Ocio
Tengo la intención de dedicar una serie de entradas al compositor argentino Alberto Ginastera, quien, sin ser un desconocido para el gran público, está lejos de recibir la atención que merece. En alguna ocasión he podido escuchar interpretaciones en vivo de su música y la recepción por parte del público siempre ha sido excelente.
Alberto Ginastera (1916-1983) nació en Buenos Aires de padre catalán y madre italiana y estudió en el Conservatorio Williams de esa ciudad hasta su graduación en 1938. Posteriormente viajó a Estados Unidos, donde conoció a Aaron Copland y asistió a sus clases en Tanglewood. Una vez completada su formación, combinó su labor compositiva con la creación de diversos conservatorios y facultades de música en Argentina y la docencia en todas ellas, convirtiéndose tanto en el compositor más importante de la música argentina como en una figura clave para el desarrollo de la enseñanza musical en su país. Entre sus alumnos estuvo el célebre bandoneonista y compositor Astor Piazzolla.
La música de Ginastera combina un profundo interés por la música popular argentina con la búsqueda de nuevas técnicas de expresión musical, cada vez más radicales. En sus últimos años, él mismo agrupó su música en tres períodos:
-Nacionalismo objetivo, en el que compone siguiendo los patrones de la música popular argentina, citando incluso ciertos pasajes ya existentes.
-Nacionalismo subjetivo, en el que la influencia de la música popular está presente pero se integra en esquemas mucho más libres, sin citas literales.
-Neo-expresionismo, en el que no se olvida el elemento popular, pero se combina con técnicas de vanguardia como la politonalidad o el uso de micro-intervalos.
La distinción entre estos tres períodos no es clara, pues elementos del tercer período ya estaban presentes en sus primeras composiciones y se pueden encontrar citas objetivas incluso en sus composiciones más vanguardistas.
Hoy vamos a escuchar la que quizá sea su obra más conocida y más interpretada, la Suite de danzas Estancia, op. 8a, nacida a partir de una obra mayor, el ballet Estancia, pero estrenada y popularizada mucho antes. Se inscribe en el segundo período de la obra de Ginastera, el nacionalismo subjetivo y muestra la influencia sobre Ginastera de Aaron Copland, así como de Igor Stravinski.
En 1941, tras el éxito obtenido por Ginastera gracias a su ballet Panambí, op.1, que compuso durante sus años de formación en el Conservatorio Williams, Lincoln Kirstein, director de la compañía de ballet Caravan aprovecha una gira por Argentina para encargarle la composición de un ballet de temática gauchesca. Dos años después, la compañía Caravan se deshace, por lo que el ballet Estancia no encuentra quien lo estrene hasta 1952. Ginastera decide utilizar cuatro de sus números para crear una suite orquestal que se estrena en 1943 y obtiene un tremendo éxito, situándole como el compositor latinoamericano más valorado por público y crítica.
El ballet Estancia, del que se extrae la suite, está libremente basado en la epopeya nacional argentina Martín Fierro, de José Hernández, que describe la vida de los gauchos en la pampa en términos heróicos. En el ballet, un muchacho de ciudad llega a la pampa y tiene que dominar todas las habilidades atléticas de los gauchos para ganar el amor de una bella ranchera.
El primer movimiento de la suite Estancia lleva por título Los trabajadores agrícolas y representa a los rudos gauchos que empiezan su jornada de trabajo, claramente caracterizados por un ritmo agresivo e incesante, marcado por una fiera y amplia batería de percusionistas. Lo escucharemos tal y como lo interpretaron Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar en los Proms de 2007.
El segundo movimiento, Danza del trigo, es un interludio más tranquilo, lírico e incluso sensual, en el que la melodía es introducida suavemente por la flauta y retomada por los violines.
El tercer y más corto movimiento, Los peones de hacienda, vuelve a traernos los ritmos obsesivos y la percusión hipertrofiada usada para describir a los gauchos, rudos y viriles.
La Danza final (Malambo), una muestra de la exuberancia musical y rítmica del folklore argentino, tiene una característica estructura rítmica de seis compases de seis por ocho, divididos en dos grupos de tres. En este movimiento se representa una competición de baile entre los gauchos en la que gana el último que consigue mantenerse en pie. El resultado es una explosión de energía cinética, con un ritmo ostinato que va creciendo en intensidad, complejidad y tempo.
Vídeo de imsleepyanddead